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Pude presenciar la escena por unos segundos más, todo fue fascinante, desde el momento en que el cuchillo atravesó su camisa blanca y luego su estómago, sus ojos se abrieron al máximo, miró su herida, saqué el cuchillo de su interior y él calló al suelo sobre su espalda, su cuerpo desangrándose en la puerta de su casa.

Guardé rápidamente el cuchillo ensangrentado y los guantes dentro de la bolsa de plástico otra vez y lo oculté bajo mi sudadera. Me alejé de la escena asegurándome que nadie me había visto y caminé hacia el auto. Me monté en él, guardé la bolsa con el cuchillo y los guantes dentro de la mochilita y manejé hasta mi ciudad.

Durante el camino de regreso se repetía en mi mente la imagen de Hugo desangrándose en el suelo. Fue expectacular, había olvidado el placer que se sentía al quitarle la vida a alguien, no tenía comparación.

Él lo merecía.

Desde los catorce años Hugo y Mia fueron novios, eran la pareja perfecta. Él siempre fue muy celoso y posesivo, se había enamorado perdidamente de ella. A los dieciséis años, Mia decidió terminar la relación porque ya no se sentía bien a su lado, sus celos la habían agobiado. Hugo no le permitía salir de su casa, solo al colegio, le revisaba el celular y le olía la ropa para verificar que no hubieran rastros de perfume de hombre. El día que Mia fue a su casa a terminar con él, Hugo la chantajeó con mostrarle a sus padres los videos donde se veían ellos teniendo relaciones sexuales si ella lo dejaba. Ellos se grababan porque él le decía a ella que eso lo excitaba y ella lo complacía. Mia no aceptó el chantaje porque creía que Hugo no sería capaz de hacerlo, pero sí lo fue. Una mañana llegó al celular de su padre uno de los videos. Los padres de Mia la golpearon, la insultaron y le dijeron que desde ese instante estaba muerta para ellos. La enviaron a vivir con su tía Melissa, la hermana menor de su madre y nuestra profesora de Matemáticas.

Mia vive allí desde el día en que sus padres vieron el video, el 13 de septiembre del 2020. Ese día fue terrible para ella, Mia le contó a sus padres que todo era un chantaje de Hugo, que él le había prometido que los borraría luego de verlos pero sus padres no la escucharon, solo la insultaron, la sacaron de la casa a patadas diciéndole que jamás regresara y la enviaron a la casa de Melissa, quien vivía a unas cuadras de mi casa. Melissa recibió a Mia de la forma más gentil posible, era una mujer dulce, de gran corazón y muy comprensiva. Ella no podía tener hijos, se había encariñado mucho con Mia desde que nació y ahora la había recibido en su casa como una hija.

13 de septiembre del 2020, 10:37am.

Cuando Mia llegó a casa de su tía ya yo estaba allí, Melissa me había llamado para contarme lo que había pasado y me dirigí de inmediato a su casa. Nosotras estábamos en la puerta principal, ella venía cargando dos pesadas maletas, su cara hinchada por los golpes, su nariz roja producto de la secreción nasal por su intenso llanto, venía doblando la esquina. A unos metros de la puerta soltó las maletas y corrió hacia mis brazos, estaba devastada, lloraba sin detenerse sobre mi hombro, yo no dije ni una palabra, solo la abracé.

Melissa estaba a mi lado, mirando con los ojos llenos de lágrimas a Mia en mis brazos. Luego se dirigió a recoger las maletas que Mia había lanzado al suelo al vernos y las puso al lado de la puerta volviendo a la posición en la que se encontraba.

Mia se separó de mí y la abrazó a ella. Ambas lloraron juntas.

-Todo estará bien, mi pequeña - susurraba entre el llanto Melissa.

-Ellos me odian tía.

-Tranquila, aquí estarás bien, yo te cuidaré como si fueras mi hija.

-Entremos, tienes que descansar - dijo rompiendo el abrazo y entrando juntas a la casa.

¿Yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora