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Como cualquier otra mañana antes de comenzar el día de trabajo nos encontrábamos en el remolque repasando el itinerario; él con su carpeta y yo con la mía, pero la conversación era unilateral, nada salía de Aaron y ya me estaba cabreando.

—Necesitas prestar atención a lo que estoy diciendo, el monólogo de hoy es importante —lo reproché, pero cuando levanté la vista vi como la suya estaba en mí. Era distinta. No tan distinta, la había visto antes, solo que no sabía por qué la tenía en ese momento—. Aaron, por todos los cielos, presta atención.

—¿Fuiste a tu cita? —preguntó de la nada, curioso, pero escondiendo una sonrisa.

Tomé tanto aire que mis pulmones dolieron.

—No, te dije que no sabía cuándo lo haría. Ni siquiera sé si lo haré. Ahora, por favor, volvamos al trabajo, hoy será un día ajetreado —le supliqué.

Me paré de donde estaba y comencé a dar vueltas por el remolque citando todas las horas y lugares donde tenía que estar mientras él miraba todos mis movimientos.

—Estás usando una falda hoy. —Otro comentario fuera de contexto.

—Muy observador, Capitán Obvio.

—Te queda bien.

—Gracias. Tardarás aproximadamente tres...

—Es parecida a la que usaste esa noche.

Levanté la vista para reprimirlo con la mirada, sin que notara que el calor había subido a mis mejillas. Continué con mi trabajo.

—Tardarás aproximadamente tres horas en maquillaje porque deben hacerte una prótesis de la cicatriz que tiene el protagonista, pero será a la hora del almuerzo, si no sabes tus líneas el maquillaje se arruinará, así que sugiero que...

—Quiero intentar algo —escuché, cortando todo lo que estaba diciendo.

—No puedes cambiar ese break solo porque está Luke, ya hablamos de eso —respondí cansada, pero comenzó a negar con la cabeza levantándose de su silla y acercándose a mí, lentamente, como un depredador a punto de atacar.

Vi sus ojos oscuros. Con solo eso supe que la conversación estaba por tomar un rumbo totalmente diferente. 

—Quiero intentar algo —repitió ronco.

—No esto de nuevo —reclamé.

Pero mi cuerpo le imploraba todo lo contrario al saber exactamente a lo que se refería, lanzando todo tipo de trabajo que estaba haciendo a la mierda. Llegó hasta donde estaba y sin querer retrocedí haciendo que chocara con la pequeña mesa que había, pero no le impidió acercarse un poco más.

—No, no. Quiero intentar algo diferente. —Y mordió suavemente su labio, para bajar sus ojos a los míos.

Se detuvo frente a mí. Estaba tan concentrada en sus ojos que no me di cuenta que sus manos bajaron hasta mi falda para levantarla.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté bajo. Me tomó una eternidad decirlo.

—¿No escuchaste, Catalina?

De nuevo ese nombre.

Tomó los costados de mi ropa interior y comenzó a bajarlo lentamente, junto con su cuerpo, torturándome, sin quitar sus ojos de los míos. Cuando ya estaban en el suelo volvió a levantarse, tomó mis caderas y las subió hasta quedar sentada en la pequeña mesa. Se acercó un poco más, sus labios estaban a centímetros de los míos y mi estómago se revolvió al pensar que me besaría, pero sin previo aviso su cuerpo volvió a bajar por el mío.

La AsistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora