Capítulo XVI

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Qué placer más egoísta, el de cuidar a otro ser, aunque se dé más de lo que se tiene para recibir.

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— ¿Ya tienes todo? — Jacob preguntó, después que yo terminé de poner mi ropa en la maleta. Lo miré desde arriba, ya que yo estaba sentada en el suelo, y sonreí.

— ¡Sí! Estoy muriendo de nostalgia de papá— Cierro la maleta y me levanto del suelo, golpeo mi trasero para quitar cualquier polvo que pueda haber ensuciado mis vaqueros. — ¿Ya llegó tu padre?

— Acaba de llegar— Sonrió ancho, mientras sus ojos brillaban. — Él tiene una cosa para ti.

— Si ese viejo viene con otro collar tribal, juro que lo haré tragarselo. Por el amor de Dios, él quiere atarme contigo aunque sea la base de los ancestros— Bufo, pasando al lado de Jacob.

Los collares tribales eran hechos por los suegros y entregados a las nueras, como un gusto, diciendo que ella es bienvenida en la familia. Billy me había dado tres desde que me convertí y Jacob y yo tuvimos una imprimación el uno por el otro.

Era difícil contener la emoción para no parecer una maldita enamorada, pero esos pequeños gestos de Billy me traían lágrimas en los ojos. Él me aceptaba en la familia, aunque su hijo no. Me puse la mano en el cuello, sintiendo el cordón envolviéndolo. Debidamente escondido debajo de la camiseta, llevaba el primer collar tribal que Billy me entregó.

Cruzamos la habitación y nos dirigimos al exterior, donde la voz de Billy era más alta, ya que parecía hablar con alguien. Cuando pasé por la puerta, lo primero que vi fue el auto estacionado frente a la casa.

Auto no. Obra de arte. Abrí la boca con sorpresa, reconociendo el coche de una foto antigua de mamá. Una foto de su adolescencia, posando al lado de su primer y único coche, que consiguió comprar con mucho esfuerzo. Me mojé los labios, me acerqué y pasé los dedos por el capote naranja vivo.

— Pensé que te gustaría la sorpresa— Una voz ronca habla, llamando mi atención, y veo al abuelo Gilbert. Corro a abrazarlo, sorprendida de que él estuviera en Forks, siendo que se había mudado para Olympia poco después de la muerte de abuela. Gilbert era el padrastro de mi madre, pero fue la única figura paterna que conoció.

— ¡Abuelo! ¿Por qué no me avisaste que venías? — termine el abrazo, mirándolo. El sonríe en mi cara yendo de oreja a oreja.

— Era una sorpresa, niña. Me alegro de verte. ¡Te pareces tanto a tu madre, Ada! — Me abrazó otra vez, más fuerte. Y después me soltó, sujetándome por los hombros. — Vine a traerte un regalo, ahora que cumpliste 16 años y ya puedes conducir.

𝐄𝐕𝐀𝐍𝐄𝐒𝐂𝐄𝐍𝐓, JACOB BLACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora