VII

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La primera coalición militar de Vere y Akielos inició desde Fortaine por la mañana, después de la ejecución de los hombres de Jackson. Había muy pocos problemas, las ejecuciones públicas habían sido buenas para la moral de los soldados.

No habían sido buenas para la moral de Jackson. Yeol observó al general balancearse en la silla de montura, y luego tirar con fuerza de las riendas. Los hombres de Jackson eran una línea de capas rojas atravesando completamente la mitad de la longitud de la columna.

Los cuernos sonaron. Los estandartes se levantaron. Los heraldos tomaron su posición. El heraldo akielense estaba a la derecha, el heraldo vereciano a la izquierda, sus estandartes cuidadosamente adaptados a la misma altura. El heraldo vereciano era llamado Jisoo y tenía los brazos muy fuertes, porque los estandartes eran pesados.

Yeol y Baekhyun estaban cabalgando uno junto al otro. Ninguno de ellos tenía al mejor caballo. Ninguno de los dos tenía la armadura más costosa.

Yeol era más alto, pero nada se podía hacer al respecto, había dicho Jisoo con una expresión impenetrable. Jisoo, Yeol estaba aprendiendo, tenía algo en común con Baekhyun, en que nunca era una simple cuestión de saber cuándo estaba bromeando.

Llevó a su caballo junto a Baekhyun, a la cabeza de la columna. Era un símbolo de su unidad, el Príncipe y el Rey montando uno al lado del otro, como amigos. Mantuvo sus ojos en el camino.

―En Marlas, nos quedaremos en habitaciones adyacentes ―dijo Yeol―. Es el protocolo.

―Por supuesto ―dijo Baekhyun, con sus ojos también en el camino.

Baekhyun no mostró ningún signo de sufrimiento, y se incorporó en la silla, como si nada le hubiera sucedido a su hombro. Él les habló con encanto a los generales e incluso tuvo una agradable conversación en respuesta a Yifan, cuando Yifan le habló.

—Espero que el joven herido le fuese devuelto con seguridad.

—Gracias, regresó con Shindong—dijo Baekhyun.

"¿Para un bálsamo?" abrió la boca Yeol para decir, y no lo hizo.

Marlas estaba a un día entero de recorrido, y ellos establecieron un buen ritmo. El aire era muy fuerte y con sonido, una fila de soldados, jinetes delante, sirvientes y esclavos detrás.

Cuando la columna pasó cerca, los pájaros despegaron, un rebaño de cabras huyó a un lado de la colina.

Era por la tarde cuando llegaron al pequeño puesto de control manejado por los soldados de Yifan y supervisado por una torre de señal akielense. Ellos la atravesaron.

El paisaje en el otro lado no parecía diferente; ricos campos de hierba, verde de una primavera de generosa lluvia, magullado en las orillas por donde ellos pasaban. Al momento siguiente, los cuernos sonaron, triunfantes y solitarios al mismo tiempo, el sonido puro absorbido por el cielo y el amplio paisaje abierto a su alrededor.

—Bienvenido a casa—dijo Yifan.

Akielos. Él tomó una bocanada de aire akielense. En los meses de cautiverio había pensado en este momento. No pudo evitar mirar a su lado a Baekhyun, su postura y expresión tranquila.

Atravesaban la primera de las aldeas. Cerca de la frontera, las grandes granjas tenían paredes exteriores rudimentarias de piedra, y algunas eran como fortalezas improvisadas, con puestos de observación o sistemas de defensa de comprobada eficacia. El paso del ejército no sería una sorpresa, y Yeol estaba preparado para la reacción de la gente de su país de diversas maneras.

Había olvidado que Delpha se había convertido en una provincia akielense hace sólo seis años, y que antes de eso, por el lapso de toda su vida, estos hombres y mujeres habían sido ciudadanos de Vere.

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