16. La vuelta a casa

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Vuelves a tu vida y tu cabeza está llena de dudas y necesidades, todo lo que te rodea no significa nada, ya no te llena como antes.

***

En Quimera conoció una parte de ella que desconocía. Supo que era capaz de muchas cosas; descubrió una forma de vida distinta a todas y de lo que era capaz por aquel hombre. Tras aquella semana, volvió a su vida, su casa, su trabajo en la oficina, sus compañeros y amigos. Todo lo que la rodeaba era igual; era ella la que no era la misma. Dominic la dejó frente a su casa; le había dicho que descansara pero era jueves, aún no sabía nada de él y eso la angustiaba. Aquella tarde se armó de valor y por primera vez se encontró frente a las oficinas del enorme edificio que dirigía. No sabía si su presencia le molestaría o quizá ni siquiera estuviera allí, pero deseaba tanto verlo que se arriesgaría a ello.

Atravesó el inmenso hall hasta una amplia recepción semicircular; una mujer un poco déspota la paró en seco cuando se dirigía al ascensor.

—Perdone, señorita, tiene que pasar por aquí.

Samara retrocedió y se acercó a la mujer, que pasaba de los cuarenta y le sonreía frívolamente tras el mostrador.

—Vengo a ver al señor Dominic Romano —dijo.
—¿Tiene cita?
—No... pero...
—Tiene que tener cita para ver al señor Romano.
—Verá, es personal. ¿Le importaría llamarle y decirle que está aquí, Samara? La mujer le dirigió una mirada inquisitoria y levantó el teléfono.

—Señor, disculpe. Una mujer está aquí y quiere verlo. Su nombre es Samara.

Repentinamente cambió la expresión de la cara y le profirió una sonrisa hipócrita.

—De acuerdo, señor, ahora mismo. —Colgó el teléfono y salió de la recepción—. Disculpe, pase por favor. Y discúlpeme de nuevo. Quinta planta. La última.

Cuando llegó a la planta superior, una inmensa oficina repleta de mesas la llenó de pavor. Ahí estaba ella, con sus finos tacones y su vestido gris perla temblando como una niña con la mera idea de tener que atravesar aquellas mesas hasta el pasillo del fondo, donde se veían los despachos. Sintió mil ojos posarse en ella, cuchicheos y miradas de curiosidad a medida que pasaba por delante de ellos. Ella siempre había sido una mujer segura de sí misma, pero

aquello la llenaba de estupor; era el centro de atención de toda la planta y no sabía por qué. Cuando por fin consiguió llegar a los despachos rodeados de mamparas de cristal, respiró hondo y dejó de temblar. Quedó plantada en un pasillo perpendicular frente a una sala de reuniones y lo vio; presidía una mesa ovalada y varios hombres y mujeres hablaban entre ellos mientras un joven exponía algo en una inmensa pantalla de proyección mural. Dominic jugaba con un lápiz con gesto de aburrimiento y se balanceaba en su silla. Se giró de nuevo, varias personas habían hecho corrillo y la miraban. Pegó un bote al notar la mano de Dominic en su hombro, y al girarse lo vio frente a ella.

TRILOGIA VENGANZA- MALENKA RAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora