El manto de estrellas llegó sin prisa. Todos terminaron sus tareas del día (Excepto Yara, Marrero y Alvin, por obvias razones, aunque nadie pareció notarlo.
Esa noche algo captó la atención de Yara. Ella nunca había parado a observar a Tavella con detenimiento. Él tenía una cicatriz bastante grande desde el cuello hasta el pecho. Esa cicatriz era de un aspecto muy similar a las cicatrices que la paisana tenía. Era casi como si hubieran sido hechas por el mismo objeto. Era un poco tarde, pero Yara le pidió al mayor hablar en privado.—¿Puedo hacerte una pregunta?—Empezó Sánchez, buscando sus palabras con cuidado:—¿Qué te hizo eso?—Se refirió a las antes mencionadas marcas.
—Bueno...—Tavella pareció titubear, pero no perdió la calma en ningún momento—Yo era gaucho en ese entonces, te podés imaginar ya—Él sabía que Yara iba a entender sus palabras.
—Milicos...—Apretó el puño con rabia y dolor.
Yara cerró los ojos y recordó ese día. Hace diecisiete años exactamente. Era diciembre y hacía una noche cálida. El fuego ardía a su alrededor y los gritos la ensordecían. Sentía la ceniza y la sangre bajo sus pies descalzos. Pudo sentir una vez más su cara ensangrentada y la carne de su pierna derecha desgarrada cruelmente. Se arrastraba en el suelo, casi a ciegas, debido a el espeso líquido carmesí que le impedía abrir un ojo.
Tosió repetidas veces y rogó por que su muerte llegara, pero que no fuera dolorosa, su cuerpo ya estaba lo suficientemente maltratado, golpeado, y ya no tenía una familia que la cuidara. Le habían quitado a su padre, lo único que tenía a su lado. Tenía apenas nueve años ¿Cómo se iba a proteger de un mundo tan aterrador estando sola? ¿Se iba a quedar sola por el resto de su vida? Era una sobreviviente, pero ¿A qué costo? Su vida estaba arruinada y en ese preciso instante, se sentía como si nada pudiese repararla.
—Yara—La voz del mayor la hizo volver al presente.
—Mataron a mi viejo—Yara apretó los dientes y quiso contener las lágrimas en vano. Sus mejillas morenas se convirtieron en un río de lágrimas que no iba a obedecerle.
—Todos perdimos algo esa noche...—Le recordó él con amargura—Se llevaron a mis hijos, si no los mataron, los vendieron, nunca voy a saber.
—¿Por qué?—Lloró la chica—¡Nunca elegimos vivir esta vida! ¿Por qué esto tiene que pasarnos a nosotros?
—No sé—Tavella entendía que no existían palabras que pudiesen calmar su dolor, por lo que esa noche, solo le brindó un hombro dónde llorar.
Luego de ese suceso, Yara, segura de que se encontraba en buenas manos. Se dirigió a escribir una nota, para Cano. Después, fue hasta los establos, soltó a la Negra y la envió al rancho dónde se iba a encontrar con su amigo. Con algo de suerte, la Negra iba a llegar con la nota intacta (O por lo menos legible)
Entretanto, Alvin salía de la habitación de Riki y bien apurado fue hasta la habitación de Roberto. Llamó a la puerta con fuerza esperando una respuesta rápida, pero Roberto lo ignoró las primeras veces, principalmente porque ya presentía con qué problema le iba a venir.
—¡Roberto! ¡Abrí la puerta! ¡Ya sé que no estás durmiendo!—Lo llamó Pintos.
—Obvio que no voy a poder dormir si hay un duende de jardín jodiendo afuera de mi puerta—Replicó Roberto
—Roberto, dale, esto es serio, dejame pasar—Insistió Alvin.
—Bueno—El de rizos accedió después de dar un largo suspiro. Entonces fue y lo dejó pasar a su habitación—¿Qué es tan importante como para no dejarme dormir en paz? ¿Eh?
—Tu relación con Riki, sé que él no estuvo bien—Empezó—¿Pero no te parece que se te fue un poco la mano con lo que le dijiste? Existen otras formas ¿Sabías? Mañana te vas a disculpar con él, y él se va a disculpar con vos y todos somos amigos de vuelta ¿Estamos?
—¿Qué? No, seguir tratando de hablar va a ser para más quilombos— Roberto se negó—Ya solo hay que irnos de acá lo más pronto posible. Estaba bien sin Riki ¿Por qué ahora sería diferente?
—¡Porque es tu hermano! ¡Pelotudo!Por lo menos hacé un último intento—Le rogó—¡Por favor! Yo los quiero ayudar, pero si ustedes no ponen de su parte, no logramos nada.
—Pff ¿Qué se yo? Hacé lo que se te cante el orto, pero yo ya tomé una decisión.
• • •
Los pájaros cantaban alegremente en la copa de un árbol. Pero no era específicamente alegría lo que Cano sentía. Días esperando y ya estaba perdiendo la esperanza de volver a ver a Yara una vez más. Como fuese, se había dicho a si mismo que si ya no volvía a ver a Yara, iba a seguir con su vida, después de todo, lo tenía todo, y alguien tan frío como él, se iba a acostumbrar a la ausencia de la chica tarde o temprano.
En ese momento, un galopar acercándose al rancho, lo hizo asomarse por la ventana. Salió afuera de inmediato cuando reconoció a la Negra. Estaba con sus riendas, montura, etcétera, pero Yara no estaba, y mucho menos la carta que ella había enviado.
Lo primero en lo que Cano pensó, es que habían atrapado a Yara y que le habían hecho algo, por lo que no perdió tiempo. Se preparó tan rápido como pudo, se llevó una pistola, subió a su caballo y siguieron a la Negra que volvía sobre sus pasos.
En la estancia de Riki. Ya se estaban dividiendo los trabajos que harían durante el día. Tavella y el Topo se iban a quedar haciendo limpieza en la casa; Riki y Roberto iban a ocuparse del ganado; Marrero, Alvin y Yara iban a ir a pescar a un río cercano.
Mientras Tavella y Topo limpiaban la sala principal, el silencio se hacía notar, pero no era un silencio agradable, todo lo contrario.
Tavella había notado que poco a poco, su compañero de trabajo se había vuelto más distante y callado. Algo le pasaba, pero Santiago no iba a preguntar, era algo que no le incumbía ¿O sí? Porque las palabras de Antuña le hicieron sentir que debía preocuparse por algo:
—Santiago.
—Decime.
—¿Crees que el fin siempre justifique los medios?
—¿Por qué me preguntarías eso? ¿Qué hiciste, Topito?
—Nada—Lo miró de reojo—Es una simple pregunta, no hay razón para alarmarse.
—Ajá—Tavella asintió, pero seguía con el mismo sentimiento de que algo no andaba bien—Yo creo que depende.
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•Bandido• (Cuarteto De Nos) [Sin Editar]
FanfictionNos ubicamos muy cerca de los 1900's, en Tajo, una ciudad escondida en algún rincón de la Provincia Oriental. Los Marrero son una familia aristócrata que no tolera que les quiten lo que es suyo, por eso, han encargado a sus empleados que encuentren...