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Placer.

Una de las mejores de sensaciones que puede sentir el ser humano. Todos tenemos algo que nos satisface: leer, hacer ejercicios, comer, escuchar música, jugar videojuegos, salir de fiesta, beber con amigos, tener sexo o en los casos más perturbadores: asesinar y torturar.

A lo largo de mi vida he experimentado muchas cosas placenteras:

Control:

Tener el control sobre las situaciones y las personas a mi alrededor era demasiado deleitable. Si quería podía manipular todo a mi antojo y eso no tenía comparación. Estar bajo mi control hacía ver a todos insignificantes a mi lado.

El sexo:

Todos hablaban de él, que era muy bueno. Yo no me atrevía a probarlo, mis compañeras decían que su primera vez fue dolorosa. Un día lo hice, quise vivir mi propia experiencia. Todos tenemos nuestras anécdotas, únicas para cada individuo, así como nuestras sensaciones y reacciones corporales. Había tardado por miedo al dolor, luego me arrepentí de tardar tanto, perdí demasiado tiempo. Sí, era verdad, en el primer momento sentí un poco de dolor, pero nada comparado con el placer que le siguió. Ahí supe que sería una adicta a él por el fin de mis días.

Asesinar:

No está bien, no se debería hacer. La vida de cada individuo debería terminar de forma natural, sin forzar la muerte. Asesinar es considerado un crimen.

Y yo soy una criminal.

Recuerdo a mi primera víctima, un conejo blanco. Aquel animal se veía tan tierno, su piel era suave y su cuerpo redondo lo hacía adorable por naturaleza. Un día lo vi en su jaula en el jardín, me dió curiosidad saber como se vería por dentro. Fui corriendo a la cocina, busqué un cuchillo y saqué al animal de su jaula. En el centro del jardín, con tan solo 8 años, viré al animal patas arriba sobre el césped y enterré el cuchillo en su barriga, haciendo una gran abertura que dejaba ver su interior, no sentí ningún tipo de remordimiento. Mi madre me encontró luego de matarlo, me regañó y castigó. El castigo no me importó, mi curiosidad me llevó a matarlo y matarlo me hizo sentir un gran placer. Esa fue la primera vez que mis manos se marcharon de sangre y no sería la última.

Torturar:

Adoraba la tortura física y la psicológica. Hacer daño era un enorme placer. Con los años he desarrollado mis habilidades con la práctica y adquiriendo conocimientos mientras leía libros de psicología. Supongo que el lado oscuro de la vida es mucho más placentero que el lado brillante, o al menos para mí sí.

Las cosas que me satisfacen no son muy comunes entre la mayoría de las personas, mis gustos son un poco retorcidos.

Otra de las cosas que me satisfacía mucho era dejar a los hombres calientes e irme. No sería capaz de explicar lo bien que se sientía hacer eso, cada vez que lo hacía me sientía poderosa y me diviertía mucho.

En estos momentos estaba en la cocina calentándome el almuerzo en el microondas. Luego de almorzar me hice un café y agarré una tasa dirigiéndome a mi habitación, tomé un libro y me fui a la terraza del segundo piso. Allí me senté en una de las sillas, coloqué el libro en una pequeña mesita que había a mi lado, bebí mi café y me sumergí en la lectura. Luego de un rato escuché el pito del auto de Arturo, cerré el libro y me asomé a la orilla de la terraza, mamá se había bajado del auto, estaba a punto de entrar a la casa, llevaba una bolsa transparente en su mano, parecía algo de comida, eso era bueno porque estaba ambrienta. Arturo le dijo desde el interior que iba a estacionar el auto, que regresaba rápido. El estacionamiento estaba en la cuadra de al lado, así que tardaría menos de diez minutos.

Pasé por mi recámara a guardar el libro y luego fui a la primera planta, la sala estaba vacía, así que me dirigí al comedor. Ahí estaba mamá, tan bella como siempre, su cuerpo delgado llevaba una falda de tubo larga color crema y un pollover ajustado del mismo color, sus pies calzaban unas hermosas plataformas, su cabello negro recogido en un elegante moño, su rostro lucía un leve maquillaje, sus ojos tan azules como los míos dejaban ver a sus lados unas pequeñas arrugas formadas al sonreir. A pesar de su edad era una mujer muy bella. Estaba sentada en su silla del comedor, Cameron hablando con ella mientras estaba sentado en un extremo de la mesa comiendo unos dulces que se veían muy apetitosos.

¿Yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora