El final se acerca. Sucede algo inesperado gracias a lo que Jaz tendrá que hacer un cambio de planes y luchar por escapar de esa situación, pero finalmente logra encontrar a sus amigos y la caza de Horrocruxes comienza.
Jaz tendrá que superar prue...
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—Ven aquí, bonita —dijo un hombre, agarrando a Jaz de los brazos con fuerza. Ella no tuvo tiempo de reaccionar porque él ya la estaba apuntando con la varita en el cuello, peligrosamente cerca de enterrársela.
Pero no se iba a quedar sin hacer nada. Le propinó un fuerte codazo en el costado al hombre que la había agarrado, y cuando este la soltó, Jaz se dio la vuelta y le dio un puñetazo en la cara, que lo mandó contra un árbol y se golpeó en la cabeza, entonces cayó aturdido al suelo y no se levantó de nuevo.
Antes de que pudiera hacer algo más para defenderse, un segundo hombre la tomó de las muñecas y la apegó con fiereza contra el tronco de otro árbol, manteniendo los brazos sobre su cabeza y mirándola como si fuera un pedazo de pastel delicioso, a la vez que la apuntaba con la varita en el cuello. Ahora sí que estaba inmovilizada.
Jaz entró completamente en pánico y estaba aterrada sin saber qué hacer. Vio cómo Harry, Ron y Hermione eran arrastrados fuera de la tienda, y Jaz no pudo evitar fijarse en que el rostro de su novio no era igual que siempre. Estaba rosado y el doble de grande, como si hubiese tenido una extraña reacción alérgica muy grave, y la chica comprendió que se trataba de un embrujo punzante.
—¡Suéltela! —le gritó Ron al hombre que sostenía a Hermione. Y de inmediato le propinaron un puñetazo; Ron gruñó de dolor y Hermione chilló:
—¡No! ¡Déjenlo! ¡Déjenlo!
—A tu novio le va a pasar algo mucho peor si está en mi lista —le advirtió la voz ronca, horriblemente familiar—. Qué chica tan deliciosa... Qué maravilla... Me encanta la piel tan suave...
A Jaz se le revolvió el estómago. Era Fenrir Greyback, el hombre lobo al que permitían hacerse pasar por mortífago a cambio de sus servicios.
—¡Registren la tienda! —ordenó el hombre que sostenía a Jaz contra el árbol.
—¡Eh, suéltala! —gritó Harry, pero le dieron un puñetazo en el estómago.
Tiraron a Harry al suelo, boca abajo, y luego a Ron. Se oyeron pasos y golpes; los hombres registraban la tienda, revolviéndolo todo y volcando las sillas.
—Greyback —llamó el hombre que tenía a Jaz. Ella estaba deseando que no la reconocieran, pero sus plegarias no iban a servir de nada.
El Carroñero le dio un codazo a Greyback y señaló a Jaz con la cabeza. Comenzaron a susurrar entre ellos.
—Es ella, ¿no?...
—No estoy seguro, su rostro está raro —contestó Greyback—. Ojalá no lo sea, porque se ve deliciosa...
—Te estoy preguntando si es ella o no.
—Te dije que no sé, Scabior, la única vez que la vi era de noche y estaba oscuro —rugió Greyback por lo bajo—. Pero creo que hay una manera de comprobarlo... —Se inclinó hacia Scabior y le susurró algo en el oído.