La vida comienza de nuevo

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Treinta y un hombres, eso era todo lo que tenía el DPGC. Treinta y un hombres, que básicamente entrarían en guerra con el ejército de su país, todo con tal de salvar a una ciudad que estaba en ruinas. Treinta y un hombres, dos de ellos comprometidos y con promesas de toda una vida por delante, dos hombres que habrían podido escapar pero decidieron quedarse, uno para pelear por la ciudad que amaba, otro para proteger al amor de su vida o, en contraparte, morir a su lado. Dos hombres que habían atravesado el infierno juntos, y habían reinado; dos hombres que habrían preferido morir a tener que pasar el resto de su vida sin el otro, o someter al otro a tal sufrimiento y dolor. Dos hombres, con una promesa, vivir y ser el uno del otro.

Todo podía ser un completo desastre, ambos lo sabían, no tenían nada a su favor, y la muerte parecía lo más probable, pero decidían seguir a su corazón. Un corazón que gritaba fervientemente proteger su ciudad y el otro estallando en su deseo de seguir junto al otro. Aterrados por lo que podría pasar, y por poder perder al otro, pero luchando aún así lado a lado. Aunque un momento de parálisis por parte del castaño terminó por cobrar uno de los verdes ojos de su amado.
Habían lanzado una granada, ambos la vieron, pero solo uno reaccionó. “¡EDDIE!”, ni siquiera el grito del pelinegro fue capaz de sacarlo de su trance, se paralizó y lo siguiente que sintió fue el cuerpo del otro cubriéndolo, y luego sus gritos de dolor mientras una de sus manos cubría el lugar donde debía estar su ojo. Hubo un cambio en los planes, así que en el primer momento que pudo tomó a Oswald a lo más cercano que tenían a una enfermería en ese momento para poder curarlo.

-Lo siento, yo... Ví la granada y me paralicé.- su voz era intranquila, agitada, al borde del pánico mismo, y la expresión en su rostro no demostraba lo contrario. Caminaba apresurado en busca de un lugar cómodo para el más bajo mientras este interrumpía lo que decía.

-Ed, está bien. Estoy bien.

-N-no. Tú ojo.

-¡Ed!- terminó por encararlo, mientras el de lentes parecía agitarse más con cada segundo que pasaba. -Yo moriría por ti de ser necesario, un ojo no es nada, estoy bien o, al menos, lo estaré... Dime- retiraba lentamente la mano que había estado cubriendo la herida mientras hacía un esfuerzo por aguantar el dolor. -¿Qué tan mal se ve?

-Está- respiraba profundamente, intentando convencerse de lo que iba a decir mientras una arcada provocada inconscientemente al ver el estado de ese espacio en el rostro del más bajo se hacía presente. -Estará bien. Vamos.

-¿Así de mal, eh?

-No, yo. Lo siento. Solo- lo dejó sentado mientras iba por un botiquín -déjame curarte.

La atención prestada por parte del castaño a su herida reflejaba parte de la culpa que sentía, después de todo, de no haberse paralizado el otro conservaría ambos ojos. Y cómo si leyera sus pensamientos, Oswald cortó el silencio.

-No es tú culpa.

-¿Cómo...?

-Te conozco, Ed. Y esto no fue tu culpa- colocó una de sus manos en las piernas del de verde a la vez que le dirigía una sonrisa -fue mi decisión.

Correspondió a la sonrisa mientras terminaba de vendarlo, dándole un beso en su frente al hacerlo.

-Tenemos que salir vivos de esta. Así que, por favor no pierdas más partes.- la risa que provocó en el más bajo lo hizo sonreír, y su respuesta terminó por hacerlo unirse a sus risas.

-Protégeme mejor esta vez, ¿quieres?- vio como el otro al fin se relajaba un poco, había estado demasiado tenso hasta ese momento, pero una pequeña risa fue suficiente para devolverle su usual semblante. -Además, no moriría en este momento ni aunque quisiera.- el de lentes levanto la mirada para verlo fijamente -Tenemos una boda pendiente ¿lo olvidas?

Corre Hacia ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora