•VII•

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En la madrugada, cuando el sol aún no asomaba su brillo que encandila, Yara no podía dormir y se debía a una sola razón muy simple. Y no, no era porque Marrero le estuviera ocupando la mitad de la cama, sino que era porque había dormido todo el día y ahora tenía demasiada energía.

Entonces, decidió que tenía que buscar algo para hacer, porque ya se estaba aburriendo. Pensó y pensó por un rato. Fue a su mochila y sacó un libro que solía leer con su padre. Abrió la tapa y empezó a revisar las maltratadas páginas, sin embargo, lo cerró al poco tiempo, había demasiada oscuridad como para leer. Suspiró y siguió pensando un poco más. Explorar la casa no era una mala idea, exacto. Eso iba a hacer.

Salió de la habitación y cerró la puerta sigilosamente. Caminó por los largos pasillos en puntas de pie y descalza para hacer el menor ruido posible, sacrificando su comodidad, ya que la piel se le pegaba en la madera del suelo. La casa era muy grande, pero no tenía muchas cosas interesantes. Eso la convertía automáticamente en una casa fea(?)
A Yara le gruñó un poco el estómago «¿Justo ahora?» pensó ella. Se encaminó a la cocina de inmediato, pues no le desagradaba la idea de comerse algo. Caminaba con pasos decididos hasta que un poco sobresaltada se escondió tras una esquina. Escuchó voces. Ya había alguien más en la cocina.

—¿Entonces?—Alvin interrogó a Riki.

—Te estoy pidiendo que me digas la verdad, nada más—Se quejó este.

—Ya te dije, Roberto quiere arreglar las cosas, pero si vos no le das lugar, tampoco van a poder hablar nada—Trató de explicarle lo más suavemente posible.

—Hm...¿Vos le tenés fe al Rober?

—Bueno...—Alvin pensó sus palabras—Sí, se nota que tiene buenas intenciones, la otra otra vez él me andaba diciendo que quería que se llevaran mejor.

—Ja, no voy a mentir, a veces lo envidio ¿Cómo es que él pudo tener tan buena suerte? Los tiene a ustedes, a Marcela, y tiene un trabajo que ama...Y yo acá, me quedé atrás—Pensó en voz alta—Tengo un techo, pero no tengo a nadie, abandoné mi sueño...Me gustaría decir que por culpa de Roberto, pero ya ni estoy seguro de eso...

—¿Cómo que no tenés a nadie?—Se hizo un poco el ofendido y después agregó:—Ahora me tenés a mí, no seas boludo, vos sabes que yo te adoro.

—Eso ni vos te lo crees—Replicó el de anteojos con amargura.

—Dale, si lo digo es porque es así—Insistió el de menor estatura—Los chicos también te re adoran, sobre todo Roberto.

—Y dale con Roberto.

—Riki, es tu hermano.

—¿Y?

—¿Y? Que te quiere un montón, deberías darle una oportunidad de demostrarlo—Lo miró a los ojos—Hay muchas cosas que Roberto te quiere decir, y yo sé que vos también tenés mucho para decirle ¿O me equivoco?

—Eh...—Riki apartó la mirada, porque sabía que Alvarito estaba en lo correcto—No sé si estoy listo...

—No importa, cuando vos quieras, pero prometeme que se van a reconciliar—El contrario asintió—Bueno.

Para ese entonces, Yara ya se había ido, las charlas así la incomodaban cuando se trataba de alguien más, le daban un mal sabor de boca, las emociones ajenas se sienten raras para ella.
Se encontró con una habitación a la que había ignorado antes. No fue un problema entrar, la puerta ya estaba entreabierta. Con cuidado fue hasta la ventana y corrió las polvorientas cortinas hacia un lado para que la luz tenue de la luna pasara a través del vidrio de la ventana, que hay que destacar que estaba lleno de tierra al igual que las cortinas que en vez de blancas estaban grises.

La joven se encontró con un montón de cosas que no entendía: piezas metálicas, engranajes, herramientas, y algunos inventos curiosos hechos a mano, algunos se veían útiles y otros no tanto. También se encontró con guitarras muy creativas, eran de diferentes formas y materiales, tenían diferentes sonidos también, Yara lo sabía porque las probó a todas

Yara dejó de lado esa guitarra en específico de cuerdas metálicas que la tenía tan fascinada, y caminó hasta una cajonera de madera oscura. La abrió para curiosear en su contenido. Abrió los ojos bien grandes con sorpresa al ver una pistola y sus respectivas municiones. Enseguida pensó en llevársela, y lo hizo, fue casi corriendo a la habitación que le había tocado y guardó el arma y las municiones en la mochila.

No era el caso el que se sintiera amenazada (Aunque hay que estar prevenido) Es que ella no podía con su genio. Había nacido ladrona. De todas formas, la pistola no estaba cargada, o eso supuso ella.
Después de eso, ella fue a tratar de dormir nuevamente, tenía que admitir que no le molestaba para nada la presencia de Marrero. Se le hacía agradable descansar en su compañía...Despertar en su compañía no tanto, nunca había visto a alguien tan fastidioso.

—¡Yara! ¡Levantate, boluda! ¡Es re tarde! ¡Nos vamos a quedar sin desayunar!—Eso parecía angustiarle bastante, típico de los niños mimados.

—Ya, ya, ya estoy—Contestó ella mientras, medio dormida, se iba vistiendo más decente.

Fueron a la cocina y vieron que ya no había nadie, solo Roberto que estaba por salir de la casa. Este se percató de su presencia y les dijo:

—Ah, ya se levantaron, vayan a limpiar los establos y a darle de comer a los caballos, Alvin debe estar esperándolos.

—Buenos días ¿No?—Yara lo vio irse.

—Nos quedamos sin desayuno, boluda—Se lamentó Marrero.

—Botija,dejá de lloriquear.

•Bandido• (Cuarteto De Nos) [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora