La semana en el trabajo continuó su curso y el sexo entre Aaron y yo se volvió algo recurrente, aunque aún no teníamos la conversación que debíamos tener para que no nos explotara en el rostro.
No me estaba quejando, claro que no.
Mi mente se quedaba en blanco y solo existía él desde el momento que nos tocábamos y terminábamos con la respiración agitada, entre las escenas que no lo necesitaban, hasta en los breaks de media tarde. Por las mañanas antes de cada lectura de guion y por las noches que nos escapábamos por ahí para desnudarnos parcialmente y cubrirnos la boca para no levantar sospechas. Solo tres veces a la semana me quedé en su hotel y a él ya no le importaba que estuviera rompiendo dos de sus reglas conmigo al despertar abrazados y desayunar juntos antes de irnos al trabajo.
—¿Qué? —me dijo al fin cuando notó que no le podía sacar los ojos de encima desde que entré al remolque por la mañana.
Pero no le respondí. Me levanté de mi sillón y caminé unos pocos pasos hasta tomar su silla y separarlo del escritorio, cuando lo hice me arrodillé ante él.
—¿Qué haces? —me preguntó sorprendido, realmente sorprendido.
—Quiero intentar algo —le dije repitiendo las palabras que una vez me dijo y con una sonrisa, esa que usaba con los chicos con quienes solía acostarme.
Pude ver cómo se humedecía los labios.
—Carolina. —Suspiró cuando le bajé los pantalones para ver ese irreal bóxer.
—Shh, solo necesito cinco minutos —dije mientras lo masajeaba.
Y los bóxer bajaron.
Y él ya estaba listo.
Y por la mierda, qué vista más fantástica era la que tenía enfrente.
No perdí mi tiempo y tomé todo de él para comenzar a besarlo, desde su base hasta la punta, sabía que me miraba, y me encantaba lo que le producía mis besos en él.
Tomé toda su hombría y la escondí en mi boca, cuando lo miré vi su cabeza irse hacia atrás con un grave y ronco; mierda.
Y comencé una de las cosas que mejor sabía hacer.
Jugando, tentando, torturándolo como él lo hacía conmigo. Tomé su mano sin dejar de hacer lo que hacía y se la puse en mi cabeza, pues no había cosa que me gustaba más que me agarraran el cabello cuando controlaba a un hombre así dándole una pequeña impresión de estar ellos al mando. Empuñó mi pelo desde la raíz y su mano comenzó a moverse a mi ritmo mientras una de las mías lo agarraba fuerte por la cadera y la otra jugaba con la parte que no podía acaparar con la boca. Mis ojos se fueron a los de él, oscuros hasta la mierda, empapados de lujuria.
—Mierda —suspiró—, acabaré si me sigues mirando así.
Y mi ritmo se aceleró sin apartar mis ojos de los de él, y los suyos me miraban lascivos, con su respiración entrecortada, con pequeños sonidos guturales de su pecho que me volvían loca.
—Carolina, mierda —habló con dificultad. Yo no paré—, voy a acabar.
Intentó alejarse, pero lo detuve, quería todo de él.
Mis movimientos no cesaron hasta que su cabeza se fue hacia atrás de nuevo y sentí como su culminación bajaba por mi garganta y su cuerpo se estremecía bajo mis labios apretando mi cabeza contra él. Cuando solo escuché su respiración me alejé lentamente hasta depositarle un beso justo en la punta, haciéndolo tiritar una vez más.
—Hmm, mi nuevo sabor favorito —le dije parándome de donde estaba, él no me miraba, perdido en su orgasmo que le acababa de regalar—. Mira eso, solo tres minutos —bromeé, aunque era cierto.
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La Asistente
RomanceCarolina comenzará una nueva temporada de trabajo haciendo lo que más ama; ser la asistente de los actores en los sets de grabación. Pero el nuevo actor que se le asignó le hará cuestionar todos los aspectos de su vida. Aaron, el idiota de ojos verd...