volumen 8: Capitulo 249

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A pesar de tener maravillosas armaduras plateadas con partes oscuras que le daban un gran toque, estas no sirvieron de nada contra las llamas del pontífice.
Los soldados no se quemaban por fuera, en la armadura, sino que hervían desde dentro de ellas.
En el momento comenzaron los gritos dementes y aterrorizantes de los soldados.
Unos rompieron la fila que cubría al emperador para retorcerse del dolor y a gritos.
Se tiraban al piso y daban vuelta.
Otros se suicidaron con sus propias espadas.
Sin embargo, lo que más asustó a Adeben no fueron los gritos o lo que sucedía, lo que le causo terror en el fue ver a uno de sus soldados sacarse el casco y entre llantos con fuego en el rostro, piel quemada y poco cabello debido a las llamas que lo consumían todo, este dice “¡Sálveme por favor! ¡Sálveme! ¿No es usted un dios?.”
El soldado cae al suelo y al instante muere.
Eso lo asusto y esas palabras lo pusieron contra una pared por así decirlo.
El Papá no se contiene para nada y hace lo mismo con los demás soldados que protegían a su señor.
Todos mueren de la misma manera…
Llantos de sufrimientos y plegarias aterradas y calientes contra su “Dios Adeben"
El emperador no supo que hacer en tal situación.
No parecía tener miedo, solo lo asusto eso de hacer un rato.
Recién ahora entraba en razón su desconcierto por lo que el Papá estaba haciendo.
Si bien, el deseaba matarlo y esta era la única persona a la que le tenía miedo, pensaba que jamás lo trataría de asesinar, pero con esta demostración estaba claro lo que el Pontífice deseaba.
Esto lo sorprendió y mucho más que el tratara de asesinarlo con la situación que estaba sucediendo en la capital, ya que para Adeben el Papá era la típica persona que no mataría a alguien por la espalda o en una situación así, pero en realidad el emperador estaba completamente confundido.
El Pontífice mostraba aires y señales de ser ese tipo de persona, pero en realidad era el típico individuo que sacrificaría una parte de la población para hacer cumplir sus objetivos, y esto es exactamente lo que estaba haciendo en estos momentos.
El Papá empieza a caminar poco a poco entre los cuerpos muertos de los guardias.
Mientras se acerca, el emperador con pasos lentos y desconcertantes se va alejando Hacia atrás.
Estaba completamente consumido por el desconcierto y miedo, pero en tanto hacia eso, medita y medita hasta llegar a este pensamiento despreocupado e “inteligente” desde su punto de vista 《Soy un dios, ¿Por qué tengo miedo? No debería de tenerlo》
《No hay razón para preocuparse, tengo esto para defenderme》
Medita mientras observa el báculo que tiene en unas de sus manos.
Adeben cambia su rumbo y vuelve a caminar hacia adelante.
El Pontífice queda sorprendido con lo que veía, aunque creía que algo como esto podía suceder.
《Se cree un dios y debe de pensar que puede hacerlo todo, así que algo como esto ya me lo había planteado》
Ambas llegan a estar frente a frente y con sus alturas muy similares.
El primero en dar un paso es el emperador.
Levanta su mano y extiende el báculo del fénix hasta llegar a centímetros del pecho del Papá.
“¡Yo, el emperador fénix, te invoco bestia divina!.”
….
….
Pasan cuatro segundos y ambos se miran.
Transcurren más segundos y no sucede nada.
Las miradas de ambos continúan serias.
Sin embargo, el papa no puede contener las lágrimas por la risa y comienza a reírse con carcajadas tranquilas, que por su tono anciano, parecía que fueran pequeñas risas sabias.
Mientras tanto, Adeben estaba sorprendido y sin creerse lo que está sucediendo.
Más que eso, tenía un rostro paranoico por no haber podido hacer andar el báculo.
Si bien, en la parte superior del báculo había una flama que parecía tener vida y cubierta por un cristal especial, este no se activó y Adeben no se lo podía creer.
Mientras sus ojos mostraban una furia, el báculo continuaba en la misma posición.
El Pontífice se burla un poco de lo sucedió y luego le menciona en lágrimas “Quién iba a pensar que un emperador no sabía la realidad del gran báculo del Fénix.”
Adeben, se asombra y aleja varios pasos hacia tras.
“Dentro del báculo se encuentra la gran bestia divina fénix, sellada y apresada…”
[Adeben] “¿Sellada? ¿Apresada?.”
“No se supone que el fénix entro al báculo para que cuando lo necesitemos el venga a ayudarnos.”
Menciona con desconcierto.
[Pontífice] “El fénix nos ayudó y defendió en la época Mizelina, pero los humanos nos aprovechamos de su bondad y lo capturamos gracias a un gran mago que vivía en nuestro país por aquellas épocas.”
“En pocas palabras, si esa bestia divina se libera, lo primero que hará será destruir el país que lo encerró por varios cientos de años y mucho más si tiene a un emperador en frente suyo cuando lo liberen.”
“Lo bueno es que el encantamiento con el tiempo se perdió y el sello no se puede abrir. Gracias a ello continuamos vivos y usamos el pretexto de que el fénix nos protege para alejar a los demás imperios y países.”
“Esa es la verdadera realidad y ahora no tienes quien te salve, emperador fénix.”
Con esas palabras se asusta.
Abre su inventario y saca una espada tipo occidental  bañada en oro.
Se pone en una pose de batalla y prepara para enfrentar al pontífice.
Su miedo era visible a los ojos del papa, pero también su determinación.
[Pontífice] 《Noto su miedo y también su determinación. No sabría decir si se debe a que se cree un dios o porque trata de sobrevivir lo más que pueda debido a que ahora descubrió que su arma principal no sirve para nada. No tiene caso seguir pensando, mejor acabo ahora.》
Adeben corre con la espada hacia el Pontífice.
El papa, al verlo acercarse, trata de hacer unos movimientos de corte con una de sus manos.
Sin embargo, en el segundo que mueve sus dedos, él es abrumado, sorprendido y asustado por una voz que parece resonar en su oreja pero que en realidad no lo hace. ¡OH! ESA HISTORIA ME PARECIÓ INTERESANTE. ME GUSTARÍA ESCUCHAR MAS DE ELLA.
Debido a la sorpresa hace el movimiento con sus dedos, pero no como lo había planeado.
De un segundo a otro el líder de la iglesia dice sorprendido “¡Maldición, Falle!.”
Al mismo tiempo, Adeben continuaba corriendo contra el Pontífice y entre desconcierto se pregunta por esa voz que había escuchado muy pegada a su oído.
No obstante, en tanto corría, su cuerpo parece perder el equilibrio y poco a poco cae al suelo mientras observaba al papá, que tenía un rostro abrumado y desconcertado.
Adeben estaba igual de desconcertado con lo que sucedía.
《Porque estoy cayendo al suelo.》
Menciona preocupado y anonadado.
Tras caer, siente que algo lo falta.
Mas bien, presiente un gran vacío.
Trata de levantarse, pero por algún motivo no lo logra.
Siente que hay un problema en su parte inferior.
El observa hacia la parte inferior del cuerpo y al darse cuenta del motivo de no poder levantarse, su rostro se retuerce de terror y de miedo.
El emperador Adeben no tenía pies. Ninguno de los dos.
Sus dos pies estaban despegados de su cuerpo unos centímetros atrás de donde estaba y la sangre dispersa por esa zona.
A los segundos de notarlo, siente dolor, uno muy fuerte e imparable.
La sangre de donde había sido cortado no paraba de salir.
A pesar de todo, su atención se desvió cuando oyó nuevamente esa voz que hace unos segundos había escuchado y que parecía susurrarle en la oreja, solo que esta vez podía escuchar y prescindir de donde provenía esa voz.
No solo a Adeben le llamo la atención esto, el Pontífice estaba igual.
La mirada de los dos se desvió hacia la puerta y vieron como varias plumas oscuras y grandes se revoloteaban a sus alrededores.
Sus miradas continuaron girando y dirigiéndose hacia el lugar de la puerta que ya no estaba debido a que el Papa la había sacado volando cuando llego.
Al parar sus miradas sobre el lugar de la entrada, se llevan un gran terror al ver la mirada amenazante del ser que los estaba observando, no solo eso, sino que sus dos pares de alas oscuras abiertas a todo su esplendor ya causaban una impresión de inferioridad en los dos. Sin contar, que las dos tapaban la entrada con su oscuridad.

-CONTINUARA-

Mi Reino Fue Transportado A Otro Mundo 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora