XV

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Era típico de su suerte que el vagón, que había aguantado por cinco días en el lecho de un riachuelo, se rompiera tan pronto se reincorporaron a la carretera.

Se sentaba como un niño malhumorado en medio de la tierra, el segundo vagón atestado incómodamente detrás. Kibum, emergiendo debajo del vagón con una mancha en la mejilla, pronunció que era un eje roto. Yeol, quien como un príncipe de sangre no sobresalía en reparación de vagones, asintió de manera erudita, y ordenó a sus hombres repararlo.

Todos desmontaron y fueron a trabajar, levantando el vagón, cortando un árbol joven para la madera.

Fue entonces cuando un escuadrón de soldados de Akielos apareció por el horizonte.

Yeol alzó la mano para pedir silencio, silencio total. El martilleo se detuvo. Todo se detuvo. Había una vista clara de todo el camino a través de la llanura del escuadrón trotante en formación apretada: cincuenta soldados viajando al noroeste.

—Si vienen en esta dirección... —Dijo Yifan en voz baja.

—¡Hey! —Baekhyun llamó. Se estaba levantando a si mismo sobre la rueda delantera sobre la parte alta del vagón. Tenía una tira de seda amarilla en su mano, y se paró en el vagón ondeándola extravagantemente hacia el escuadrón. —¡Oigan ustedes! ¡Akielanos!

El estómago de Yeol se contrajo, y dio un impotente paso hacia delante.

—¡Detenlo!—Dijo Yifan, haciendo un movimiento similar hacia delante, demasiado tarde. En el horizonte, el escuadrón estaba virando como una bandada de estorninos.

Era demasiado tarde para detenerlo. Demasiado tarde para agarrar el tobillo de Baekhyun. El escuadrón los había visto. Breves visiones de estrangular a Baekhyun no eran de ayuda. Yeol miró a Yifan.

Estaban sobrepasados en número, y no había donde esconderse en esta amplia, plana llanura. Los dos sutilmente se cuadraron hacia el inminente escuadrón. Yeol juzgó la distancia entre él y el más cercano de los soldados que se aproximaban, sus oportunidades de matarlos, de matar suficientes de ellos, para igualar las posibilidades para los otros.

Baekhyun estaba bajando del vagón, aun agarrando la seda. Saludo al escuadrón con una voz aliviada y una versión exagerada de su acento Veretiano.

—Pero gracias, oficial. ¿Qué podríamos haber hecho si no se hubieran detenido? Tenemos dieciocho rollos de tela para entregar a Milo de Argos, y como pueden ver Christofle nos ha vendido un vagón defectuoso.

El oficial en cuestión era identificable por su caballo superior. Tenía cabello negro corto debajo del casco, y el tipo de expresión inflexible que solo venia de entrenamiento extenso. Miro alrededor por un Akeliano, y encontró a Yeol.

Yeol trató de mantener su propia expresión insulsa y no mirar hacia los vagones. El primero estaba lleno de tela, pero el segundo estaba lleno de Kyungsoo, con Ryeowook y su esposa también apiñados ahí.

En el momento en que las puertas volaran abiertas, estarían descubiertos. No había vestido azul para salvarlos.

—¿Son comerciantes?

—Lo somos.

—¿Qué nombre? —Dijo el oficial.

—Jonghyun. —Dijo Yeol, quien era el único comerciante al que conocía.

—¿Tu eres Jonghyun el renombrado comerciante de tela de Veretiana? —Dijo el oficial escépticamente, como si fuera un nombre conocido para él.

—No. —Dijo Baekhyun, como si eso fuera la cosa más tonta del mundo. —Yo soy Jonghyun el renombrado comerciante de tela de Veretina. Este es mi asistente. Loey.

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