Un colegio prestigioso donde el poder es el principal requisito para formar parte de su comunidad, enfrenta dificultades manteniendo su reputación a causa de un problemático adolescente. ¿Qué pasa si uno de sus estudiantes tiene como fin traspasar l...
Las edades de los demás personajes se dirán en el desenlace del capítulo.
La canción la encontrarás en multimedia.
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— ¡No! ¡No le hagas daño! ¡Por favor! —los trémulos gritos llenaban la habitación, su voz desgarradora pidiendo piedad junto con lágrimas cayendo en sus sonrojadas mejillas por tanto llanto daba un aspecto tan lastimero, el ojiazul nunca había sentido tanta impotencia crecer en su pecho. Sentía su corazón encogerse.
— Pequeño Hisoka, esto me duele tanto como a ti. Pero sí no te doy una lección nunca aprenderás... —dijo apretando aún más su puño alrededor del pequeño cuello del minino—. ¿Ves lo que me haces hacer? Su sangre estará en tus manos por el resto de tus días, acabas de arrebatarle la vida a un animal inocente por tu desobediencia.
— ¡Basta! ¡Déjalo libre! ¡Juro no volver a hacerlo! —suplicó viendo al indefenso gato arañar el brazo del hombre que le asfixiaba en un desesperado intento de liberarse. Los muribundos y desesperados maullidos sólo hacían que el lloriqueo del mago aumentaran.
Y sin más con sus propias manos separó la cabeza del cuerpo decapitándolo, salpicando de su sangre el rostro de Hisoka mirando aterrado al hombre frente suyo con el gato destrozado, escuchando un "crack" cuando el mayor hizo pedazos el cráneo del animal. Sentía como si en su garganta le desgarrasen con millones de agujas las cuales anulaban el paso de su voz.
Había sido su culpa, él sabía que no se permitía llevar cualquier tipo de criatura no humana ahí y aún así lo hizo. Llevo a ese pobre felino a su propia muerte, era su culpa.
— Hey, pero mira que tierno eres —dijo acariciando al gato, quien le observaba con unos grandes ojos azulados y lamía su palma en busca de más contacto—. Puedo llevarte conmigo si eso deseas —sonrío al escuchar un maullido como respuesta, cargándolo y metiéndolo a su mochila dejando su cabeza al aire libre.
En realidad era muy buena compañía, el camino de su casa al colegio fue menos pesado al tener un ronroneo en su oído y alguna que otra lamida en su nuca.
— Denle la bienvenida a nuestro nuevo miembro —presentó al siamés sacándolo de la mochila y alzándolo para que el cuarteto frente suyo le viera—. Se llama Puré.
— ¿Qué clase de nombre es ese? —preguntó Feitan.
— No sé, siempre he pensado que los siameses son color puré de papa.
