Día cero

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-Ed... Por favor, di algo- no podía hacer más que ver el rostro confundido del más alto, mientras sentía náuseas por la situación, le dijo que lo amaba y solo obtuvo silencio como respuesta

-PS 134, tienes que visitar una escuela, la prensa estará ahí, así que deberíamos... deberías ir ahora- vio como el más alto se alejaba, escuchando el sonido de la puerta cerrándose unos segundos después, sintiendo claramente como las lágrimas recorrían sus mejillas.

Estaba en medio de esa oficina, en la que todo pertenecía a Edward, llorando a mares, completamente solo, habiendo sacado el peso de su confesión de su pecho, solo para sentir como su alma se partía en mil pedazos con la partida de quien se había robado su corazón.

Pero era el alcalde de Gotham después de todo, tenía cosas que hacer, y por más que detestara la idea de ir a una escuela, más que nada en ese momento y completamente solo, tenía que hacerlo, no podía permitirse llegar tarde por un corazón roto, no podía permitirse llegar tarde por llorarle a un amor que al parecer no se daría. Y por más que pudiera extrañar a su jefe de estado en una situación como esta, tendría que arreglárselas solo, aunque detestara a los niños.

Escuchaba su propia respiración, entrecortada por el llanto, e intentaba regularla, intentaba que su corazón no lo traicionara y lo hiciera volver a llorar, trataba de contener las lágrimas con todas sus fuerzas mientras limpiaba su rostro. Se dirigió a su chofer, tenía que partir enseguida.

-¿Se encuentra bien, señor Cobblepot?- ¿Como se supone que estaría bien? Se había mostrado completamente vulnerable a Edward y este había salido corriendo, probablemente había arruinado la relación con su único amigo, con la única persona en la que en verdad confiaba, y la idea de que las cosas entre ellos tal vez no serían como antes nunca más lo destrozaba aún más que la idea de su amor siendo rechazado.

-No importa, solo... Solo conduce, ya sabes a donde ir- sentía como el evitar que su voz se quebrara ocupaba todas sus fuerzas, escuchó como arrancaba el motor y sentía como el auto empezaba a moverse. Y por más que tratara de enfocar su atención en algo más, en cualquier cosa, su mente volvía a esa oficina, a Edward, sentía como el nudo que se había formado en su garganta se extendía hasta su estómago, sentía la presión en su pecho y el dolor que le causó escuchar la respuesta de Edward para verlo irse después de esta. La idea de que tal vez lo había perdido para siempre lo aterraba, le dolía el hecho de que tal vez había perdido a su único amigo por sus propios sentimientos.
Sintió como el auto se detuvo completamente y vio la escuela frente a él. Se sentía ajeno a todo, no sabía en que momento había bajado del auto y empezó a subir los escalones, todas sus energías estaban enfocadas en formar una sonrisa y en evitar que sus ojos empezaran a derramar lágrimas.

Visitaba cada salón evitando hacer comentarios, ya que los niños no eran de su agrado, pero tenía que poner buena cara, estaba en el foco de la prensa, cualquier cosa que hiciera quedaría grabada para siempre gracias a esos chupa sangre, veía cada salón y a los niños haciendo sus actividades como era usual, esperando poder pasar al siguiente, y al siguiente, hasta que toda esa tortura acabara. No sabía por cuanto tiempo más podría fingir esa sonrisa, lo único que quería era recostarse y dejar sus lágrimas correr, sus mejillas comenzaban a doler por la forzada sonrisa y el dolor de su pecho hacía cada vez más difícil contener sus lágrimas. Pero tenía que seguir, debía mantener la farsa por un rato más, no sabía por cuanto tiempo, pero tenía que hacerlo.

No sabía cuantos salones más debía visitar, pero preguntar a la maestra que lo guiaba le parecía de mal gusto, así que solo le quedaba resistir hasta que le dijeran que el recorrido había acabado.

Intentaba concentrarse en su labor, pero el pensamiento de Ed fuera de su vida lo corroía, ni siquiera le importaba que su amor no fuera correspondido, quería estar junto a Ed aunque fueran solo amigos, aunque su amor fuera solo en un sentido, la idea de no ser correspondido no tenía ningún peso ante la idea de perder a su mejor y único amigo.

Corre Hacia ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora