Vida A Ciegas [EN PROGRESO].

Capitulo 10

Melody:

El silencio me estaba matando lentamente, quería que hablara al menos para reclamarme por meterlo en este enrollo pero no decía nada.

Su cara era inexpresiva, no mostraba ni una pizca de diversión ni una cara de enfado solo parecía una maldita roca, quería agarrar un maldito libro y estrellarselo en la cabeza.

Mire sobre mi hombro buscando a los causantes de esta situación, la tensión me carcomia por dentro como si los gusanos inexistentes quisieran devorar mi pobre cuerpo en un lento y torturoso momento. Ellos solo escondieron sus caras con los libros evadiendo la mía.

Solo respira y exhala, ahora más que nunca entiendo a mi madre al hacer estos ejercicios de relajación cuando mi papá o yo hacemos un desastre como aquella vez de sus galletas pero no funcionó en ese entonces.

Sentía la mirada del profesor sobre mi, la diversión que transmitia en ella era chispiante y poderosa. ¿Acaso esto no era ilegal?

—¿Cuál es su nombre señorita?—pregunto el profesor llamando la atención de todos los precentes, su mirada caía sobre mi así que supuse que la pregunta era dirijida a mi.

—Melody—el enarco una ceja esperando supongo yo que el apellido—. Melody Green señor.

—¿Acaso tu madre no se apellida Willson?

—Si, pero ahora es Green—corregí, técnicamente su apellido había cambiado desde el momento que se casó con mi padre. Realmente no entiendo el porque cambiaron el nombre y si pregunté pero no entendí—¿Usted conoce a mi madre?

Una vaga curiosidad se empezó a transmitir por mi cerebro, no era chismosa o tal vez si un poquito pero esto no era un chisme era curiosidad. Saber si mi madre conocía al profesor que me llevo a mi destino final sería un causante de mi próximo insomnio.

Pronunció algo bajo que no pude escuchar, alzó su cabeza y me miró con curiosidad—Digamos que fuimos unos grandes conocidos por algún tiempo—pude ver una expresión triste y melancólica en su rostro.

Deje mi duda a un lado, después le preguntaría a mi madre al menos tenía la pequeña esperanza de que me dijera. Mire de reojo al chico que estaba a un lado mío, sus brazos estaban regalados en la paleta que componía al asiento. Sus brazos y los míos estaban casi pegados,unos cinco centímetros de distancia es lo que tenían nuestros codos.

—¿Profesor, como dijo que se llamaba?—escuche un poco al fondo una voz chillona y curiosa.

—Solo llámenme profesor J.—respondio sentándose de nuevo en aquella silla giratoria, tomo de nuevo sus papeles y siguió rayando no se que.

Hace rato después de unas breves presentaciones y unos cuantos cambios de lugares se dispuso a explicarnos y poner unos ejercicios en la pizarra. Honestamente temía reprobar esta materia, la historia jamás fue lo mío y cada vez que alguien me trataba de explicar solo me hacía bolas y terminaba dejándolo para después.

Me había quedado con la duda sobre el nombre del profesor, eso de que le llamaramos solo J, no era lo mío, yo necesitaba saber el nombre no un apodo o una abreviatura a su nombre. Sin embargo, no dije nada no quería más cambios de lugar por ahora, solo por una vez en mi vida quería la paz existencial y dejar todo lo demás a un lado.

—Enamorados ¿Eh?—la voz que tanto desee escuchar por fin se presentó, era discreta y silenciosa solo para poder escuchar yo.

¿Tenía que decir algo al respecto? Estaba a punto de contestar cuando el timbre del término de clase se inundó por los salones, sin dudarlo mucho tome mis cosas y me prepare dispuesta a irme, parandome de mi asiento no faltó mucho para que de nuevo hablara.