Gaby

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Su día iniciaba un tanto alocado, el reloj despertador en aquella mañana dejó de funcionar, los minutos habían avanzado restándole tiempo para llegar puntual a su trabajo. No podía permitirse que después de haber descasado dos días previos su jornada de trabajo como enfermera en el hospital general, le descontarán los bonos de puntualidad y cero faltas que le entregarían a finales de mes. Se vistió rápidamente, se acercó al lavamanos del baño en su habitación, tomó dentífrico y comenzó a cepillarse los dientes. Regresó a su cama, arrojo las pantuflas en cualquier rincón de la habitación mientras aún cepillaba sus dientes, pisando sus zapatos blancos logró calzarse. Con la mano menos hábil cogió su móvil, y solicitó un taxi con destino a su trabajo. En la aplicación mostrada el tiempo perfecto, para llegar y conservar su puntualidad. Sonrío.

Como única compañía tomó su mochila donde se encontraba su equipo de trabajo, corrió escaleras abajo, se despidió de sus familiares y salió de la casa. El taxi ya estaba aparcado esperando su llegada. Se acercó, confirmo las placas y abordo la unidad. EL señor de unos sesenta años de edad, le inicio su viaje.

-Inicio su viaje- comentó el taxista.

-Sí, muchas gracias – respondía Gaby

- ¿Seguimos el GPS? – volvió a cuestionar el chofer

-Sí, aunque si conoce otra ruta que sea más rápida se lo agradeceré – comentó Gaby

-Muy bien señorita, ¿se le ha hecho tarde? –

-Sí, no sonó mi alarma y bueno, ya voy tarde –

El chofer comenzó su viaje, ignorando la indicación de velocidad permitida, sorteando los baches y topes de la gran ciudad, el trayecto lo finalizó en menos del tiempo indicado en la aplicación, Gaby que en su viaje leería el capítulo nuevo que su amigo Zuzu había escrito del libro que llevaba en manos, no logró abrir, el chofer le contaba sobre su historia de amor y dolor, enseñándole a Gaby la importancia de equilibrar su vida laboral con su vida social, donde tan malo es entregarte al trabajo sin permitirte convivir con aquellos seres que son importantes para uno, así como es malo entregarte tanto a los placeres de la vida en total descontrol olvidándote en superarte cada día. Gaby agradeció la enseñanza, y se despidió del chofer con un gesto amable, deseándole un excelente día. El chofer le tendió una manzana que llevaba para desayunar, agradeciendo su larga labor ante una pandemia en la que cada día va en aumento y descenso sin dar ápice a un final.

Ya en el hospital el día parecía estar tranquilo, su encargada le colocó en el área administrativa de medicamentos, sin tener que atender a enfermos y lejos de escuchar sus lamentos por la enfermedad que carcome desde el interior hacia el exterior, en sus manos tendría el control del medicamento solicitado por sus colegas, mientras hacía inventario de los enseres que le faltarían para terminar el mes.

Como solía ser, los medicamentos escancian más rápido por su aplicación para controlar los síntomas que los nuevos pacientes iban presentando, recordó que hacía un par de días ingreso una señora de avanzada edad que se asemejaba mucho a su abuela, en su cubículo pasaron imágenes de su niñez, recordando las visitas a la casa de sus abuelos, cuando recorría junto a su familia el pequeño puente del rio en verano, los insectos revoloteando a su alrededor y los peces nadando libremente sobre el agua cristalina del rio, al que nadaría junto a hermanos y primos.

Su compañera le retorno de su recuerdo, solicitó medicamento para la señora que se parecía a su abuela quien sería de alta la tarde de ese día, Gaby se acercó a observar la receta médica, examinándola pudo ver que era una de aquellas pacientes que lograban ganar la batalla, sin tener que utilizar un respirador artificial o bien estando en la espera de que alguno sea desocupado estando en el pasillo del hospital, o como otros que no logran esperar y finalmente se convierten en datos estadísticos oscuros que esta enfermedad ha ido generado.

Su turno transcurrió rápidamente, y le permitiría unirse a la celebración de aquellas personas que serían dadas de alta, se colocó su traje protector, y se formó en una de las filas, y allí estaba, su paciente, la anciana sonriente y bella tocando la campanilla mientras las enfermeras y doctoras aplaudían felicitándola, cantando porras mientras un camillero le arrastraba en silla de ruedas hacia la salida, Gaby no pudo contener las lágrimas fluir por sus ojos empapando su cubre bocas. Un sabor dulce en vez de salado, una victoria en conjunto con sus colegas que lograban tener una victoria más ante la enfermedad, una gran satisfacción para poder seguir en pie delantero contrarrestando a la enfermedad.

Regreso de nuevo a su cubículo esperando terminar su turno, con la satisfacción de saber que ante cualquier adversidad siempre existirán aquellos ángeles vestidos de blanco como mencionan las sagradas estructuras, con sus grandes alas doradas a sus espaldas, no de plumas como nos hicieron creer, si no por todas sus grandes obras que hacen ante cualquier ser que lo requiera, así como lo prometieron en un juramento al finalizar sus estudios.

Salió del hospital sonriente, feliz. Llego a su casa, tras ver por las ventanillas a gente que no seguía con las indicaciones médicas y sanitarias, Gaby se preguntaba cómo podía existir gente que no cree en lo que sucede en su alrededor, siguiendo la vida como si la existencia humana fuera solo una mera ilusión y fuesen eternos.

Ya en su casa, un mensaje le interrumpió su cambio de ropa, sentada sobre el borde de la cama sin pantalón, cogió el móvil, su amigo Zuzu le preguntó sobre su escrito, le respondió el mensaje, para posteriormente abrir su archivo, leyó su escrito, le encantó. Se acostó sobre la cama ignorando el frio en sus piernas, ¿Cómo podría escribir algo tan bello tras su sufrimiento? Se preguntó. Volvió a releer el texto, suspiró.

Le mando mensaje a su amigo, explicando por qué le gustó su texto, dejando de lado su duda sin exponerla a su amigo, siguiendo en su rol de ángel, sin saber que aquellas palabras que ella mandaba en su mensaje era el medicamento que su amigo más podría necesitar, tal vez la pandemia alejaba a unas personas, pero unía a las más importantes, comprendiendo que ella era la persona más importante para su amigo, creando un lazo entre ella y el.

Se colocó su pantalón, con el pensamiento de que estaba rodeada de sus familiares y amigos más cercanos, agradecida con el destino por permitirle tenerlos en su vida. Se desabrocho su camisa blanca, dejando su torso al descubierto, cuestionándose ¿si en realidad la humanidad sabe lo que tienen o solo creen entenderlo? Sin obtener respuesta, contemplo su rostro con la marca visible del cubre bocas por más de ocho horas, en realidad su pregunta tendría miles de incógnitas, y sin darse cuenta, su amigo Zuzu empezaba a escribir un nuevo texto donde ella sería la protagonista.

"Y sin darse cuenta ella, con esa sonrisa que le cubre su rostro, iluminó mi ser, aparecía siempre como un faro en medio de la altamar al que me gustaba volver, no me importaba que color de cabello utilizaba, si era largo o corto, negro o azul, mi ángel guardián, mis días de verano, de otoño y primavera, su encantadora presencia calentaba mis inviernos, mi musa a quien en lunas frías y tibias, me alienta e inspira, escribiendo sobre folios blancos aquellos momentos con los que pueda rebobinar el tiempo creando maravillas para ella. La diosa, eterna estrella azul, benévola, amante de la noche, guía de grandes pensadores que buscan en ella todas las respuestas, amante de las letras y de fantasías, devoradora de mundos, e inspiración de galaxia. Así es Gaby, luna llena que ilumina la oscuridad, a quien lobos como yo le permite de su resplandor en noches de insomnio, que le otorga calor a todo mundo quien sepa valorarle, respetarle y amarla, como cual ola que sube y baja ante su presencia."

Memorias extraídas del lobo negro aullándole a la lunaWhere stories live. Discover now