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- Buenas tardes, ma' -saludó cordialmente el statehuman beta.

- Buenas tardes -detrás del anterior apareció otro statehuman, el único alfa entre sus hermanos.

- Loreto, Cusco, ¿cómo han estado? -Perú fue alegre a abrazarlos.

El abrazo fue correspondido por ambos y juntos se dirigieron a la sala de aquella casa oculta entre la selva de su, considerado por ellos, hermano Huánuco.

- Ma', ¿te has dejado crecer el cabello? -preguntó con asombro el loretano.

- Oh, es que se me olvidó pedir peluquero -rio el mayor.

- Tayta... deberías dejarlo crecer -habló el cuzqueño- Te ves muy bien con pelo largo.

- Gracias wawa, pero aquí hace mucho calor...

Los menores le sonrieron comprensibles y siguieron hablando de temas triviales. Perú era visitado por sus countryhumans cada vez que estos podían. Aunque... no todos lo hacían o, más bien, lo dejaron de hacer. El mayor tampoco los iba a obligar, ya que sabía la razón por la que lo evitaban. Para él, eran como sus hijos. Si bien no lo eran de sangre, sus statehumans eran parte de su cultura, sus costumbres y su pueblo. Algunos de ellos también le devolvían el gesto, ya que, desde su existencia, el mayor les enseñó lo que debían saber y los educó de forma apacible. Por esa misma razón, entre ellos se trataban como hermanos.

- ¿Cómo están Lima, Arequipa y Ayacucho? -preguntó cabizbajo Perú.

- ¡Están bien! -respondió rápido Loreto- V-Verás que pronto te visitan.

El mayor lo vio a los ojos directamente, cosa que Loreto no pudo soportar y apartó la vista con tristeza. Perú solo les sonrió y negó con su cabeza para que la tensión bajara.

- Tratamos de hacer que vengan, pero no funcionó -admitió Cusco.

- Les agradezco el gesto, pero no es necesario...

- ¡Claro que sí! -exclamó el loretano- Has hecho mucho por nosotros, ma'. Al menos, confía en que nosotros podemos hacer que esos cascarrabias vengan a verte.

- Yo soy el único culpable de lo que les sucedió -el mayor se levantó y se acercó a ellos- Por mí, ustedes han sufrido, ¿verdad? -posó cada mano en una de las mejillas de los menores y los acarició con delicadeza.

- N-No diga eso, tayta -susurró el cusqueño con mirada frustada.

- Es la verdad... Ellos están en su derecho de estar enojados -Perú suspiró- Pero, esto no se quedará así... Les prometo que todo mejorará -sonrió ampliamente.

Los menores se vieron de reojo. Aquello dicho por el mayor no era simple palabrería, lo que decía iba acompañado con determinación. Finalmente, los tres se juntaron en un abrazo, uno cálido y reconfortante. Se quedaron así hasta que ya era la hora de despedirse.

- Tupananchis kama -dijo el alfa antes de subirse al vehículo.

- Nos vemos, ma' -lo siguió el beta.

- ¡Cuídense! -se despedía el mayor con su mano en alto.

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"¿Cuál es su decisión, señor Acurio?"

La pregunta retumbaba en la mente del alfa peruano como eco. No estaba soñando ni había escuchado mal, ¿verdad? Bajó su mirada hacia la mesa. Estaba meditando bien la propuesta. Espera, ¿si quiera debía pensarlo? ¡Esa era la oportunidad que tanto buscaba! Algo como eso no podía ocurrir dos veces, debía aprovechar lo que se le presentaba y lo haría con todo gusto.

Hijo de la luna (Perú Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora