9. La familia

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Llevarte conmigo a Quimera era una prueba indudable de lo que eras capaz de hacer por mí sin pedirte nada. Después de pasar mucho tiempo decidiendo por los dos y arrancándote lo que quería de ti, te brindo la posibilidad de ser tú quien decida qué debes darme. No creas que suelto la cuerda que te ata a mis deseos. Convénceme de que todo merece la pe na...

***

Tuvo la sensación de que todo pasaba a cámara lenta. Apretó con fuerza la mano de Dominic a medida que avanzaban en dirección al salón. Pudo ver las dos chicas de Roberto en el suelo de rodillas junto a él, apoyadas en sus talones. Luis le guiñó un ojo al entrar con la intención de hacerla sentir bien; sin embargo lo único que logró hacer fue sonreírle tímidamente por los nervios.

—¡Mi primogenitor se digna a aparecer! —exclamó Antón con tono irónico.

Situada detrás de él, en una posición casi oculta, logró visualizar a Carlo apoyado en el zócalo de la chimenea; sintió mil ojos clavados en ella cuando Dominic se apartó para saludarlos a todos efusivamente. Por suerte, le seguía sujetando la mano y eso le otorgaba una seguridad que en ese momento necesitaba.

—Bienvenida, querida... —El hombre de perilla y modales aristócratas la besó en la mano y sonrió—. Un placer conocerte; mi nombre es Roberto y mis dos preciosas vampiras: Yelina y Xiamara.

—Mucho gusto —dijo.

Se quedó de pie sin saber qué hacer cuando Dominic se dirigió a la camarera para ponerse una copa. Carlo, el hombre rubio de pelo engominado, se aproximó a ella y empezó a girar a su alrededor muy despacio.

—Samara... —susurró—. Tengo una curiosidad innata por saber qué tipo de mujer soporta a nuestro caballo desbocado... —Se colocó delante y le sonrió—. ¿Una mujer sin límites? No... ¿Quizá una esclava algo masoca? —Volvió a ponerse detrás de ella, y mientras tanto caminaba haciendo círculos, haciendo tintinear los hielos de su vaso—. No...

Samara miró a Dominic, este se sentó en uno de los sofás y observó la escena. Quería buscar alguna expresión en él que le trasmitiera algo, pero los nervios le impedían mantenerse centrada y controlar los movimientos del otro hombre. Carlo pasó el dedo por su escote y descendió despacio hasta casi rozar sus pechos.

—¿Una sumisita despistada? No...

—Quita tu mano de mi escote —soltó de repente—. Por favor... —Miró a Dominic; la ironía en la cara del hombre, los nervios y la forma de mirarla de todos los que allí estaban acabaron con su temple.

Carlo soltó una carcajada, tomó su mano y la besó con suavidad en la parte supe r ior.

—Bravo... Una pantera... No esperaba menos de ti. —Dio un silbido y la muchacha de rasgos nórdicos se acercó a él—. Yo soy Carlo y esta mi preciosa Meredit. Un placer Samara, bienvenida a nuestra familia.

TRILOGIA VENGANZA- MALENKA RAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora