XII

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Lo más extraño de todo era que solo podía pensar en su padre.

Se sentó en la orilla de la cama de su habitación, con los codos sobre sus rodillas y frotándose los ojos con la yema de sus dedos.

Baekhyun girándose y viéndolo a través de la rendija había sido lo último de lo que había sido verdaderamente consciente. Había dado un paso atrás para alejarse de él, luego otro, después se volteó y se apresuró para subir las escaleras rumbo a los cuarteles, perturbado. Nadie lo había molestado desde entonces.

Necesitaba el silencio y la soledad, tiempo a solas para pensar, no podía razonar, el palpitar en su cabeza era demasiado fuerte, las emociones en su pecho eran un enredo.

Tal vez tenía un hijo, y su padre era en lo único que podía pensar.

Era como si una membrana protectora se hubiera desgarrado y todos esos sentimientos reprimidos hubieran salido detrás de la ruptura. No había quedado nada para sostenerlo, solo ese crudo y terrible sentimiento, de haber sido negado por su familia.

En su último día en Ios, se había arrodillado, la pesada mano de su padre se posó en su cabello, era demasiado ingenuo y muy estúpido como para ver que la enfermedad de su padre había sido un asesinato. El olor a cebo y a incienso se mezclaba densamente con el sonido de la elaborada respiración de su padre. Las palabras de su padre habían sido hechas a partir de su aliento, nada quedaba del tono grave de su voz.

—Dile a los médicos que voy a estar bien—dijo su padre—Quiero ver todo lo que mi hijo consigue al sentarse en el trono.

En su vida, solo había conocido a uno de sus padres. Su padre había sido para él un conjunto de ideales, un hombre al que debías mirar hacia arriba, y esforzarte para complacerlo, una medida contra la cual él debía compararse. Desde la muerte de su padre, no se había permitido pensar o sentir nada más que la determinación para regresar, vería su casa de nuevo y se reestablecería en el trono que le pertenecía.

Ahora sentía como si estuviera parado frente a su padre, sintió su mano en su cabello, como jamás lo volvería a sentir. Siempre había querido que su padre estuviera orgulloso de él, y al final, le había fallado.

Hubo un sonido desde el marco de la puerta. Volteó y vio a Baekhyun.

A Yeol se le entrecortó la respiración. Baekhyun estaba cerrando la puerta detrás de él y entrando.

Tendría que lidiar también con esto. Trató de recomponerse a sí mismo.

—No. No estoy aquí para...—dijo Baekhyun—Solo estoy aquí.

Entonces se dio cuenta que la oscuridad en su habitación había crecido, la noche había caído y nadie había venido a encender las velas. Él había estado ahí por horas.

Alguien había mantenido a los sirvientes alejados. Alguien había mantenido a todos fuera. A sus generales y sus nobles, y cada persona que tenía asuntos pendientes con el Rey habían sido despedidos de su habitación. Se dio cuenta de que Baekhyun había acordado esta solicitud por él. Y su gente, temiendo la fiereza y fuerza del príncipe foráneo, había obedecido las órdenes que Baekhyun había dado y se mantuvieron al margen. Estaba estúpida y profundamente agradecido por ello.

Miró a Baekhyun, intentando decirle cuánto significa esto para él, pensó que a como estaba, le tomaría un momento antes de poder decir una palabra.

Antes de que pudiera decir algo, sintió los dedos de Baekhyun en la parte de atrás de su cuello, la sorpresa del toque lo tomó desprevenido en un tumulto de confusión mientras lo atraía hacia el mundo real de manera simple. Era, por parte de Baekhyun, algo ligeramente extraño; dulce, raro; rígido con una inexperiencia que resultaba obvia.

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