13. Samara comete un error

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No te avergüences de tus errores, con ellos aprendes muchas cosas. Valoras el amor que te doy y te das cuenta de que todo depende de mí.

***

Aquella misma tarde, después de todo lo que había pasado con Luis, Dominic le pidió que fuera a verlo y que le dedicara un poco de tiempo a solas. Samara no dudó en hacerlo; amaba a Dominic profundamente; era el hombre que la tenía totalmente hechizada, pero por Luis sentía un cariño y un apego inmenso. Cuando entró en la habitación, Luis dormía en la cama. Se acercó muy despacio a él y lo observó en silencio. Su pelo castaño despeinado se mezclaba con la almohada; tenía una piel dorada algo más clara que Dominic, y con el sol se le habían acentuado unas ligeras pecas en las mejillas que le hacían el rostro más angelical. La sábana apenas le tapaba el trasero y sintió rubor al pensar en lo hermoso que resultaba así dormido; su dulzura era incomparable a nada y se preguntó una vez más qué era lo que le impedía tener una mujer a su lado. Al sentarse a su lado, Luis se despertó.

—¿Qué haces aquí, Sam? —preguntó medio dormido—. No deberías estar aquí...

—No has bajado a comer con nosotros, Luis. —Acarició su mejilla y le besó en la frente—. Estábamos preocupados por ti.

Se dio la vuelta dándole la espalda y Samara se metió dentro de las sábanas y se aferró a su espalda besándola dulcemente.

—Oh, Sam —musitó—. Lo siento tanto...

—Vamos, Luis, tenías que hacerlo. No pasa nada, la culpa fue mía. Yo siempre con mis preguntas metódicas...

Se dio la vuelta y la miró durante unos segundos; la giró bruscamente y levantó su falda para ver las marcas de sus nalgas; acarició con sus dedos la piel y sollozó. Le volvió a dar la vuelta y la abrazó con fuerza.

—Perdóname, Sam —dijo—. Perdóname, por favor... yo solo quiero cuidar de ti... no quiero hacerte daño.

—Lo sé, Luis. No tienes ni idea de lo difícil que sería todo si tú no estuvieras a mi lado. No importa; él te pidió que lo hicieras.

—No soportaría hacerte daño otra vez —volvió a decir mientras metía la cabeza entre su cuello y sus brazos—. No tienes ni idea de lo mal que me siento.

La besó y su lengua se coló delicadamente en su boca haciendo bucles juguetones y buscando la suya. Luis era como un niño entre sus brazos, se

enroscaba entre sus piernas y la besaba con tanta necesidad que apenas la dejaba respirar. Por un momento creyó que se vendría abajo, incluso pudo ver su mirada vidriosa mientras la llenaba de besos y se aferraba a ella. Sentía el latido de su corazón debajo de aquella piel de niño que apenas tenía bello. Notó cómo sus dedos descendían por la cara interna de sus muslos y jugaba con la parte superior de su sexo; rozó justo el clítoris y Samara se apartó bruscamente avergonzada.

TRILOGIA VENGANZA- MALENKA RAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora