Lee Minho es un chico de diecinueve años con graves problemas de comportamiento y actitudes totalmente desubicadas.
Un malcriado en todo el sentido de la palabra.
Su vida perfecta se verá perjudicada cuando sus padres deciden sacarle todo y enviar...
Caminaba con la vista baja mirando las hojas en su mano. Se sentía bien, pero a la vez tenía cierta molestia que lo hizo suspirar desanimado.
Le habían entregado su examen de física que resultó tener la calificación más alta del salón, cosa que le alegraba y a la vez lo hacía sentir raro.
¿Cuándo fue la última vez que obtuvo una nota tan alta?
Hace unos días había estado ansioso e impaciente por tener esas hojas en la mano, pensando en mostrarle a Jisung que había logrado hacer algo bien, esperando que el mayor lo felicitara y le dijera que lo estaba haciendo bien. Ahora en lo único que pensaba era en quedarse callado y no decir nada, porque ya no estaba muy animado, no después de lo que pasó la noche anterior.
Jisung le había dejado claro que no pasaría nada, incluso le escupió bruscamente que aquel beso sólo había sido por mero gesto de solidaridad con él.
¿No se daba cuenta que quería más?
Admitía que no era muy bueno disimulando, y estaba seguro que en más de una ocasión dejó en claro que quería más de él, que estaba sintiéndose realmente atraído. La tarde anterior le pidió algo a cambio de su aprobado seguro, y era obvio que iba a pedirle un beso, pero con lo que había pasado la noche anterior esa idea se esfumó apenas tocó la cama y trató de volver a dormir muriéndose de frío.
Ahora estaba tan cansado y somnoliento que sólo quería dormir toda la tarde, pero debía cumplir su horario de trabajo en la cafetería. No se estaba sintiendo muy bien de hecho, quizá estaba por enfermarse al haber dormido casi congelado, pero no le estaba dando importancia.
Bostezó durante todo el camino a casa, incluso se tropezó un par de veces por ir casi en las nubes.
— Hola cielo —saludó Eunji cuando lo vio entrar.
— Hola omma —respondió apenas mientras se dirigía a la escalera—, dormiré un rato en lo que llega hyung —avisó.
— Está bien —dijo simplemente, viéndolo subir. Hizo el ademán de ir con él cuando lo vio tropezarse en un escalón, pero Minho siguió subiendo luego de maldecir por lo bajo. No pudo evitar preocuparse.
El pelinegro llegó a su cuarto y cerró sin cuidado la puerta, tiró la mochila a un lado y se quitó las zapatillas. Dejó su examen sobre la mesita de noche y enseguida se dejó caer sobre la cama, cubriéndose con la frazada.
No demoró en caer dormido.
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