Y el lunes llegó.
Y mi estómago se revolvía al recordar lo que había pasado la noche del pub. En como sus dedos se sintieron tan bien mientras jugaban en mí, como ese orgasmo fue uno de los mejores que había tenido en mucho tiempo, en sus ojos que se oscurecían y sus labios que se sentían extremadamente tentadores cuando se los humedecía mirándome mientras hacía lo que hacía.El sonido de la puerta del tráiler me sacó de mis pensamientos libidinosos.
—Buenos días, Carolina —dijo Aaron, sin mirarme, como cualquier otro día.
Bien.
Es mejor que todo vuelva a la normalidad.
—Buen día.
—¿Tuviste un buen fin de semana? —me preguntó tomando de su café.
—Sí, ¿y tú?
—También, especialmente el viernes por la noche —dijo con sus ojos en su celular, pero con una sonrisa en su rostro,
Maldiciones.
Abrí la boca para hablar, pero me detuve.
No digas nada, Carolina.
Dejémoslo así.
Es mucho mejor así.
Y el día trascurrió como si nada hubiera pasado entre nosotros, como si no me hubiese masturbado en medio de un club frente a mi amiga y su nuevo juguete.
Y por alguna razón extraña, algo en mí quería hablar de eso.
No sé por qué.
¿Quería que lo hiciera de nuevo?
No, definitivamente no.
Solo estaba caliente.
Caliente porque no he estado con alguien por lo que parece una eternidad.
Eso es todo.
Cuando llegué a mi casa me sentía a morir. Lo supe enseguida cuando toqué mi frente y ardió bajo mi mano. Era una de las consecuencias de trabajar hasta tarde y con el frío de la noche.
—Maldita sea —dije a mi habitación vacía.
Tomé el termómetro para ver que tanto daño había. No era mucho, podía trabajar con un poco de fiebre. Tomé un par de pastillas, un té de jengibre y me fui a la cama.
Cuando llegué al tráiler en la mañana todos mis síntomas aumentaron, me había puesto un poco de maquillaje para no lucir como una muerta viviente, volví a tomar un par de pastillas y tenía mi té de jengibre en una vaso que podía cargar a todas partes, implorando sentirme mejor para el final de la jornada.
—Te ves fatal —me dijo Aaron al entrar mientras yo masajeaba mis sienes.
—Estoy bien. —Pero soné gangosa.
—Bien para tu funeral. —Se acercó a mí y puso su mano en mi frente—. Mierda, Carolina, estás ardiendo.
Fue lo único que dijo antes de salir por la puerta.
Me alegré, tenía que ir a maquillaje y me ponía contenta que llegara temprano. Me recosté en el sillón donde podía estirarme de pies a cabeza cubriendo mis ojos con mi mano para tapar las luces que solo hacían que me doliera más la cabeza.
—¿Esto es lo que estás tomando? —escuché a Aaron y lo vi levantando mis píldoras. No lo había escuchado entrar, intenté pararme pero su mano me volvió a recostar—. Estas pastillas no te ayudarán. —Se fue a uno de sus cajones y me lanzó una tira nueva—. Ten, esas te dejarán como nueva. Te quedarás aquí.
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La Asistente
RomanceCarolina comenzará una nueva temporada de trabajo haciendo lo que más ama; ser la asistente de los actores en los sets de grabación. Pero el nuevo actor que se le asignó le hará cuestionar todos los aspectos de su vida. Aaron, el idiota de ojos verd...