XVI

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Lo mejor era mantener a Kyungsoo dentro del carruaje hasta que el intercambio estuviera garantizado, dijo Baekhyun, y así los dos cabalgaron a Kingsmeet solos.

Eso encajaba en los mismos protocolos del Kingsmeet. Estrictamente fomentaba sus leyes de la "no-violencia". Era un santuario, un lugar para conversar, con reglas de paz viejas como los siglos. Los Peregrinos podían entrar, pero los grupos de soldados no estaban permitidos dentro de sus murallas.

Había tres "fases" o etapas en su llegada. Primero, a través de las llanuras largas. Después, al pasar las puertas. Y por último, entrarían al Salón, y de ahí en adelante pasando la cámara interior que albergaba la Piedra del Rey. El Kingsmeet en el horizonte era una corona de mármol blanco, primera en su visión en el único lugar en la amplia y polvosa llanura. Cada soldado vestido de blanco en el Kingsmeet vería la llegada de Yeol con Baekhyun: Dos humildes peregrinos a caballo llegando a hacer su tributo.

—Se acerca al Kingsmeet. Diga su propósito.

La voz del hombre se oía muy poco, proviniendo de una altura de quince metros. Yeol entrecerró sus ojos y contestó de vuelta:

—¡Somos viajeros! Viniendo aquí a pagar tributo a la Piedra del Rey.

—Toma la promesa, viajero, y sé bienvenido.

Con un sonido de cadenas moviéndose, la reja se levantó. Guiaron a sus caballos a las puertas, pasando la enorme y pesada reja de hierro delimitada por cuatro inmensas torres de piedra, como en Karthas.

Adentro, desmontaron para encontrarse con un hombre viejo, cuyas prendas blancas estaban sostenidas en su hombro por un broche dorado, y quien, cuando ellos ceremonialmente dieron una gran cantidad de oro como tributo, avanzó hacia ellos para ponerles una banda blanca sobre el cuello de cada uno. Yeol se tuvo que agachar un poco para ello.

—Este es un lugar de paz. Ningún golpe se ha de dar, ninguna espada se ha de desenvainar. Los hombres que rompen la paz con el Kingsmeet deben encarar la justicia del Rey. ¿Aceptan este compromiso? —Les dijo el anciano.

—Acepto—contestó Yeol. El hombre se volteó hacia Baekhyun, quien dijo igualmente:

—Acepto—Y ambos entraron.

No esperaba la tranquilidad veraniega del lugar, pequeñas flores creciendo en las pendientes del pastizal que guiaban al antiguo salón, los bloques masivos restos de piedra prominentes de sus primeras estructuras de hacía ya mucho tiempo.

Sólo había estado ahí durante ceremonias, los kyroi y sus hombres abarrotando las laderas y su padre de pie poderoso en el Salón.

Había sido él un infante la primera vez que vino aquí, presentado a los kyroi sostenido por su padre.

Yeol había escuchado la historia muchas veces, el Rey levantándolo, la alegría de la nación ante la llegada de un heredero después de años de abortos involuntarios, la Reina aparentemente incapaz de dar a luz.

En las historias, nadie hablaba del pequeño Jongin de nueve años, observando desde las orillas como una ceremonia era concedida en un niño todo lo que le había sido prometido a él.

Jongin hubiera sido coronado aquí. Él hubiera sido llamado a los kyroi como Seungri fue llamado a ellos, y hubiera sido coronado de la vieja manera, con los kyroi presentes, y las caras impasibles de los centinelas del Kingsmeet observándolo.

Ahora esos centinelas lo flanqueaban. Eran una independiente guarnición militar permanente, lo mejor de lo mejor escogido de cada una de las provincias con escrupulosa neutralidad para servir en un contrato de dos años.

Kings RisingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora