Los accionistas abandonaban la cafetería uno tras otro, despidiéndose de aquel joven de treinta y tres años que les citó en aquella noche de principios de año. El ambiente en la cafetería le movía recuerdos que pensaba ya olvidados naufragando sobre el extenso mar de sus memorias perdidas. Los nuevos empleados de la cafetería le ofrecían algún consumo, idea que acepto. Preguntó – ¿Tienes Moka-frambuesa? – El camarero le miro atónito, confundido sobre la pregunta, arqueando la ceja respondió – No, solo es Moka blanco o normal de chocolate oscuro -. Suspiro profundo. Vencido. Llevando la vista hacia el techo, sin mirar al camarero le solicitó un Moka blanco con leche de almendras.
El móvil vibro sobre la mesa de pino, en la pantalla se leyó el nombre Mai Ichinose, cogió el móvil y respondió la llamada, los minutos transcurrieron hablando por el móvil, el camarero le entrego su bebida. Agradeció asentando con la cabeza, sin colgar la llamada. se incorporó de la mesa, acercándose al mostrador a pagar la cuenta. La llamada finalizó con un – Ya salgo, te recojo en la oficina, amor – miro un par de veces hacia el sitio que había desocupado comprobando que nada se le olvidara, agradeció a los empleados de la cafetería dejando una propina sustancial y, partió con rumbo hacía la puerta de vidrio. Su figura cruzaba por el salón portando gabardina de lana de color camel conjuntado con un pantalón de mismo color y zapatos italianos perfectamente lustrados, sobre su hombro se distinguía la forma de un portaplanos, y en su mano enguantada portaba el vaso de café.
En un instante el tiempo se detuvo, el mundo al su alrededor quedo suspendido entre la realidad y la ficción, al abatir la puerta de vidrio cruzo entre el presente y su pasado, la visión fugaz de aquellos recuerdos de hace ya más de cuatro años le envolvían desde las entrañas provocando un nudo en la garganta. Los ladrillos de color terracota reflejando los rayos de sol de una primavera junto con la vista de los empleados dirigida hacia él, sonrientes y divertidos. Su rostro aún joven y emocionado, mostrando una risa de niño, volvían a él, al salir detrás de su compañera tras abrirle la puerta con alguna ocurrencia, la risa de su compañera muda. ahogada en su interior intentando mantener una compostura al mundo exterior. Acercándose a ella tomándola de la cintura y guiarle hacia el lado cercano de las construcciones, como se lo había enseñado su padre y sus abuelos aun cuando era un crio.
Una sonrisa leve afloro de su rostro, extraviando la mirada hacia la figura que se encontraba repentinamente frente a él, su mirada se ilumino, haciendo brillar sus ojos como el reflejo de la luna sobre el mar. - ¿Cómo has estado? – preguntó
-Hola, bien gracias y ¿tu, como has estado? –
-Igual bien gracias – respondió, sin desprender la vista.
A pesar del tiempo aún se sentía nervioso al estar en presencia de aquella señorita de porte Isabelino de nombre Mika Sakagami, el tiempo no había pasado en ella, aún conservaba esa mirada de ilusión y brillo en los ojos, sus tres lunares sobre el rostro que formaban el cinturón de orión al reír se apreciaban tan llenos de vida dentro una carta astral tan limpia y pura.
-Te ves muy bien, has crecido – mencionó Mika.
-Gracias, tu igual te sigues viendo muy hermosa – respondió.
Un largo silencio invadió el encuentro, el joven se apartó de la entrada con la vista aún sobre Mika sin dejar de sostener la puerta abierta de la cafetería, la vista de quien se encontraba en el inmueble se posaron sobre ellos dos, meditando la situación.
-Perdón ibas a entrar y yo estorbando el acceso – se disculpó.
Mika dejo escapar un suspiro de derrota, agradeciendo con la cabeza. asintiendo. Al mismo instante que un hombre mayor se acercaba a ella y le tomaba de la cintura, susurrándole "vamos, entremos" observando de pies a cabeza al joven que sostenía aun la puerta clavando la mirada a su acompañante. El hombre dio un paso hacia el interior del establecimiento, esperando que su adlátere hiciera lo mismo, la vista de Mika se desvió siguiendo el paso de su acólito.
El joven de la puerta desvió la mirada hacia el lado opuesto de la escena, vencido. girando sobre su propio eje para seguir su camino. Se dieron la espalda el uno hacia el otro. Ambos dieron un paso hacia delante separándose y deteniéndose una vez más.
-Te sienta bien el cabello corto, cuídate y nunca lo olvides, contigo hasta el fin del mundo- expreso el joven.
-Gracias, nunca lo olvidé, siempre estuviste conmigo aún en la distancia- musitó Mika.
-Cuídate y se feliz, te lo mereces – respondió el joven, mientras encendía un cigarrillo continuando su camino por la acera de la calle.