Capítulo XXVIII

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Quien pelea con monstruos debe velar, por que, al hacerlo, el monstruo puede acecharte. Y si miras durante mucho tiempo a un abismo, el abismo también te mira a ti.

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Miré hacia el techo de mi habitación, no queriendo levantarme de la cama. Por la oscuridad afuera, aún era temprano. El tiempo estaba nublado y la niebla densa, advirtiendo que pronto el tiempo se enfriaría más. Mi sueño era una mierda últimamente, dormía poco y cuando dormía, estaba lleno de extraños sueños de vampiros de ojos rojos.

Me rasqué el ojo, sintiendo su pesar. Quería volver a dormir, mierda.

Me senté en la litera, tiré mis piernas hacia un lado y, tomando impulso, salté. A la mierda el sueño de Bella. Si no podía dormir por su culpa, ella tampoco.

Salgo de la habitación y bajo a la cocina, empezando a hacer el desayuno. Mi cuerpo parecía extraño, letárgico, como si estuviera nadando y cada movimiento fuera más difícil que el otro. Abro la nevera, agarro dos huevos, junto a la leche, un paquete de queso rallado abierto que tenía allí y un poco de mozzarella. Separo la clara de las yemas y bato la clara en nieve, luego mezclando con las yemas y agrego media taza de leche, una cucharada de trigo y dos de queso rallado y una pizca de levadura en polvo, sazonando con sal, orégano y pimienta molida.

Lo vierto en la sartén y lo dejo freír, luego volteo la tortilla y coloco la mozzarella en el medio, doblo la tortilla y dejo que el queso se derrita. Cuando se derrite, apago el fuego y lo pongo en un plato. Abro la nevera otra vez y tomo la jarra de jugo de naranja, vertiendo un poco en un vaso y luego me siento a comer.

Oigo ruidos desde el segundo piso de la casa y luego papá baja las escaleras.

—Buenos días— Dijo, entrando a la cocina, tomo el tenedor y el cuchillo y corte un pedazo de la tortilla, llevándomelo a la boca.

—Buenos días— Charlie responde, aún dormido, y llena una lechera con agua, encendiendo y dejando hervir. — Llegaste temprano ayer.

— Pasaron algunas cosas— Me encojo de hombros. Mi celular vibra sobre la mesa y yo lo tomo. Era un mensaje de Sam, pidiéndome que fuera a la reserva para después ir a encontrarse con los Cullen.

El entrenamiento para matar neófitos comenzaría esa tarde y no podría estar menos emocionada.

—¿Qué pasa? — papá pregunta, inclinándose detrás de mí para ver el mensaje en mi teléfono.

— Tengo que ir a la reserva— Pongo el celular en la mesa, volviendo a comer. Él hace un sonido con la garganta, confirmando, y después va hasta la estufa, apagando el fuego de la lechera.

𝐄𝐕𝐀𝐍𝐄𝐒𝐂𝐄𝐍𝐓, JACOB BLACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora