¿Cómo se lo dirá a Yenny y a Leonardo? Madre mía, Dayse se iba a morir, no sin antes matarlo por haber puesto en peligro a Erick y a Christopher.
Estaba bloqueado, ¿cómo los encontrará, por dónde empezar?
El solo pensar en lo que en este momento Joel y su pandilla les estarán haciendo le ponía los pelos de la nuca de puntas y que su presión se bajara.
Su hijo, su niño inocente, su ángel...
María solo se dedicaba a estar a su lado en silencio, no había forma de reconfortarlo.
Un poco lejos de la entrada de la puerta principal se escuchó una risa escandalosa que solo podía pertenecerle a una persona.
Erito levantó su cabeza y prácticamente corrió a la puerta principal, abriéndola sin cuidado. Ahí estaban.
Christopher dejó de reír del chiste de Erick al ver la cara descompuesta de Erito. Ambos adolescentes con bolsas de McDonald's en sus manos observaban con confusión al inspector, quien solo acertó a abrazarlos desesperadamente y aliviado.
—¡Erito, las hamburguesas!— se quejó Christopher.
—Papá, ¿estás bien, qué pasa?— preguntó Erick algo alarmado por el comportamiento de su padre.
Erito se separó de ellos agarrado a su hijo de las mejillas inspeccionándolo.
—¿Os hicieron algo, estáis bien?— preguntó haciendo el mismo gesto con Christopher.
Ambos chicos asintieron algo asustados.
—Muy bien...— dicho esto cambió su cara de alivio por una seria. —¿Se puede saber por qué cojones no respondéis a las llamadas?—
Erick y Christopher se miraron mutuamente.
—¿¡Vosotros el móvil para qué lo tenéis!?— exclamó alarmado.
—Erito cálmate.—
María se acercó y saludó a ambos con un abrazo, también estaba aliviada de verlos.
—¿Cómo estáis, nenes?— preguntó dulce.
—Muy bien.— contestó Erick sonriendo. —¿Me puedes decir qué le pasa al desquiciado de mi padre?—
—Nada, hoy tiene más paranoia de lo habitual.— dijo restándole importancia. —¿Por qué no contestasteis?—
—Pues teníamos hambre y a Christopher le dio por cocinar y se le quemó el agua que puso a hervir para cocinar los huevos.— contó mirando a su amigo quien rió al recordar lo sucedido. —Así que fuimos al McDonald's y nos dejamos los móviles en casa.—
Christopher dejó de reír para seguir.
—Y camino a casa nos entretuvimos ayudando a Doña Tere, que acaba de llegar de hacer la compra y nos regaló unas galletas de gratitud.— finalizó.
—¿Os ha seguido alguien o habéis notado algo fuera de lo normal?— Erick vio extrañado a su padre por la pregunta y negó repetidas veces. —Muy bien, ahora entrad en casa y no salgáis ni abráis a nadie hasta que Dayse o tus padres, Chris, vengan.— indicó.
—Muy bien, pero ¿por qué?— preguntó Christopher.
—Por el caso es que estamos llevando, cariño. Venga, id a comer y no os preocupéis de más. Solo son medidas de precaución.— habló María.
Los chicos entraron sin hacer más preguntas pero llenos de dudas.
—Ellos están bien, Erito, ya lo has visto. Volvamos.— dijo dirigiéndose al coche seguida por el inspector.