2. Humillación

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Hola, mi princesa, cuánto tiempo sin saber de ti. Pero no creas que me he olvidado de la mujer que me ignoró durante años. Samara... Hace tan sólo dos meses que entré en tu casa y te hice mía. Aún recuerdo tu aroma. Aún siento que se me pone dura cuando recuerdo tus lágrimas.

Me he pasado los últimos dos meses desde entonces enganchado a tu recuerdo. Reconozco que soy un enfermo. Tus heridas se están cerrando, pero yo estoy aquí para que no curen. Tengo tantos planes para ti y para mí... Hoy has comido en un buen restaurante con tus amigos. A nadie has dicho lo que te atormenta. Tienes un pasado demasiado libertino para contárselo a nadie. La zorrita de la clase ahora es una chica bien y no puede permitirse reconocer lo que ocurrió porque sería tener que dar demasiadas explicaciones que no estás dispuesta a dar.

Hace dos meses que hice contigo lo que quise y hoy... me apeteces.

***

Tenía una vida plena. Había conseguido un buen puesto de responsable de publicidad en una de las mejores empresas de la ciudad. Su despacho estaba situado en la última planta de la Avenida Cinco, casi anexa a la calle principal, centro de la moda y las grandes y suntuosas compras impulsivas de la clase alta. Desde su mesa de despacho, chapada en madera de cerezo que ella misma había elegido, podía ver el barullo de la gente agolpada en las aceras, el ruido de los coches, el murmullo frenético del día a día. Samara Novoa se consideraba una mujer de la ciudad, pocas veces había necesitado aislarse del mundo y del ruido y, cuando así lo precisaba, alquilaba una casita en la costa a unos doscientos kilómetros de allí y era asidua a los largos paseos por la playa, a las noches calurosas acompañada únicamente de una radio, y se negaba rotundamente a poner el televisor.

Su vida era plena, sí. Su familia era reducida; su madre, su padre, alguna tía segunda, algún primo lejano y poco más. Tenía una buena relación con ellos, pero no la bombardeaban con innumerables comidas familiares y, gracias a ello, tenía mucho tiempo libre que, con el paso de los años, lo fue ocupando con el trabajo. ¿Parejas? Muy pocas, hacía tiempo que estaba sola. No por su físico, ella poseía la belleza que cualquier mujer podría desear. Era muy delgada pero con

formas; tenía una inmensa y tupida cabellera rizosa color azabache, unos ojos rasgados, piernas inmensamente largas y un aire griego que embelesaba a cualquier hombre. Sin embargo, por alguna razón no poseía la paciencia de soportar a los hombres que había conocido, no por el carácter, ella era tranquila, sino porque por alguna razón ninguno llenaba su vacío. Nunca supo que buscaba en un hombre, jamás se lo había planteado. Cumplió los treinta y dos años sola, pero era algo que no le quitaba el sueño.

Durante las largas horas de soledad en su pequeño apartamento de La Villa, había devorado innumerables libros; a veces leía historia antigua, adoraba las novelas basadas en personajes que habían existido, Alejandro Magno, Cleopatra, Roma, Grecia... No era algo habitual en una chica de su edad. Más de una vez, esperando en el aeropuerto por algún viaje de negocios, había notado la mirada furtiva de algún hombre de su edad intentando comprender por qué una mujer que fácilmente pasaba por «tonta» alimentaba su mente con ese tipo de literatura. Ella se reía sola, le resultaba cómico que al verla por fuera creyeran que era una de esas jóvenes floreros que decoraban a los hombres por la calle, entablaba una pequeña conversación y no tardaba en darse cuenta de que no merecía la pena seguir charlando.

TRILOGIA VENGANZA- MALENKA RAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora