Capítulo 2: Bakugo Katsuki

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La enorme bestia alada despertó con las mejillas aún húmedas por el llanto, miró en todas direcciones antes de estirarse y batir sus alas al aire para surcar los cielos como lo hacía en sus días más felices, cuando despertaba junto a la más fiera mirada que nunca antes había visto y podía reír sin preocuparse de nada ni nadie que no fueran ellos dos. Rodeó los bordes del bosque asegurándose de que no hubiese ningún intruso cerca o a la vista, acarició el suave tacto de las nubes en sus alas y rostro y le lloró una última vez al sol pidiéndole, no, rogándole obtener un resultado lo más pronto posible, hacía tanto tiempo que no se sentía tan solo como entonces, encerrado en una cueva que hubiera visto sus más hermosos momentos, y en la que ahora residía el aroma de la persona que amó más que a nadie.

Su nombre era Bakugo Katsuki, un hombre de fuertes convicciones y un ego enorme, poseía una encrespada cabellera ceniza y ojos escarlata que infundían terror de solo mirarlos, vivía en una pequeña aldea cercana al "bosque maldito", sitio repleto de cazadores y armeros de alto calibre y reconocimiento, hijo de una temible guerrera y el jefe de la tribu a la que pertenecía, era conocido como "el demonio explosivo", debido al carácter heredado de su madre y el juicio de su padre, era alguien difícil de comprender o siquiera de acercarse, su mayor motivación era cazar a todas las criaturas que se atravesasen en su camino a cambio de una buena recompensa, fue así que terminó por partir de casa a una corta edad para hallar su camino en el reino más cercano, pasó de ser cazarrecompensas a cazador de la realeza en poco tiempo debido a su enfermizo entusiasmo y capacidad, fue así que conoció a un grupo de extraños que le acompañaban en sus misiones a pesar de que no estuviese de acuerdo.

Cualquiera de ellos hubieran dicho que ese hombre era un dolor de cabeza aumentado al doble por sus gritos y personalidad, sin embargo, igual coincidirían en que se trataba de un valioso aliado que valía la pena conocer, era así como el nombre de Bakugo Katsuki se hacía resonar por los oídos de todos lo que pasaban por aquel reino intimidando hasta aquellos que se hacían llamar "verdaderos discípulos del mal", sus padres no podían estar más orgullosos, su pequeño monstruo había logrado sobresalir por sus propios méritos, no con la mejor reputación pero sí con la fuerza digna de un líder y el coraje de un guerrero.

Para Katsuki todo aquello daba lo mismo, no pretendía trabajar por siempre al lado de personas que, según sus propias palabras, sólo eran piedras en su camino, pequeños obstáculos que debía superar para llegar a su verdadero objetivo, ser el hombre más temido por humanos y bestias, para ello había utilizado su tiempo libre y misiones como entrenamientos, criaturas mágicas, hechiceros, simples aldeanos y asesinos, todos ellos derrotados por un chico de no más de 20 años, algunos cazarrecompensas fueron desplazados debido a su popularidad y prestigio, lo que eventualmente lo fue rodeando de enemigos que buscaban acabarle para retomar sus lugares en el poder, obviamente muchos de ellos terminaron muertos debido a esta mala decisión, lo que lo llevó a convertirse en un criminal buscado en algunos pequeños poblados por crímenes como asesinato y robo, siendo el último mera especulación.

Los únicos que aún le seguían sin importarles mucho su reputación o si siquiera estaba de acuerdo con ello eran Izuku Midoriya, un chico común pero de vastos conocimientos en casi cualquier tema, cosa que le permitía salir adelante sin la necesidad de ser físicamente fuerte y que, de igual manera, molestaba a Bakugo al punto de odiarlo; Tenya Iida, un caballero de brillante armadura heredada por varias generaciones, cuyo sentido de la justicia era tan estricto que se había ganado el odio de muchos y las alabanzas de otros; Uraraka Ochako, una hechicera de bajo nivel que tenía problemas con sus conjuros y buscaba practicar en cada misión en la que era partícipe, sin embargo, no siempre le era posible ser de ayuda y finalmente Shoto Todoroki, un joven príncipe que huía de la estricta mano de su padre, el rey, quien creyó conveniente contratar a Bakugo para mostrarle al joven heredero los riesgos del mundo exterior, pero en su lugar, sólo logró alimentar sus ansias por conocer todo cuanto pudieran sus ojos visualizar y alejarse de aquel reino sin esperanzas.

Ese era el equipo Bakugo, o cómo él los llamaba, el grupo de idiotas que le seguían, con el tiempo y debido a la mala reputación que poco a poco el cenizo se iba creando, se fueron alejando hasta el punto de perderle la pista, no fue decisión propia hacerlo pero era necesario mantenerse al margen de sus problemas si no querían terminar encerrados en el ministerio y ser sentenciados con la misma crueldad con la que lo harían con él si lograban atraparlo. Al final, Bakugo Katsuki regresó a casa vestido en pieles y el torso descubierto, portando como joyería los dientes de sus presas de manera presuntuosa y por si fuera poco, con el apodo de "rey de las bestias", para su desgracia nadie pudo observar el gran regreso del heredero, su aldea había sido atacada por diversas criaturas y hechiceros que terminaron por asesinar y robar todo lo que en ella se hallaba, la imagen de sus padres destrozados a la mitad de la plaza, su pueblo ensangrentado y sus viviendas en llamas le hicieron cambiar el rumbo de sus convicciones hacia una vida nómada, deslindada del mundo para poder hacerse de un plan que le permitiera vengar la muerte de su pueblo, fue así que el chico comenzó su propia búsqueda como un fantasma, yendo y viniendo, siendo cazado y cazando, alejándose lentamente de una vida "normal".

El enorme dragón descendió nuevamente en medio del bosque transformándose nuevamente en humano, estaba agotado mentalmente pero igual continuaría trabajando hasta lograr su cometido, tomó un par de líquidos efervescentes y comenzó a mezclarlos mientras murmuraba las recetas entre dientes, uno tras otro fueron fallando en su propósito hasta acabarse, frustrado rugió, lanzó cada uno de los frascos vacíos al suelo y golpeó la enorme mesa de piedra con los puños cuarteando el borde de la misma, nuevamente las lágrimas caían por sus mejillas, la noche se había posado en el sitio por enésima vez desde su partida, salió de aquella dorada cueva y miró el cielo, la luna era hermosa y las estrellas iluminaban todo cuanto era visible – Desearía que siguieras conmigo...

El hechizo en tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora