Carta de Despedida

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Sentado sobre el pretil de concreto contemplando a la luna llena, con mi cuaderno de dibujo y lápices de colores, retratando el mágico cuadro que muy rara vez nos regala la naturaleza, quizás sea el embrujo de las estrellas que bailan en el horizonte, quizás el sonido de los insectos revoloteando en el jardín, o escuchar aquella vieja canción de antaño que siempre llevaba dentro del corazón, me cubría de magia y una sensación que el cuento de hadas jamás terminase. Un crio sensible, enfermizo y con muchas ilusiones hacia el futuro, llenando de color un mundo imaginario, con amigos de papel y tinta, creados por su imaginación o prestados de algún tomo de la biblioteca del colegio. El calendario marcaba el acecho de su doceavo cumpleaños venido a menos con la misma ilusión de cada año, sabiendo que sus amigos estarían presentes entre la gente que le rodeaba, un pequeño pastel que debía de abastecer a los miles de invitados que estarían allí.

La noche era mágica, frente a mi observatorio astrológico, hipnotizado por el vaivén de los astros a miles de kilómetros de distancia, la piel erizada por el embrujo de la aurora boreal que cubría la colina. La vi por vez primera, sucumbiendo al placer de bailar bajo el mismo ritmo que las estrellas parpadeaban, su tez blanca como la luna, su cabello suelto a hombros, y girando sobre su mismo eje, me hizo parecer que las estrellas le habían dejaron aquí. Tan guapa con su camisa a cuadros, sus jeans, y zapatillas deportivas blancas, de gustos dudosos, y miles de miedos e inseguridades, demonios que llevaba dentro y por lo que temía a la noche fría e infinita, oscura, y solitaria. Tan fuerte y frágil, tan fría y encantadora, negro y blanco, contradicción absoluta, quizás por eso me llamaba la atención, tal vez por eso no quería dejar de observarle, riéndonos de todo y de nada, el tiempo lejano, pausado, entregados a un hechizo encantador, nos consumimos en un letargo encanto.

Habían pasado ya algunos días, en las que sentado sobre el pretil de concreto esperaba encontrarme con el ángel traído de las constelaciones, había perdido la esperanza de poder observarla o bien conocerle, el séptimo día de mi larga espera la vi asomada en su gran ventanal de piso a techo, con su pijama color mayonesa y pantalón café oscuro, observando la luna encima de la copa del pino que reptaba sobre el jardín adyacente del vecino, el corazón palpitaba fuertemente, el nerviosismo por volver a verle me consumía hasta la más mínima de las sonrisas, quien diría que en ese momento me enamoraría de aquella femme fatale de las que hablaban mis amigos de tinta y papel, nos miramos fijamente a distancia, sabiendo que una unión cósmica nos embriagaría a un cuento inexorablemente hermoso.

Al siguiente día, rumbo a la biblioteca, me sorprendió encontrarme con ella, su globo rojo, su conjunto negro y su magistral cabello suelto, me hechizo el alma y el corazón, sin darme cuenta corrí a abrazarla, vimos como el globo alzaba su vuelo hacia el mismo firmamento que le había traído quince años atrás. Caminamos, por las viejas calles guardianas de encanto, alfombradas por hoja rasca, hablando de todo y de nada al mismo tiempo.

Su nombre Lauren, nacida en Francia país de donde era su padre, estudiante talentosa de artes plásticas y gráficas. Estudiante de la Universidad de Bellas Artes de la ciudad, había llegado a México a sus cinco años, con su hermana mayor y su madre. Su madre, Curadora de arte de profesión. Cuando regresaron a la ciudad de México, su madre compro la casa, con la manutención que consiguió en el divorcio.

Transcurrieron 365 días de nuestro encuentro cósmico, estudiante de Arquitectura, y buen amigo del arquitecto Renzo Piano, recibí la oportunidad de viajar a Italia, a concluir mis estudios y trabajar bajo el mando de mi buen amigo, recuerdo el día en el que di la noticia de mi partida, estábamos en el jardín apostados cerca del rosal que mi madre atesoraba más que nada en el mundo, hacíamos una escultura de Vulcan de Fancelli, soñábamos en adornar nuestros jardines con piezas creadas por nosotros mismos, imaginando que en mis diseños urbanos las elementos visuales serían esculturas hechas por Lauren, creyendo que al final de nuestras vidas, seríamos recordados por el mutuo trabajo realizado en colaboración. Me acerque, a ella, le abrace a por la cintura, la lleve a mí, y le bese en los labios. Durante ese año que conviví con ella, le adoraba, me gustaba y ella lo sabía, ya se lo había confesado con anterioridad, una vez cada cuatro meses aproximadamente, en cada una de ellas recibía un "no" como repuesta, por no perder la amistad que llevábamos, y, claro ninguno de los dos quería separarse. La tome de las manos, y le confesé que en dos semanas tomaría un avión que me llevara a Florencia, Italia. Sus ojos claros llenos de luminosidad, cambiaron a color rojizo, lagrimosos, le abrace. –no quiero que me abandones- dijo con la voz rota.

Las dos siguientes semanas, transcurrieron sin vernos, el dolor de mi despedida era una puñalada fuerte hacia ella, mis problemas familiares habían acrecentado desde el día en el que nos enteramos que el padre de mi hermano mayor era aquel que veníamos viendo como el mejor amigo de mi madre. El comparatismo con mi hermano, me habían orillado a aceptar la oferta de viajar a Italia, lo más pronto posible. Olvidándome de que a Lauren le causaría un dolor inmenso.

El día que aborde el avión que me llevaría a mi nuevo domicilio, la vi, con un ramo de violetas, vestía un jeans, y chamarra de mezclilla, se acercó a mí, me abrazo y sin mirarme a los ojos –te voy a echar de menos- menciono. Sabía perfectamente que mi compañía en cierta forma le dejaría un vacío profundo, pero a la vez era totalmente innecesaria, como ella en incontables veces lo mencionó "tengo otros amigos", si no fuera un niño hubiera entendido que tenía una vida prevista en la que yo no entraba. Nos abrazamos, le di un beso en la frente, y me despedí. Cuando llegue a mi asiento en el avión, con los ojos llorosos, me arrepentí de no haberle confesado y no decir algo más que un simple, te llevare conmigo esté donde esté.

Memorias extraídas del lobo negro aullándole a la lunaWhere stories live. Discover now