Capítulo 3: Kaminari Denki

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Nuevamente pasaban las noches y los días sin descanso, el crudo paso del tiempo se estaba volviendo un pesar cada vez más opresor y doloroso, y al igual que todas las semanas, el joven Kaminri Denki, un chico de rubia cabellera y un extraño don para atraer tormentas, arribó para proveer de víveres al solitario escarlata – ¿Nuevamente te desvelaste? – no obtuvo respuesta más que una mirada efusiva y el sonido de algunos frascos chocando unos contra otros – Deberías dormir de vez en cuando, si estás cansado no puedes llegar a buenos resultados

– Si duermo aparece en mis sueños, así que prefiero concentrarme en hacer que aparezca en el mundo físico y no sólo en ellos – espetó molesto y melancólico mientras continuaba mezclando sustancias, hojas y demás elementos

– Oye... soy un comerciante pero igual soy tu amigo, también lo extraño pero... esto ya no es sano, ha pasado casi un año y tú sigues aferrado a esta loca idea de traerlo de vuelta, entiéndelo de una vez Kirishima, ya no está, se ha ido y no puedes sólo mezclar cosas al azar y esperar a que vuelva – el pelirrojo se detuvo en seco de sus actividades y se giró a verlo sin expresión alguna en el rostro, acto seguido le acorraló contra la pared de piedra detrás suyo mientras sus ojos y dientes pronunciaban su naturaleza salvaje

– No vuelvas a pedirme que me rinda o te juro que...

– ¿Qué?, ¿Qué me asesinarás?, por amor de Dios Eijiro, ambos sabemos que no lo harías, no eres ese tipo de persona y tampoco eres la bestia que te has creído todo este tiempo – lentamente apartó a su amigo hasta deshacerse de la presión de la fría roca sobre su espalda – no fue tu culpa y lo sabes, sus demonios le perseguirían aunque tú no estuvieses allí, así funciona el mundo, un día crees conocer a alguien y al otro te enteras que es un desalmado villano, nada te detiene de devorarme cada semana o de quemar todo el reino buscando al responsable pero no lo has hecho porque sabes que estaría mal, así son las hebras del destino, no las contradigas

– ¿Quién fue el que me dijo que debía ser paciente, que el ser indicado llegaría y cuando eso pasara debía hacer lo posible por conservarlo?, ¡¿QUIÉN?! – Golpeó el muro frente a él creando una ráfaga de viento que agitó el cabello y los sentidos de Kaminari

– Fui yo, pero no me refería a que...

– Si eres mi amigo, entonces deberías entender que sólo estoy siguiendo tu consejo – finalmente decidió dejarse caer en el suelo de rodillas con los ojos húmedos de rabia y dolor – tú sabes lo que es estar solo, fuiste mi único amigo antes de que él llegara, siempre estuviste allí para mí y atesoro esos momentos tanto como atesoro a Bakugo en mi corazón, por eso te pido que no me digas que me rinda, quiero poder verlo una vez más y disculparme por no ser lo suficientemente varonil como para cuidar de él... por haberle fallado – su cabeza yacía gacha despojando gotas saladas que terminaban por estamparse contra la fría roca del suelo, el rubio se acercó a él y le abrazó con fuerza acariciando su amedrentada espalda, recordaba la soledad de aquel imponente dragón antes de que él llegara y nunca lo había visto tan feliz como cuando el cenizo llegó a su vida, pero era por esa misma razón que deseaba que lo dejara ir, que avanzara en su propio camino antes de perder lo que aún le quedaba

– ¡UN JODIDO DRAGÓN! – El rubio corría por entre la arboleda buscando refugiarse de la enorme criatura que había visualizado en su búsqueda de materiales para intercambiar en el reino, a sus 15 años había sido encomendado al negocio familiar, asaltaban algunas pequeñas aldeas o simplemente buscaban cosas de valor en el "bosque maldito" y las vendían a precios exagerados en el centro del reino de Fuego, llamado así por la ferocidad con la que era regido por el rey Enji Todoroki – Maldición estoy muerto, te lo suplico Dios Mío no dejes que me devore – suplicaba detrás de un enorme roble esperando por el momento de su muerte

– ¿Quién es Dios Mío? – un chico de similar edad y cabellera roja le observaba con curiosidad desde el frente

– ¿Cómo que quién es?, es Dios, el supremo, el altísimo, quien creó la tierra y todo lo que ves, tú sabes, ¿o acaso eres un hereje? – la pregunta le había sacado tanto de sí que se había olvidado del dragón por un momento, el pelirrojo negó lentamente con la cabeza mientras le seguía observando – Si no lo eres, ¿cómo es que no sabes quién es Dios?

– Mis cuidadoras nunca me hablaron de tal cosa, ellas lo llaman "la deidad del bosque", o también "el que todo lo ve", pero ellas dicen que no sólo crearon lo visible, sino también lo invisible y lo mágico, dicen que es gracias a este ser que tenemos un destino y nos guía por el buen camino – el chico hablaba tranquilamente con una sonrisa en el rostro que le permitía a su contrario observar lo afilado de sus dientes asustándolo de primera y recordándole al dragón poco después

– ¡Mierda!, ven escóndete – haló al chico a su lado y le tapó la boca para que no emitiera ningún sonido – no tenía ni idea de que un dragón se alojara en estos bosques, ¿tú sí? – murmuró soltándolo poco a poco para poder espiar por detrás del roble

– Pues claro que sabía – musitó seguido de una risita

– ¡¿QUÉ?!, ¿Y por qué demonios viniste aun sabiéndolo?

– Bueno, pues porque aquí vivo, pero no deberías preocuparte por eso, es más, me presento, soy Kirishima Eijiro

– Kaminari Denki – los chicos se estrecharon las manos y al apartarlas el rubio continuó con sus interrogantes – ¿cómo que no me preocupe?, podría devorarnos, además, ¿cómo es eso de que vives aquí?, ¿no dijiste que tenías cuidadoras?, deberías pertenecer a algún pueblo o algo

– Oh, bueno... en realidad ellas son... ¿parte del bosque?, es algo complicado pues no me dicen todo lo que saben y lloran mucho, pero por mi parte soy el heredero de un noble reino, Draco, ¡ven, podemos visitarlo y te puedo presentar a mis cuidadoras! – canturreó alegre el pelirrojo mientras halaba del brazo al chico junto a él

– ¿Draco?, ¿dónde demonios he escuchado ese nombre? – el rubio caminaba sin mirar realmente el camino, sólo era guiado por su acompañante hasta las profundidades del bosque hasta llegar a un pequeño claro rodeado de enormes edificaciones de piedra calcinada – ¡Ya sé!, el reino de los dragones, también conocido como Dragoi, espera... eso significa que... – cuando finalmente posó la mirada sobre el paisaje y se percató de la naturaleza de la presencia con la que había estado conviviendo volvió a echar a correr

– ¡Oye espera! – el chico dejó a la vista sus alas para perseguirle por aire, igual necesitaba practicar su vuelo humano; lo intersectó un par de metros más adelante cayendo con torpeza en la tierra

– E-Eres un dragón, ¿y no me lo dijiste?, ¡NO ME COMAS! – el chico nuevamente yacía suplicando y llorando mientras retrocedía tratando de no chocar contra los árboles aledaños

– ¿Comerte?, nunca haría algo como eso, me agradas, además recién desayuné – explicó tranquilamente el híbrido mientras se sacudía el polvo causado por el aterrizaje – es sólo que no muchas personas vienen por aquí y me asusté al verte... pero me parecías alguien interesante así que... lo siento, sólo pretendía agradarte, pero igual entiendo si te quieres ir, lo lamento – se dio la media vuelta dispuesto a irse antes de que el rubio le hablase

– No tienes muchos amigos, ¿verdad? – el contrario se giró para verle y negarle con la cabeza – bien, haremos un trato, yo seré tu amigo si prometes no comerme y enseñarme dónde puedo encontrar cosas valiosas – el pelirrojo se sonrió de oreja a oreja y asintió ferozmente mientras saltaba en júbilo – hecho, entonces guíame a los tesoros del bosque

– ¡Claro!– así comenzaron a pasar juntos parte de sus días hasta volverse inseparables con el paso de los años, ese chico de extraña procedencia y que sólo buscaba baratijas simples para vender en el comercio de su familia se había convertido en el primer y único amigo del pelirrojo

El hechizo en tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora