Un colegio prestigioso donde el poder es el principal requisito para formar parte de su comunidad, enfrenta dificultades manteniendo su reputación a causa de un problemático adolescente. ¿Qué pasa si uno de sus estudiantes tiene como fin traspasar l...
Las edades de los demás personajes se dirán en el desenlace del capítulo.
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El sol comenzaba a asomarse, coloreando las blancas nubes en tonos anaranjados, dando una paleta de colores perfecto para un atardecer. Era el típico día cliché de primer día de clases, un nuevo ciclo escolar daba la bienvenida a los alumnos. ¿Qué significaba? Levantarse con pereza a una hora temprana, cargar pesados libros y una incómoda mochila, teniendo que soportar largas jornadas de estudio.
Una jodida mierda.
El simple hecho de pensarse en un aula soportando amargados adultos hablar y hablar le ponía de mal humor, lo único que lo reconfortaba era que podría socializar. Hisoka siendo un adolescente extrovertido se entretenía fácilmente conociendo a los de nuevo ingreso o incluso con sus amigos actuales pasaba un divertido rato.
— Hey —saludó a uno de los coordinadores que recibían a los estudiantes en la entrada principal, haciendo un ademán con la cabeza y ofreciendo una sonrisa relajada aún teniendo en cuenta que su puntualidad era retardada. Recibió un sermón.
El pelirrojo se encontraba cursando en un colegio de prestigio donde el poder era el principal requisito. En este colegio es donde hijos de cazadores, artistas, empresarios, hasta los cazadores de menor edad y personas de la élite eran inscritos, contando con una impecable reputación siendo de las más respetadas del mundo.
Claro que por ser una escuela con altas expectativas solía ser muy estricta con sus reglas, lo cual no podía importarle menos al ojimiel. Su personalidad despreocupada era una de las principales razones de su gran popularidad, siendo acompañado por su gracioso sentido del humor e inteligencia. Aunque el adolescente fuera el culpable de diversas travesuras, era casi imposible reprenderle porque terminaba siendo de los más altos en calificaciones, añadiendo que era terriblemente peligroso. Eso lo sabían los maestros, coordinadores y directores, Hisoka Morrow era casi intocable.
Y el bonus era su increíble físico, consciente sacaba provecho de esto siempre.
El eco de sus pisadas y las bombas de chicle reventarse eran el único sonido en el vacío pasillo, pasando los clásicos casilleros yendo en dirección a su próxima aula con ambas manos en los bolsillos de su pantalón. Ah, claro. El uniforme era de las cosas que el Morrow detestaba más, obligado a usar una asfixiante corbata, un estorboso saco de vestir color vino, incómodos pantalones grisáceos y una camisa blanca con el logo de la escuela en un costado.
