•XXII•

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10 de Noviembre de 1898.

Cuando Cano estaba llegando a su rancho, había pasado un día aproximadamente de su pelea, aún estaba adolorido por ese suceso. Era de madrugada y todo estaba a oscuras aún, pero se tomó su tiempo antes de entrar. Abrió la puerta tranquilo y después de pasar, la cerró casi sin mirar.
Se puso alerta cuando escuchó pasos cerca suyo. Recorrió el lugar con la mirada mientras pensaba qué hacer, si se trataba de un delincuente, iba a estar en problemas, no estaba en condiciones de defenderse. El corazón casi se le sale por la boca cuando vio una silueta en la oscuridad, pero se tranquilizó un poco al notar que no se trataba de un desconocido. La muchacha se le acercó con timidez.

—¿Yara?—Murmuró él, había una pizca de sentimiento en su voz.

—Hola...—Ella lo vio a los ojos, quería sonreír, pero no sabía cómo el enmascarado la iba a recibir.

Él se acercó apurado, de forma medio brusca, por lo que Yara creyó que la iba a golpear o algo, pero él nada más le dio un beso en la cabeza, y después se alejó unos pasos, como si no quisiera que lo tocara.

—Te extrañé—Dijo Cano, procurando parecer igual de insensible que siempre. A Yara se le llenaron los ojos de lágrimas y se abalanzó a abrazarlo —¡Bo! ¡Soltá!—Le gritó mientras forcejeaba para que lo soltara, sin embargo, se rindió cuando vio que la de cabello oscuro no iba a ceder—...

—También te extrañé mucho...—Le dijo Yara con una voz quebradiza y con la cara bien apoyada en el pecho del mayor—Pero...

—¿Pero?

—Me vine a despedir...¿Podemos ver cómo sale el sol una última vez?—Le rogó ella, eso era algo lindo que solían hacer juntos.

—¿Cómo que despedirte?—Cano se separó de inmediato cuando escuchó eso.

—Me voy a entregar...No puedo seguir escapándome.

—Pero...¡Yara!...—Cano pareció furioso los primeros cinco segundos pero después bajó la voz considerablemente, ahora sonaba más gentil—¿Por qué...?

—Mi viejo siempre me dijo que tenía que enfrentar las consecuencias de lo que hiciera... ¿Qué diría él si me viera ahora? ¿Eh?

—Pero, Yara... No voy a permitir que lo hagas.

—Pero...Es lo que yo quiero.

—¡Sos la última familia que me queda! ¿Entendés eso? ¿Me vas a dejar solo?—El de la máscara intentó chantajearla.

—No seas bobo, no te vas a quedar solo—Yara quiso cambiar de tema—¿Podemos ir al techo? No quisiera pasar mi último día en libertad discutiendo con vos.


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Los pájaros ya cantaban y el aire era fresco, el cielo tomaba un color hermoso, el sol subía pacíficamente como todas las mañanas. Ambos tenían cierta nostalgia, pero no esa nostalgia linda que te hace sonreír al recordar; era ese tipo de nostalgia que hace que se te caiga el alma a pedazos, no era un día feliz, pero querían vivir esa mañana como si fuese cualquier otra, como si el siguiente día también fuese a ser igual, y el siguiente, y el siguiente.

—De haber sabido que esto podía terminar así—Empezó Cano, rompiendo el delicado silencio que los envolvía—Te habría cuidado más...—Él jamás le confiaría esa información a nadie, pero cuando veía a Yara, veía a su hermana, y bueno, un poco también a su mamá. Su mamá era una mujer hermosa, un poco terca, valiente, peleó hasta el final. En cambio, él solía ser un cobarde. Corrección. Todavía era un cobarde—Es mi culpa.

—No, yo soy una pelotuda—Yara rió con melancolía.—Yo causé esto porque nunca escucho, ya me habías dicho que tuviera cuidado.

El sol estaba por llegar a la cima, Yara se levantó y le dijo a Cano:

—Me tengo que ir, no te olvides de mí—Le pidió.

—No, te lo prometo—Se le hizo un nudo en la garganta—Cuidate, pendeja rompepelotas.

Sí—Yara sonrió burlona—Te quiero, cara de pito.

—¡Andá!—Cano pegó una carcajada.

—Sí, sí, chau—Yara se dio cuenta de que la despedida se estaba haciendo muy larga—Hasta pronto.

—Nos vemos.

Se dedicaron una sonrisa y separaron caminos. Está demás decir que Yara derramó alguna lágrima en el camino.

Le esperó un largo encierro hasta que alguien pidiera comprarla.



5 de Diciembre de 1898.

Marrero se acomodaba la corbata mientras se miraba al espejo. Estaba nervioso, temía arruinarlo, a pesar de que había tenido mucho tiempo para conocer a la señorita Flora y se habían vuelto muy buenos amigos, aún tenía miedo, se trataba de su boda, era muy importante para sus familias.

Sin saber cómo había llegado ahí tan rápido, miró a Flora en el altar, tenía un rostro muy dulce, parecía una diosa. Pero no podía ver más allá de una amistad con ella. Incluso después de haber dicho "Sí, acepto"

Al llegar la hora de pasar su primera tarde juntos en su propia casa (La cuál era enorme y fría, pero ahora la alumbraba una luz anaranjada muy bonita del sol), se pusieron cómodos, y charlaron un poco.

—Santi...—Habló Flora, en un tono amable mientras se ponía cómoda en la cama—Vos seguís con los mismos planes, ¿No?

—Eh, sí ¿Es un p-problema?—Tartamudeó él.

—No—Flora sonrió—Para nada, somos amigos, quiero que hagas lo que vos sientas, cualquier cosa que pase, vemos cómo lo arreglamos.

—Ah, bueno...—Marrero le devolvió la sonrisa—Gracias.

—¿Cómo es que se llama la chica?—Flora miró al techo, aún sonriendo alegremente—De paso, contame ¿Cómo se conocieron?

—Yara...Es la más encantadora que haya conocido...—Empezó a hablar él—Todo empezó una noche que llovía muchísimo...

•Bandido• (Cuarteto De Nos) [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora