Capítulo 5

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Draco Malfoy
10 de diciembre del 2002.

Un boda es muy difícil de planear, tengo la suerte de que las mujeres se han hecho cargo, realmente no tengo ganas de pensar en un boda que no quiero. Menos de una semana es el tiempo que me queda, el tiempo parece correr rápido, la adrenalina viaja en mi sangre y estoy atento a cada pequeño detalle, cualquier cosa fuera de mi control es un problema.

Hoy regrese a Gringotts, Lucius ha puesto a mi nombre unas de las bóveda más antiguas de la familia Malfoy. Siempre he estado al tanto de la riqueza, pero esa bóveda me dejó sorprendido, montones y montones de oro apilado, joyas elegantes, túnicas, cuadernos, un sin fin de cosas adornadas en diamantes. Esta es la que dejaré de herencia a mi futuro hijo, es al menos lo que dice mi padre, dudo que un hijo mío toque alguna vez una de esas monedas.

Lucius recibió un llamado urgente, teniendo que salir a toda prisa. Dude unos segundos antes de irme, tengo una bóveda personal que revisar, le pido a los goblins que me lleven. Esta es diferente, solo llenada con dinero que he ganado, ni un peso de la familia, no es nada comparado con la otra bóveda, pero es mío y puedo hacer con el dinero lo que quiera. Mi petición es clara, retiraré todo el dinero, es como si nunca fuese existido.

Regresó luego de unas horas a la mansión, pasó directamente a mi laboratorio. La puerta abierta delata la presencia de alguien y me preocupa, trato de recordar si deje todo oculto, no puedo cometer un error, no ahora.

—Annie —exclamó cuando entró y la veo a ella, aún tiene puesta una capa de viaje, quiere decir que no tiene mucho que llego.

— ¿Dónde estabas Mon amour? —pregunta de inmediato. Hay algo extraño en ella, la observó con detalle, su expresión es decidida y molesta, aunque se ve un poco pálida.

—En Gringotts, Lucius me acompañaba, ha pasado las bóvedas de la familia a mi nombre —le cuento, Annie se toma el tiempo decidiendo si me cree, cuando lo acepta, asiente.

Camina hacia mí, pero el repentino movimiento le hace marear, gracias a mis reflejos actuó rápido y la sostengo evitando que caiga.

— ¿Te encuentras bien?

—Me he sentido algo enfegma, el clima helado, pego estage pegfecta —es su respuesta, soy un experto en mentir y sé que ella lo está haciendo, igual lo dejo pasar—, Necesitamos hablag.

—Por supuesto, aceptaras que es mejor si vamos a la sala y de paso le pedimos a los elfos comida.

—No —rechaza la propuesta y me frustró, al menos no parece que haya dejado nada fuera de su puesto —tengo algo que debes veg —la observó expectante, ella saca entonces una cajita de madera del bolsillo de su capa, no la reconozco.

Me mira esperando que hable, nota mi confusión y procede a abrir. Dentro envuelto en un pañuelo se encuentra un pequeño vial en color dorado, jamás imagine que podría ser eso y un jadeo de sorpresa escapa de mis labios. Me doy cuenta tarde de la equivocación, su sonrisa me dice que he actuado justo como esperaba.

—Clagamente sabes que es —me controlo, es en vano mentir, nunca debí subestimarla, ahora piensa que me ha atrapado y quizás sea así.

— ¿De dónde lo sacaste? —pensé en todo momento que me había desecho del vial, era un riesgo tenerlo conmigo. Es una prueba irrefutable que tuve que ver con lo ocurrido a Harry.

—Lo tomé de tu capa al volveg del ministegio —me regaño mentalmente por la estupidez, —, puedes empezag a explicagme Mon amour.

—No tengo nada que explicar, es solo un vial vacío —no es cierto, de haber podido lo fuese desaparecido, pero el contenido es muy fuerte y no lo permitía, cuando la sustancia llega al cuerpo humano pasa desapercibida, por más que revisen nunca encontrarán rastro de la Poción, pero el frasco es otra historia.

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