•XXI•

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Gustavo procuró estar bien escondido para que el grupo no lo viera.
Cuando decidió volver a aquel lugar para continuar con su tarea, pensó en que simplemente podría matar a Alvin sin problemas, ya que Riki no iba a poder defenderlo, pero se había llevado una sorpresa desalentadora. Y es que no esperaba ver ahí a Roberto, Tavella (Que no creyó que saldría vivo de su previo enfrentamiento) y encima a ese tipo enmascarado con vibras de tener algún desequilibrio mental.
Los siguió por un largo rato pero se dio cuenta de que no iban a separarse de momento, así que se dijo que era ahora o nunca.

Empezó a girar las boleadoras al ver que Alvin se había parado y pocos segundos después se las lanzó, haciéndolo tropezar con el borde de la carreta, yendo a parar al piso. 

—¡Alvin!—Exclamó Roberto de inmediato y buscó con la mirada frenéticamente en busca del atacante, al igual que sus compañeros.

Topo aprovechó para ir hasta el mencionado y antes de comenzar a dudar, sacó el puñal, el cuál le iba a clavar. Pintos forcejeó en vano para zafarse del más alto, que no lo iba a dejar ir.

—¡Eh!—Les rogó Alvin:—¡Hagan algo! ¡Por favor!

—¡Pará!—La voz de Tavella llamó a Antuña, sabía que le hablaban a él. Hizo una pausa y volteó a ver a Santiago, dispuesto a escuchar lo que tuviera que decir:—Este...—Buscó las palabras indicadas. El aire se tensaba y podía ser cortado hasta con una cuchara— Dejalo, tengo una propuesta para vos.
Tavella miró a sus compañeros de forma serena y después se bajó de la carreta para acercarse a Topo. Este retrocedió bruscamente, aún sosteniendo a Alvin en contra de su voluntad.

—¡No te acerques!—Gruñó Gustavo.

—¿Qué estás haciendo?—Roberto tenía la mirada desorbitada, y con las palabras de Tavella, solo se le hizo un nudo más horrible en el estómago.

—Escuchame, Topito—Empezó—Quiero una revancha, si pierdo, podés matar al resto, no hay problema, haceles lo que quieras. Si vos perdés, se terminó.—Tavella sabía que iba a perder, estaba ya cansado y herido, pero esperaba que su enfrentamiento les diera tiempo para escapar.

—¿Te das cuenta de lo que decís?—Antuña soltó a Alvin, incrédulo. Alvin, todavía enredado con las boleadoras, se iba arrastrando como lombriz por el suelo para alejarse de la escena.

—Sé muy bien lo que digo.

—Bueno, como quieras—Ambos prepararon el facón—Tu muerte no va a ser en vano, te lo prometo—Parecía que estaba siendo sincero, claro, Gustavo no era un asesino desalmado, solo era una víctima más de las circunstancias, eso le dio un rayo de esperanza a Tavella ¿Había alguna forma de hacerlo entrar en razón?

Topo se le abalanzó y le dio un empujón con la intención de que perdiera el equilibrio. Santiago se sostuvo y se defendió, sin embargo no estaba muy atento. Se puso a pensar en el peor momento posible. De pura suerte pudo derribar a su oponente y agitados se separaron.

—De verdad estás muy desesperado por ver a tu familia—Dijo el mayor con un tono de compasión—¿No?

—¿A vos qué te parece?

—Topito, creo que hay algo que tenés que entender.

—Ah ¿Sí?—Contestó mientras se levantaba del suelo—¿Qué es eso?

—Te están engañando —Le aseguró—Tu familia está muerta, ya no hay nada que puedas hacer para verla de vuelta, no hagas una boludez, por favor.

—¿Qué...?—La expresión de Topo mostraba dolor, ira, y muchas cosas más—No...

—Sí...Pero no estás solo, no todo está perdido, si tan solo-

—¡Estás mintiendo, desgraciado!—Gritó Gustavo para después atacar frenéticamente, decidido a matar.

Tavella hubiera sido historia de no ser por el enmascarado que fue a ayudarlo en ese instante. Intervino de una vez con un puño a la cabeza del enemigo, aturdiendolo unos segundos, sin embargo, se recuperó enseguida. Confundido pero sin ánimos de rendirse ahora, Topo fue a matar a Cano, pero este era ágil y daba mucha más batalla que Tavella. Era obvio, debido a que el de la máscara era mucho más joven.

Topo se aferró a Cano y cayeron al piso. Cano se alarmó al sentir la punzada de un filoso facón en la pierna derecha y empezó a darle de golpes al de lentes para que este lo soltara. Enzarzados, se retorcían por el suelo. Nadie intervenía, todos sabían que el enmascarado no se los iba a permitir.

Por un lado, él entendía a Gustavo, ambos habían vivido el mismo trágico evento. Él sabía lo que era el peso de ya no poder pasar una tarde en familia, o no poder sentir el calor o la voz de mamá otra vez. Él sabía lo que era tener horribles cicatrices que te recuerdan el suceso que marcó tu vida. Él conocía el dolor. Y entendía a Gustavo, pero también quería vivir. No solo por sí mismo, quería vivir junto a las personas que existían en su vida. Cano no iba a perder esta pelea. Era uno de esos pocos momentos en su vida que lo movían, Cano sentía lástima y remordimiento, pero quería vivir.

Cansado y con el cuerpo adolorido, se zafó del agarre de Topo, quien se quedó sentado en el suelo, aparentaba derrotado.

—Rajá de acá—Ordenó Cano—No te quiero ver, pedazo de mierda.

Por la cara de su oponente, supuso que se rendiría y se iría. Pero cuando Cano le estaba dando la espalda, recibió un nuevo ataque.

Instintivamente se echó atrás para caer sobre Antuña y librarse de él una vez más. Agarró el facón que le pertenecía al otro, y armándose de valor, dio la puñalada final. Sus miradas se cruzaron. Una mostraba miedo, desesperación; la otra también mostraba miedo, pero a la vez alivio. Cano vio rabia, dolor, tristeza, finalmente, vacío. Después, con movimientos lentos se apartó, pensativo. Se limpió la sangre con la manga de la camisa. Mató a uno de los suyos. Pero por una razón que no estaba tan mal. Había salido ganando.

•Bandido• (Cuarteto De Nos) [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora