Cuando el lunes llegó no supe cómo sentirme durante todo el día.
Está bien, sí lo sabía.
Estaba; enojada, confundida, engañada.
¿Ya mencioné enojada?
Me movía por el espacio como una leona enjaulada. Ya habíamos terminado el día, el sol ya se había escondido hace horas y solo necesitaba recoger mis cosas y marchar de vuelta a mi casa, pero por alguna razón seguía dando vueltas por el lugar con todas emociones que tenía en mi interior.
—¿Puedes quedarte tranquila un momento? Estás colmando mi paciencia —escuché.
—¿Por qué me dijiste que fuiste a una cita con Kristen cuando no lo hiciste? —solté sin querer.
Ya está, ya da lo mismo.
Aaron me miró sorprendido, con un dejo de diversión, aún sentado en su silla.
Continué.
—¿Por qué me hiciste creer que te acostaste con ella?
Al fin se levantó para prestarme toda su atención.
—¿Por qué te importaría? —Se acercó un poco.
Ahí estábamos de nuevo, él era el cazador y yo era su presa.
—Responde la pregunta, ¿por qué no saliste con ella? —dije autoritariamente.
Daré vuelta los papeles.
Haré hasta lo imposible para dar vuelta los papeles.
Pero el espacio que se reducía entre nosotros con cada paso que daba hacía las cosas más difíciles.
—¿Por qué te complica tanto lo que haya o no haya hecho? —Su voz era ronca, grave.
—Responde la pregunta, Aaron.
Pero como siempre, como solo él podía hacerlo, ya me tenía reducida.
—¿Por qué estás tan molesta? —preguntó a unos pasos de mí.
Mierda.
¿Por qué siempre terminamos así de cerca?
¿Es qué no puedo hablarle, no lo sé, desde la puerta?
¿Con algún tipo de salida entre nosotros para no darle la oportunidad que me acorrale?
No podía dejar que me siguiera mirando, no con esos ojos tentadores, así que di la vuelta dándole la espalda. Debía mantenerme firme.
—No estoy molesta, te estoy haciendo una simple pregunta, que por cierto no has respondido.
Mi rostro era serio, pero él no podía verlo porque daba a la pequeña ventana que proporcionaba el remolque.
Sentí su pecho presionar mi espalda.
Mierda.
—¿Y tú no puedes responder la mía?
—Yo pregunté primero —de nuevo hablé con autoridad.
Supe que no logré mi cometido cuando me ignoró y siguió con su estúpido juego.
—¿Estabas preocupada de que algo pasara con tu amiga? —dijo cerca.
¿Por qué demonios tiene tanto control sobre mí?
Volvió a hablar.
—¿O no querías que algo pasara con tu amiga? —Su mano subió hasta esconder un mechón de pelo por detrás de mi oreja hasta bajar por mi cuello, quemando mi piel con su contacto—. ¿No querías imaginar cómo la tocaba? —Sus dedos dejaron mi cuello y se fueron a mi clavícula para seguir su recorrido y pasar entre medio de mis pechos y sentí su voz en mi oído en un susurro ronco—. ¿Cómo la podía hacer gritar mi nombre?
—Vete al diablo —pero mi voz me traicionó, siempre lo hacía cuando estaba así de cerca.
Uno de sus dedos jugaron en la costura de mis pantalones.
—¿No querías que la hiciera acabar como te hago acabar a ti? Eso pensé —dijo cuando no respondí, o más bien; cuando no pude—. ¿Quieres que responda tu pregunta, Carolina? —Ya no era Catalina. Era la primera vez que decía mi nombre estando así—. No lo hice porque no quería hacerlo.
Y con solo esas palabras di la vuelta para mirarlo a los ojos, y vi una mirada que no supe descifrar, pero algo era seguro; ya no estaba jugando. Estaba diciendo la verdad.
Y sus labios se humedecieron.
Y su mano subió hasta mi nuca.
Y nuestros labios se juntaron, rabiosos.
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La Asistente
RomanceCarolina comenzará una nueva temporada de trabajo haciendo lo que más ama; ser la asistente de los actores en los sets de grabación. Pero el nuevo actor que se le asignó le hará cuestionar todos los aspectos de su vida. Aaron, el idiota de ojos verd...