18. Casualidades

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Ni siquiera tú sabes cómo parar; te puedo asegurar que no existen las casualidades, sólo la causalidad.

***

El lunes regresó al trabajo radiante, pero en la oficina se respiraba un ambiente tenso. Los directivos de la empresa de Samara estaban reunidos desde primera hora de la mañana. Cuando entró en su despacho, una de las chicas de su equipo la siguió como un rayo.

—¿Qué pasa hoy ? —preguntó.

—Hay problemas. Los jefes están reunidos con una de las empresas más importantes; el dueño también es accionista de nuestra empresa; nos encargaron la campaña publicitaria y no les ha gustado, Sami. ¡Es horrible! Estuvimos casi un año preparándola bajo la supervisión de Richard. ¿Recuerdas?

—Vaya, pero ¿no podéis cambiarlo? —Su compañera estaba alterada—. ¿No hay manera de solucionarlo?

—La imagen corporativa estaba bien, pero no gusta y la campaña publicitaria para televisión no ha gustado nada, Dios mío... Si perdemos este cliente nos vamos a la mierda, Sami... Se va a la calle más de la mitad de la plantilla fijo; son muchísimos millones.

—Pero, Susana, yo vi ese proyecto; no estaba mal.

—Me han pedido que lleve la carpeta a la sala de reuniones, pero estoy muy nerviosa. Por favor, te lo suplico, ve por mí. No estuviste metida en la campaña, no te preguntaron nada. A mí me tiemblan las piernas.

—Vale, tranquila. ¿Con quién están?

—El mismo dueño vino hecho una furia. Siempre mandó a algún directivo, pero hoy apareció a primera hora y se encerró con los jefes en la sala de juntas.

—Tranquila, iré y o. Tranquila...
—Gracias, gracias, mil gracias, Sami.
Atravesó los pasillos en dirección a la sala de juntas. A través de los cristales

vio a todos sus jefes sentados en la mesa y un hombre de espaldas a todos zarandeando las manos. Llamó a la puerta y entró con la carpeta. Uno de sus jefes sudaba exageradamente mientras se limpiaba la frente con un fino pañuelo bla nc o.

—¿Me quieren decir cómo demonios pretenden que presente mi empresa en los Emiratos con esta melodía hortera? —Levantó los brazos y gruñó entre dientes—. Y luego viene lo mejor, el logotipo... ¡Una mierda!

Se acercó a su jefe y le tendió la carpeta.

—Se lo modificaremos; le pido un poco de paciencia; miré, aquí tengo el proy ecto y el presupuesto...

—No... ¡No hay tiempo...!
Samara se disponía a salir cuando el hombre se dio la vuelta.
—Esto es un desastre; tengo que venir personalmente porque no son capaces

de... ¡Joder! —Un grito casi femenino salió de su garganta repentinamente.
Se quedó parada en mitad de la sala de juntas; el individuo que pegaba voces de espaldas era Carlo. Al verla se le dilataron las pupilas y se quedó con los ojos

tremendamente abiertos.
—¿Qué haces tú aquí? —dijo petrificado.
Toda la sala miró para ella.
—Yo... trabajo aquí...
—¿Se conocen? —El jefe de Samara era el que más cara de susto tenía. Estaba claro que Carlo no tenía ni idea de que ella trabajaba en esa empresa.

Se llevó las manos a la cintura apartando la chaqueta del traje y pestañeó nervioso.

—Denme... un momento para asimilar la situación... —dijo.
—No te muevas de ahí —le suplicó su jefe.
Samara movió la cabeza nerviosa y se mantuvo expectante. Carlo sacó el

teléfono móvil y aún con gesto de asombro miró a los directivos.
—Necesito hacer una llamada a mi abogado. —Al decir esto último miró a

Samara.
Salió de la sala y al poco regresó y, cerrando la puerta, apoyó las manos en la

mesa.
—Tienen un mes. Ni un día más.
—No le defraudaremos, señor Armani. Le compensaremos. Carlo miró a Samara y sonrió.
—De eso no me cabe la menor duda. 

TRILOGIA VENGANZA- MALENKA RAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora