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A la mañana siguiente me bajé del auto de Trevor y caminamos juntos hasta entrar al lugar.

—Sabes que puedo cargar mi propia mochila, ¿no? —le dije entrecerrando los ojos.

—No, no lo sé, pero no me quiero arriesgar.

—Eres un dramático, solo fue un esguince leve en el dedo que menos ocupo, ni siquiera debiste haberte tomado la molestia en ir a dejarme e ir a buscarme a mi casa, podía manejar bien.

—¿Es que nunca te gusta pedir ayuda? —me recriminó con una sonrisa.

—Te la pedí ayer, pero para que me acompañaras al hospital, no para que te convirtieras en mi niñero.

—Eso hacen los amigos —dijo encogiéndose de hombros—. Aún tenemos pendiente los tragos y la conversación para que me cuentes de una vez cómo demonios te caíste. Aquí tienes. —Me pasó la mochila que tenía en el hombro cuando llegamos al remolque de Johana. No le había contado la verdad de mi lesión, entre menos personas lo supieran sería mejor—. No te andes tropezando por ahí, necesitas al menos una mano sana para seguir trabajando.

—¿Te tropezaste? —escuché una voz por detrás de Trevor y cuando dio la vuelta pude ver como Aaron me miraba con el ceño fruncido—. ¿Qué te pasó?

—Nada.

—Se cayó y se torció el meñique —respondió Trevor al mismo tiempo.

Y sin dejar que ninguno de los dos hablara de nuevo entré y cerré la puerta para comenzar con mi día.

Las horas de grabación pasaron extremadamente lentas, y se acentuaban más cuando sentía que mi dedo comenzaba a molestarme, pero sabía que en un par de días ya estaría como nueva, y el día de trabajo ya había llegado a su fin y lo único que quería era manejar hasta mi casa y descansar, pero cuando estaba poniendo las llaves para hacer andar mi auto casi suelto un grito.

—¡Aaron! ¿Qué demonios haces?

Había subido al asiento del copiloto.

—¿Por qué no me dijiste que te quebraste la mano por golpear a Luke? —su voz era dura, distante.

—No me la quebré, no es nada —dije continuando con lo que hacía, quería salir de ahí, quería volver a mi casa.

—Déjame ver.

—No, ya te dije que no es nada.

Pero me ignoró tomando mi mano e inspeccionando delicadamente mi estado.

—¿Viste a un doctor?

—Sí, Trevor me acompañó ayer —respondí cansada, vi que apretó la mandíbula, sin dejar de mirar mi mano vendada.

—No puedes manejar con eso, tienes que cuidártela, quedarás con secuelas si no lo haces.

—Estoy bien. Ahora, por favor, sal de mi auto.

—No.

—Aaron, no tengo tiempo para esto. Estoy cansada, adolorida y enojada.

—Lo sé, por eso no me iré. Necesito hablar contigo de una vez por todas, ya no puedes seguir ignorándome.

—Sí puedo, es fácil.

—Carolina, no me iré.

—Por la mierda, Aaron. —Estaba perdiendo la paciencia.

—Reclama todo lo que quieras, no me iré, si quieres volver a tu casa tendrás que hacerlo conmigo en tu auto. Tenemos que hablar.

Y mi paciencia se agotó por completo. Y lo único que se me ocurrió fue seguir con mi corazón de piedra y quemar todo tipo de puente que me conectara a él.

—Aaron, no quiero hablar contigo. No quiero hacerlo porque no me importa. No me importa lo que hicieron y no me importas tú, nunca me importaste. ¿Y sabes algo? Me alegra que hayas hecho esa apuesta, me alegra que hayan jugado conmigo porque así no me siento tan culpable por jugar contigo. —El rostro de Aaron volvió a endurecerse ahora mostrándome uno que nunca había visto. Continué—. ¿O qué? ¿Creíste que todas esas veces que tuvimos sexo significó algo para mí? Por favor, creí que eras más inteligente que eso. Táchame de cualquiera, me importa una mierda, porque aunque creas que lo soy, tú fuiste un cualquiera para mí, uno más en mi larga lista que pretendo agrandar. Ahora, por favor, sal de mi auto que realmente no quiero lidiar con un colega sentimental como tú.

Aaron me miró fijamente y yo no aparté la mirada.

Algo que había aprendido con años trabajando con actores era que sabía cómo sonar tan convincente como lo hacían ellos a la hora de pararse frente a una cámara.

—¿Puedo ayudarlo en algo más, Mister Fiennes? —pregunté con mi voz profesional.

No respondió, juntó sus labios hasta transformarlos en una solo línea y asintió una sola vez, como si hubiese digerido todo lo que le había dicho. Tomó la manilla de la puerta y salió de mi auto, y cuando lo vi alejarse solté esa lágrima que había escondido bien desde el momento que decidí decir todas esas palabras.
Y me maldije por déjame llorar de nuevo por alguien como él, pero culpé al cansancio, culpé a la frustración de lidiar con pendejos.

Y culpé a lo que comencé a sentir.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2023 ⏰

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