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—Chanyeol.

Yeol se situó en la base de las escaleras del estrado mientras su nombre se esparcía en tonos de sorpresa e incredulidad por el patio. Yifan se arrodilló ante él, su ejército se arrodilló ante él. Fue como volver a casa, hasta que su nombre, propagándose hacia el exterior a través de las filas reunidas de soldados Akielenses, golpea a los plebeyos Verecianos que se amontonaban en los bordes del lugar, donde cambió.

La sorpresa fue diferente, una doble sorpresa, propagaba el impacto ahora, de furia, de alarma. Yeol  escuchó la primera voz de protesta, un aumento de violencia, ahora una nueva palabra en la boca de la multitud.

Príncipe Asesino.

El silbido de una roca, lanzada. Yifan se levantó de sus rodillas, desenfundando su espada. Yeol levantó su mano en una señal de alto, deteniendo a Yifan al instante, su espada mostraba unos centímetros de acero Akielense.

Podía ver la confusión en el rostro de Yifan, mientras el patio a su alrededor comenzaba a desintegrarse.

—¿Chanyeol?

—Ordénale a tus hombres que se contengan, —dijo Yeol, incluso mientras el sonido agudo del acero acercándose lo hizo girarse rápidamente.

Un soldado Vereciano con un casco gris había blandido su espada, y miró fijamente a Yeol mientras pensó que enfrentaba a su peor pesadilla. Era Taeyang; Yeol reconoció el blanco rostro bajo el casco.

Taeyang estaba sosteniendo su espada frente a él de la manera en que Sehun había sostenido el cuchillo: entre dos manos temblorosas.

—¿Chanyeol?—dijo Taeyang.

―¡Esperen! —Yeol ordenó de nuevo, gritando para ser escuchado sobre la multitud, sobre el nuevo y ronco grito en Akielos, ¡Traición! Significaba la muerte el blandir una espada contra un miembro de la familia real de Akielos.

Aún mantenía a Yifan atrás con el gesto de su mano extendida, pero podía sentir cada nervio en Yifan tensarse debido al esfuerzo de mantenerse a sí mismo en su lugar.

Había gritos salvajes ahora, el delgado perímetro rompiéndose mientras la multitud se acrecentaba para huir con el impulso del pánico. Para convertirse en estampida y salir del camino del ejército Akielense. O para moverse hacia ellos. Vio a Haechan escanear el patio, la tensión del miedo en sus ojos era claro. Los soldados podían ver lo que una turba de campesinos no: que la fuerza Akeliense dentro de las paredes (en el interior de los muros) superaban en número a la guarnición esquelética Vereciana quince a uno.

Otra espada fue desenfundada junto con la de Taeyang, un soldado Vereciano horrorizado. Ira e incredulidad se mostraban en algunos rostros de la guardia Vereciana; en otros había miedo, mirando con desesperación a algún otro en busca de guía.

Y en la primera brecha derramándose en el perímetro, el frenesí en espiral de la multitud, la guardia Vereciana no permaneció por mucho tiempo completamente bajo su control, Yeol vio la manera en que subestimó por completo el efecto de su identidad en los hombres y mujeres de este fuerte.

«Chanyeol, el príncipe asesino».

Su mente, usada para tomar decisiones en el campo de batalla, dio un barrido al patio, y tomó la decisión del comandante: para minimizar las perdidas, para limitar el derramamiento de sangre y el caos, y para asegurar Ravenel. Los guardias Verecianos estaban más allá de sus órdenes, y la gente Vereciana... si estas amargas y furiosas emociones podían ser calmadas entre la gente Vereciana, él no sería el que lo hiciera.

Sólo había una manera para evitar lo que estaba a punto de suceder, y que era para contenerlo; para bloquearlo, para asegurar el lugar de una vez por todas.

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