Estábamos en mi habitación. La luz del sol iluminaba todo el lugar. Mi perrita Lara, la pequinés que me había regalado mi padre en mi cumpleaños número once, estaba en un rincón jugando con su pelota favorita. Él estaba a unos metros de mí, con ese cabello pelirrojo tan alborotado como de costumbre, sus ojos tristes e hinchados de tanto llorar, sus finos labios sangrando en la parte superior a la derecha, su delgado cuerpo marcado por los golpes y su voz cansada.
-No puedo más Rebeca - las lágrimas caían por su rostro.
-Lo sé, es evidente - dije tomando la silla que estaba a mi izquierda y sentándome con los brazos cruzados frente a él.
-¿Por qué a mí? - dijo profundizando el llanto y dejando caer su cabeza hacia atrás.
-La vida no es muy justa. En ocasiones muy frecuentes, las mejores personas son las que más sufren - dije mirándolo a sus tristes ojos.
-Cada uno de mis días es una tortura, esto debe ser peor que la muerte.
-¿Quieres que esto termine? - pregunté poniendo los codos sobre mis rodillas.
-Es lo que más deseo - cuando estas palabras dejaron sus labios me levanté de la silla y busqué algo en mi armario.
-¿Rebeca que tienes ahí?, ¿qué vas a hacer? - dijo atendiendo a lo que había en mis brazos.
Parpadeé tratando de reconocer dónde me encontraba, estaba en mi cama. Encendí mi celular que estaba en la mesita de noche para ver la hora, eran las 7:46am.
Recuerdos como este venían a mis sueños cada cierto tiempo. Despertaba pensando en qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes, pero no lo fueron, esta era la realidad, no estaba arrepentida de ninguna de mis acciones, todo fue un accidente, yo no tuve la culpa de lo que pasó ese día, no podía cargar con algo que no había provocado nadie.
Desde pequeña fui muy fuerte, pero después de aquel día me di cuenta que era más fuerte de lo que creía, que nada podía afectarme fácilmente. Tuve que dejar a un lado el pasado y mirar hacia el presente. Dejando los secretos ocultos en los lugares más remotos posibles.
Aún me encontraba en mi cama, acostada sobre mi espalda y mis brazos sosteniendo mi cabeza, mi vista en el techo pero mis pensamientos en otra parte. Reaccioné y me levanté para asearme.
Me puse unos short cortos color café, una blusa blanca de tirantes y recojí mi cabello en una coleta baja.
Salí de mi habitación para ir a la cocina a buscar un poco de agua.
A esta hora mi madre y Arturo ya deberían estar rumbo al trabajo, la entrada era a las 8:00am.
Estando en la cocina me serví un vaso de agua y apoyé mi cuerpo en la meseta, bebiendo el líquido miré por un segundo la ventana que estaba frente a mí que daba vista al jardín, atendiendo al exterior escuché un ruido.
¿De dónde viene ese ruido a estas horas?
Salí por la puerta de la cocina.
Mi jardín sin dudas era bellísimo, el césped estaba perfectamente cortado, las plantas de mamá transmitían alegría y tranquilidad.
El ruido venía de la parte del jardín que quedaba detrás de la habitación de mamá, en esa parte no habían flores, solo césped.
Me dirigí hacia allá para descubrir qué estaba provocando el ruido.
Era música que provenía del teléfono de Cameron. Él estaba ejercitando sus abdominales. Estaba de espaldas a mí. Me detuve a mirarlo por unos momentos mientras estaba recostada a la pared.
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¿Yo?
Teen Fiction¿Necesitas una palabra? Oscuridad. Tan bella y tan retorcida. Una mente demasiado compleja y muy inteligente. El placer de poderlo controlar todo la mantenía estable. Hay momentos en los que te detienes a preguntar: ¿Por qué? Fatal momento elegiste...