17. Primer fin de semana

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No todo es tan sencillo, querida mía. Aprende a amar y odiar en la misma intensidad.

***

El primer día que él apareció en su trabajo se atacó como una niña de quince años. Ella había hecho lo mismo. No podía negar que le daba un derecho del cual no podía zafarse tan fácilmente. Le había dicho que no interferiría en su vida cotidiana, que respetaría cada una de las personas que formaban parte de su vida; sin embargo, sabía que aquel hombre era capaz de provocar en ella reacciones que por sí solas podían meterla en un apuro con tan sólo su presencia.

Sentada en el bar, era interrogada una y otra vez por sus compañeras de trabajo y amigas: que dónde se metía, que quién era su novio, le decían continuamente que estaba distinta...

—¡Dios mío! —oyó a una de sus amigas—. No me digas que es aquel que viene por ahí.

Ni siquiera se dio la vuelta para comprobarlo; sus pasos sonaron en la tarima del local y supo que era él. Dominic se acercó a la barra y tras decirle algo al camarero se sentó en la silla vacía con una sonrisa irónica al lado de Samara.

—Qué bien acompañada estás —dijo besando su mejilla.

Samara creyó que todo el bar escucharía los latidos de su corazón; estaba a punto de salírsele del pecho. Estaba allí, con su gente, su vida diaria, y apenas podía pronunciar una palabra.

—Son Marta y Lidia... Este es Dominic...
El calor, aquel calor tan familiar, empezó a emerger por todos sus poros. —Encantado. ¿Así que sois amiguitas? —Se metió en la boca un cacahuete y

se reclinó con humor hacia atrás.
—¿Sami no te ha hablado de nosotras? Increíble... —dijo una.
—Sami —se mofó—. ¿Cómo no me dijiste que tenías amigas tan majas?
« Hipócrita. Qué bien haces tu papel» .
—Bueno, no importa; últimamente Sami ha tenido demasiadas cosas metidas

en... la cabeza —prosiguió.
Pasaron los minutos lentos. Dominic, con su papel de hombre maravilloso,

envolvía a sus amigas en una espiral hipnotizadora. Ella se mantenía en un segundo plano intentando disimular los nervios aferrada a una infusión. Asentía con la cabeza con una sonrisa fingida, mientras sus amigas sutilmente lo interrogaban y él lo sabía... Sabía lo que hacía desde el momento que entró en el restaurante vestido con su impecable imagen de hombre de negocios, con su

estilo agresivo y a la vez exquisito. Iba poco a poco sacando de ambas la información que quería de ella. Anécdotas de sus años jóvenes, novios de universidad, reuniones habituales con el grupo de amigos. Cosas sin la más mínima importancia para el resto del mundo, pero un arma perfecta para él.

—Bueno, señoritas, es un placer estar en vuestra compañía, pero tenemos que irnos —dijo levantándose.

TRILOGIA VENGANZA- MALENKA RAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora