VIII

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Podía haber sido nada más que una simple intrusión. La decisión de Yeol de seguir a los jinetes arrastró a los hombres a cabalgar junto a él en la penumbra que precede al amanecer. Salieron de Marlas y se dirigieron al oeste a través de los largos campos. Pero no encontraron nada hasta que llegaron al primer pueblo.

Primero notaron el olor. El sofocante y agrio olor a humo, que soplaba desde el sur. Las granjas más lejanas estaban desiertas y ennegrecidas por el fuego, que todavía ardía en algunos lugares. Había grandes terrenos de tierra quemada que espantaba a los caballos con su alarmante calor cuando pasaban por ella.

Empeoró cuando condujeron sus caballos hacia adentro de la aldea. Un comandante experimentado; Yeol sabía lo que sucedía cuando los soldados cabalgaban a través de tierras pobladas. Una vez advertidos, tanto los jóvenes como los viejos, las mujeres y los hombres, intentaban dirigirse hacia el campo, utilizando las colinas como refugio, junto a su mejor ganado o las provisiones que habían podido reunir. Si no eran advertidos, quedaban a merced del líder de la tropa; el más benevolente de ellos haría que sus hombres pagaran por las provisiones que habían tomado, y por las hijas e hijos con los que se habían entretenido. En principio.

Pero debido a que aquello era diferente a la vibración que producen los cascos en la noche, sumidos en una confusión enardecedora no tuvieron oportunidad de escapar, solo algo de tiempo para trabar las puertas.

Encerrarse dentro de sus hogares era un recurso instintivo, pero no útil. Cuando los soldados prendieron fuego las casas, tuvieron que haber salido de ellas.

Yeol desmonto, sus talones pisando la tierra ennegrecida, y observó los restos que quedaban de la aldea. Baekhyun estaba refrenando su caballo detrás de él; una pálida y delgada figura en comparación con Jackson y el resto de los hombres Akielanos, que cabalgaban en la tenue luz del amanecer.

Había una sombría familiaridad entre los rostros de Vere y los de Akielos. Breteau estaba en las mismas condiciones. Y Tarasis. Aquella no era la única aldea desprotegida que había quedado arruinada por un ataque.

—Envía a un grupo atrás de los jinetes. Nosotros nos detendremos aquí para enterrar a los muertos.

Mientras hablaba, Yeol vió que un soldado liberaba a un perro de la cadena que lo sometía. Frunciendo el ceño, observó como este corría a toda velocidad a través de la aldea, deteniéndose en una de las construcciones más alejadas, rascando la puerta.

Su ceño se profundizó. La dependencia estaba alejada del grupo de hogares. Se mantenía intacta. La curiosidad hizo que se acercara; las botas volviéndose gris con las cenizas. El perro estaba produciendo un lastimoso y alto sonido. Puso su mano sobre la puerta de la casa y la encontró firme. Habían echado el pestillo desde adentro.

Detrás de él, la temblorosa voz de una infantil dijo:

—No hay nada aquí. No entres.

Se volvió. Era una criatura de nueve años, de género indeterminado, probablemente una niña. Pálida, había aparecido desde dentro de la pila de leña amontonada contra la pared de la dependencia.

—Si no hay nada aquí, ¿Por qué no fijarnos dentro? —se escuchó la voz de Baekhyun. Éste se mantenía calmo, con su invariable y exasperante lógica, a medida que avanzaba a pie; junto a él se encontraban tres soldados Veretianos.

—Es solo una vieja construcción. — respondió la niña.

—Mira —Baekhyun se arrodilló frente a la niña y le mostro las estrellas en su anillo. —. Somos amigos.

—Mis amigos están muertos —dijo la niña.

—Rompan la puerta —ordenó Yeol.

Baekhyun sostuvo a la niña. Se necesitó dos impactos del hombro de un soldado antes que la puerta cediera. Yeol cambió su mano que estaba en la empuñadura de la espada hacia la del cuchillo, y avanzó hacia el confinado lugar.

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