Lee Minho es un chico de diecinueve años con graves problemas de comportamiento y actitudes totalmente desubicadas.
Un malcriado en todo el sentido de la palabra.
Su vida perfecta se verá perjudicada cuando sus padres deciden sacarle todo y enviar...
Minho no recordaba otro momento en el que haya estado tan tranquilo y a gusto, a pesar de que todo el cuerpo le dolía no podía evitar hacer a un lado la molestia y concentrarse en los dedos que acariciaban gentilmente su cabello, haciéndolo cerrar los ojos por momentos.
— No te duermas, tenemos que ir a comer todavía —le dijo Jisung sin dejar de mover su mano sobre las hebras oscuras. También lo hacía a propósito, disfrutaba mucho el molestar de alguna forma a su malcriado.
— Entonces deja de tocarme el cabello, hyung —se quejó acomodándose mejor de lado para abrazarlo, usándolo de almohada.
— Me gusta tocarte —murmuró con una sonrisa divertida, pero inmediatamente apartó la mano y se acomodó también de lado sólo para abrazar al menor que no se quejó para nada ante el gesto.
— Babo-Sung, ¿el rubio no es tu color natural, verdad? —preguntó de golpe mientras pasaba el índice por uno de los tantos lunares que el mayor tenía en el pecho.
— No, es el castaño.
— ¿Y quién te dijo que el rubio te quedaba bien, eh? —inquirió con malicia.
— Tú, cuando te enamoraste de mí, niño tonto —respondió al instante escondiendo una sonrisa divertida.
Minho inmediatamente borró su diversión y no hizo más que estirar su labio inferior mientras le daba un empujón, haciendo reír por fin al rubio que sólo lo abrazó más fuerte.
— Deja de decirme niño, sólo eres un año mayor —se quejó.
— Eres un niño para mi, bebé.
El menor iba a quejarse de nuevo, pero prefirió callarse porqué sino iban a terminar discutiendo.
— Babo-Sung, deberías pintarte el cabello de negro —opinó sonriendo entusiasta.
— ¿Para qué? No creo que me quede bien.
— Color de pareja —declaró separándose un poco todavía sin dejar de sonreír —, quiero que tengas el cabello negro, ¿puedes? Hazlo por mi, hyung —suplicó separándose por completo para ver al rubio a la cara.
— Después me dices que no te diga niño —dijo sonriendo.
— Ya no me quejaré si te pintas el cabello de negro.
— Aunque te quejes igual seguiré diciéndotelo —declaró sin importancia—, y no creo que el negro me quede, así que olvídalo.
Minho frunció el ceño y lo miró con molestia, pero Jisung ni se inmutó.
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