—Ha pasado un mes y medio, Erito.— exclamó con pesadumbre. —Un puñetero mes y no hay rastro.—
— Soy perfectamente consciente de ello, Leonardo.— aseguró dándole otro trago a su copa.
El capitán se dedicó a inspeccionarlo, la camisa y corbata desorganizadas, chaleco desabotonado, cabello desarreglado, barba sin hacerse y ojeras.. podría jurar que hasta lo ve más chupado. Estaba hecho un asco.
—¿Hace cuánto que no te das una ducha?— preguntó después de un silencio eterno.
Erito alzó sus hombros en un movimiento casi imperceptible.
—Un mes y medio, creo.— contestó viendo a un punto fijo de la habitación.
Leonardo suspiró acercándose a él para colocar su mano en el hombro de su amigo.
—Sé que los encontrarás, Erito..— animó mirándolo pero sin recibir respuesta siguió. —estás bloqueado por el cansancio, necesitas dormir algo..— Erito lo miró.
—No puedo dormir, Leo, se supone que debía protegerlos y mira— dijo sirviéndose otro trago. —entraron a mi casa, atacaron a mi mujer después de llevarse a nuestros hijos y desaparecieron.— terminó de servirse y después lo miró de reojo.
Al contrario que él, Leonardo estaba impecable con su uniforme de marino y su sombrero bajo su brazo.
—Lo que me sorprende es que tú estés así de tranquilo y presentable.—
—No te confundas...— dijo leyendo entre líneas la insinuación de Erito. —estoy roto de dolor.. es mi hijo menor y también le prometí a su madre protegerlo.— empezó para tomar asiento en la silla que estaba frente al inspector haciendo una señal de rendición con los brazos.
—Leonardo...— balbuceó Erito al ver los ojos del capitán cristalizarse.
—Fue mi casa la que allanaron para llevárselos, Erito.— acto seguido dio un golpe seco en el escrito. —¡Mi casa! ¡El lugar que se supone construí para proteger a mi familia!— la voz del hombre tembló ligeramente. —Desde hace un mes y medio escucho a mi mujer llorando el nombre de nuestro hijo e implorando porque se lo devuelvan y a Jonathan intentando consolarla en la habitación de Christopher.—
Erito no dijo nada, no se movió, solo lo escuchaba porque sabía que Leonardo necesitaba decirlo.
—Me llevé a tu hijo para cuidarlo y que lo que está ocurriendo, no hubiese pasado. Siento haberos causado a ti y a Daisy tanto dolor.— se disculpó con los ojos inundados. —La verdad es que me paso todo el día trabajando e intento llegar a casa lo más tarde posible porque no soporto ver a Yenny así y saber que yo no puedo hacer nada para quitarle el dolor.—
Silencio.
—Llego a casa a la una de la madrugada y me levanto una hora después porque es lo único que puedo dormir, me alisto y voy al trabajo no sin antes, escuchar los sollozos débiles de Yenny en la habitación de Chris.— Erito le sirvió un trago e hizo un ademán para que él lo cogiese.—Intento verme fuerte por ella, amigo...— confesó aceptando el trago y acabándolo inmediatamente.
Erito se levantó después de un rato, tomó unas pastillas y se dirigió a la puerta saliendo del despacho.
—Necesito la sangre fría.—
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Richard paseaba feliz por la gran mansión, por fin podía caminar sin ayuda del maldito bastón, había recuperando la movilidad completa en su pierna y acababa de terminar su rutina de ejercicio pero se paró en seco mientras se limpiaba el sudor.