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Después de unos días, cuando la noche había llegado y todo el equipo estaba grabando la última escena de la jornada, le mandé un mensaje a Trevor para que me encontrara detrás del remolque más lejano, uno que solo se ocupaba para guardar los equipos. Cuando llegó buscándome por todos lados lo tomé del brazo y nos escondimos donde la luz no llegaba.

—¿Qué sucede? —me preguntó preocupado.

¿Qué sucedía realmente?

Pero no le respondí, ni al él ni a mí.

Tomé su nuca y bajé su cabeza para que sus labios tocaran los míos. Se separó, me miró y una sonrisa salió de su boca.

Y nos volvimos a besar.

Un suspiro invitó a su lengua a jugar con la mía mientras sus manos comenzaron a jugar con mi busto por encima de mi camisa y las mías sujetaban su cabello rubio para adentrarnos más en ese beso caluroso hasta que mis manos bajaron para comenzar a desabrochar su cinturón.

Lo quería, no me importaba lo poco profesional del momento. Ni tampoco el hecho que técnicamente lo estaba utilizando para saciar lo que sentía.

Soltó unos botones de mi camisa para sacar uno de mis pechos y llevárselo a su boca. Dios, cómo extrañaba que me besaran así. Sus labios volvieron a los míos para luego bajar a mi cuello y mis manos ya jugaban con su miembro haciendo que pequeños jadeos salieran de él. Estaba listo, y yo estaba ansiosa.

—Carolina, no tengo un...

—Yo tengo uno —lo corté.

Obvio que tenía uno, lo traía conmigo desde que supe que quería tenerlo así.

No dejé que se lo pusiera, yo lo hice para apurar lo que estaba buscando desde que supe que Trevor sería el candidato ideal.

Bajó mis pantalones hasta sacar solo una pierna y tomó mi cuerpo para que mis piernas lo abrazaran, apoyó mi espalda en el frío exterior del remolque y en menos de un segundo ya habíamos empezado.

Su respiración agitada en mi oído hacía que me calentara aún más. Sus movimientos eran algo torpes, pero lo dejé pasar por la posición en la que estábamos.

Todo iba a la perfección hasta que escuché mi celular vibrar en el pequeño bolsillo de mi camisa. Lo tomé, pues aún estaba en el trabajo. Gruñí cuando vi el nombre de Aaron en la pantalla.

Obvio, obvio que tenía que arruinar este momento.

Apreté el botón rojo para que se fuera al buzón, pero en menos de un segundo volvió a sonar, pensé en ignorarlo y que así pensara que estaba ocupada, pero sabía que si lo hacía seguiría llamando como un desquiciado, o peor, saldría a buscarme hasta encontrarme.

—¿Aló? —respondí profesionalmente.

Miré a Trevor.

—¿Me detengo? —moduló sin emitir sonido alguno y le respondí negando con la cabeza.

—Dónde estás —dijo Aaron molesto desde el otro lado de la línea, no era una pregunta.

—Estoy ocupada en estos momentos.

—Ven aquí. Ahora —me ordenó.

—Te dije que estoy ocupada, iré cuando termine.

Y sin escuchar lo que dijo después le colgué. Trevor aceleró sus movimientos, su respiración se agitó aún más y unos gruñidos salieron de su pecho.

Se detuvo cuando sentí como llenaba el condón.

¿Eso fue todo?

¿De verdad?

La AsistenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora