Diamant D'Hiver

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Esa noche fue el comienzo de las pesadillas. Te levantaste gritando, llorando y sudando, y tu pánico se hizo peor al despertar y encontrarte en la obscuridad con esa única fotografía en donde seis muchachitos sonrientes permanecían erguidos detrás de ti... Fotografía que viste manchada de sangre en donde justamente los rostros de aquellas tres personas estaban.

"¡ASESINA!"

-¡NO!

Te sentaste violentamente en la cama, halandote los cabellos mientras jadeabas sonoramente, aterrorizada. Había sido una pesadilla, no había sido real...

¿O si? Levantaste la cabeza y miraste hacia afuera por la ventana donde entraba apenas un poco de luz lunar. Claro que había sido real, tus amigos habían muerto justo como en esa pesadilla, devorados por esos monstruos con rostros enfermizos del otro lado de las murallas que ustedes, los humanos, llamaban titanes...

Suspiraste, decidiendo que intentar dormir no funcionaría. Cuando habías dormido en la tarde también habías tenido pesadillas como esa, y la cosa no cambiaría, por supuesto. Así que te bajaste de la cama, te limpiaste las lagrimas de la cara y te canchaste unas botas y la cálida capa de la Legión antes de encender la vela junto a tu cama y salir de la habitación con ella. 

Había pasado mucho tiempo ya desde la ultima vez que habías tenido ese tipo de sueños. Recordaste que cuando pasó "Aquel incidente del hacha" habías gritado todas las noches durante casi un año las veces que dormías sola.

Cerraste silenciosamente la puerta de tu habitación hacia la sala. Tu habitación era la mas pequeña, justo entre la de Charlie, que por esa noche dormiría junto a Levi, y la de Elizabeth y Zara. Al parecer nadie te había escuchado gritar. Enrollada en la capa y con nada mas que uno de tus camisones blancos, caminaste en silencio por la sala/comedor/cocina hasta la puerta, poniéndote la capucha y abriendo la puerta principal, saliendo a la noche nevada.

El horrible frió que te envolvió te hizo estremecer. No nevaba, pero sin duda había caído nieve mientras dormías, porque ahora una gruesa manta blanca rodeaba tu hogar. Sin importarte el clima, comenzaste a caminar hacia aquel árbol a un lado del camino a la casa, en el cual una viejo columpio lleno de nieve parecía invitarte a que le usaras, hundiéndote un par de centímetros con cada paso en el hielo mientras te acercabas. Tal vez podrías pasar el rato allí... Martirizándote a ti misma, por fin sola, permitiéndote ser débil.

Cuando sacudiste la nieve del columpio y te sentaste en él, aspiraste el aire frió y puro de la montaña, sintiéndolo entrar a tus pulmones hasta que los hizo arder. Ya habías olvidado como se sentía, te habías acostumbrado en esos cinco años al clima cálido de Trost donde el invierno no era tan fuerte como allí, y el cual ahora extrañabas... 

Pero te diste cuenta de que ya no podrías regresar. En verdad deseabas irte de ese pueblo, no volver, dejando atrás todo recuerdo doloroso que sus habitantes te habían dejado incluyendo a tus difuntos amigos... Y al mismo tiempo deseabas morir. Abandonarte a ti misma en aquel sitio, no comer, no dormir, hasta que tu cuerpo se pudriera allí, congelada para siempre. Ya no merecías vivir, semejante escoria que había sacrificado a inocentes por un estúpido ideal no merecía sobrevivir ni regresar a aquel lugar donde solo los héroes podían entrar.

-No se como demonios no estás convertida en un puto cubo de hielo.

Te viste obligada a respirar una bocanada de aire, suspirando con desesperación al tener que interrumpir tu propio hoyo de autocompación antes de abrir los ojos que habías mantenido cerrados hasta ahora, encontrándote con Levi, quien caminaba con cierta dificultad entre la nieve al estar enfundado en toda la parafernalia de la capa, la bufanda, guantes y demás cosas. Parecía mas un pingüino gordito y amargado que un ser humano. En otras circunstancias tal vez te hubieses reído de él.

Roulette Of MemoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora