—"Richard Camacho, Saúl García, Johann Vera, Zabdiel De Jesús, Yoandri Cabrera y Joel Pimentel, el líder, son los autores del flamante asalto a un banco en Inglaterra, Sheffield."— se escuchaba desde la sala de estar.
Saúl se encontraba en la cocina, picando algo de comer, Zabdiel y Richard en las habitaciones durmiendo, Yoandri leyendo un libro en el comedor y Joel junto con Johann viendo las noticias acomodados en el sofá.
—Búa tío, la que se ha liado.— dice Johann riendo y Joel sólo asiente victorioso como respuesta.
—"Quien está a cargo de la investigación es el inspector Col..."— la televisión se apagó y ambos chicos giraron hacia el pelirrojo, que estaba con el mando en su mano.
—Están buscando la furgoneta... ¿no creéis que en vez de estar plantados en el sofá haciendo nada, debéis deshaceros de ella ¡antes de que los policías nos encuentren!?— sugirió tirando el mando a la cara de Johann.
—Tranqui, García, no sospechan que no hemos salido del país y hasta que averigüen dónde estamos... tenemos tiempo de sobra.— dijo Joel levantándose y estirando sus músculos sin darle más importancia al tema.
—Como nos pillen te corto los huevos, Pimentel.— avisó Saúl mientras mordía su bocata.
—Primero: ¡auch!— exclamó Johann acariciando la parte golpeada de su cara. —Segundo: de eso se van a encargar Camacho y De Jesús en la madrugada.— le puso al corriente.
—Callaros, no logro concentrarme en mi lectura.— dijo Yoandri sin quitar la vista de su libro.
—Nena, ¿qué te pasa, estás en tus días?— se mofó.
El pelinegro sin dejar de leer, enseñó el dedo del medio a Johann y este sólo se rió.
—Métetelo y que te disfrute, capullo.—
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El querer atrapar a criminales que son prácticamente fantasmas es una tarea difícil, pero lo es aún más si tienes a la prensa europea metiendo sus narices y revelando pruebas falsas sobre los avances las 24 horas.
—"Por lo que se ha logrado saber, lo único con lo que el inspector Colón cuenta, es que siguen el rastro de la furgoneta en la que se escaparon los criminales..."— Colón solamente bufó sin quitar la vista de la pantalla. —"se podría decir que es lo mismo que nada, ya que no se han encontrado más prue..."—
—Debes dejar de torturarte así papá.— el inspector miró a su hijo quien tenía el mando en la mano.
—No puedo, hijo.— tomó un trago del whiskey que tenía en su mano. —Tengo a la CÍA machacándome para que los atrape y cada hora que pasa es un punto más a favor de esos tipos...—
El chico se acercó para quitarle el whiskey y sentarse a su lado.
—Con alcohol no encontrarás la solución, padre.— aseguró
—No, pero no me negarás que no tengo una buena excusa para beber esta vez, Erick.— bromeó quitándole la copa a su hijo y dándole otro trago.
Su hijo solo negó repetidas veces mientras veía a su padre rellenar la copa.
—No se lo digas a tu madre.— pidió. —Ella es más peligrosa que cualquier criminal y el sofá no es cómodo.—
Erick rió ante la cara de horror de su padre.
—Será nuestro secreto.—
El móvil de Erito empezó a sonar, a lo que este contestó de informa inmediata.
—Inspector Colón.— segundos después de descolgar la llamada, una sonrisa se formó en su cara. —En 10 minutos estoy allí.—
Una vez colgada la llamada se acercó a su hijo dándole un beso sonoro en la frente, Erick solo lo veía confundido.
—¡Esta vez voy a atraparlos, hijo!— exclamó feliz cogiendo su arma reglamentaria, su placa, su chaqueta y saliendo de casa.
Erick quedó en el sofá con la copa de whiskey en la mano, curioso le dio un trago y al instante sintió como el líquido le quemaba la garganta. Nunca entendería cómo esa sensación tan horrible le gustaba a su padre.
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—¡Mierda, mierda, mierda!— gritaba un furioso castaño mientras golpeaba el volante con fuerza.
—¡Os dije que iba a pasar esto!— recordó Saúl en el asiento copiloto mientras sacaba medio cuerpo por la ventana para disparar.
—Richard por tus muertos, aguanta, tío.— pidió Zabdiel mientras intentaba que el moreno no se desangre más.
Un impacto en el pecho, otro en la pierna y otro cerca del pulmón, no es nada fácil sobrevivir a eso sin una intervención médica inmediata.
Richard solo emitía leves gemidos de dolor, pues llevaban 30 minutos en ese coche a toda velocidad intentando perder a las patrullas que los seguían.
—¿Por qué cojones no los hemos dejado atrás aún?— preguntó Joel a Johann recargando su arma.
—¡Porque cuando desvío a una patrulla siempre aparece otra, nos estaban esperando!— respondió Johann.
—Zabdiel, ¿cómo está Richard?—
—No hay orificios de salida, tiene las balas dentro y las hemorragias no dejan de sangrar. Necesita una operación ya, porque como siga sangrando así en los próximos 20 minutos habrá muerto.— colocó una mano en la frente del chico. —Su fiebre no baja.— informó.
—¡A la mierda!— gritó Joel disparando directamente a las cabezas de los policías y Saúl imitó la acción.
Las patrullas dejaron de seguirlos 10 minutos después y Johann se adentró por callejones hasta llegar a un sitio seguro para poder intentar salvar a Richard, pues ya tenía los minutos contados.
Dejó de estar consciente segundos después de llegar.