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"¡Algo hay escondido! ¡Ve y encuéntralo! ¡Anda y busca tras las montañas: hay algo perdido, perdido y aguardando que tú vayas! ¡Ve!" – Rudyard Kipling.

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- Berlín, cuidado

- ¿Mm? -el mencionado volteó para mirarlo.

Sin embargo, tropezó con el saco que estaba en la vereda y casi se da un trompón en la cara. Menos mal que su equilibrio fue bueno y se salvó de la caída.

Se escuchó una risita suave y grave a la vez. Berlín se tensó al escucharla, sabía de quién era.

- ¿Estás bien? -preguntó el cusqueño, deteniendo su risa.

- S-Sí, solo... me distraje un poco

- Ten más cuidado, ¿ya?

- Sí...

- Pronto llegamos al hostal -avisó Perú- Necesitan descansar por hoy para poder seguir con el viaje

- ¿Por qué no podemos iniciar ahora? -preguntó curioso el alemán.

- Señor Alemania -llamó Cusco- Tengo entendido que es la primera vez que viajan a un lugar con mucha altura -ambos alemanes asintieron- El mal de altura les puede dar una mala pasada a su cuerpo

- Pero no se preocupen -prosiguió Perú- Aquí tenemos algunas medicinas que los ayudarán a acostumbrarse

- ¿Por eso usamos estos gorros? -preguntó Alemania.

- Se llaman chullos, y sí, cubrirse la cabeza también les hará bien

Una vez aclarado, los cuatro retomaron su camino hacia el hostal. Ya habían viajado de Lima a Cusco; ahora se encontraban en la capital cusqueña, cerca de la Plaza de Armas. Era una mañana tranquila, donde se escuchaba los sonidos de la naturaleza junto con el ruido de algunos niños jugando. Se podía sentir lo pacífico del lugar.

Los lugareños al verlos, se acercaron para saludar. Después de todo, conocían y querían mucho a Cusco. Además, estaba Perú, la representación de su país, y un par de extraños más. Aquello los llenó de curiosidad.

Tanto Cusco como Perú, respondían el saludo amablemente. Por su parte, los alemanes no entendían lo que decían, hablaban en un idioma desconocido para ellos.

- Ya llegamos -avisó Perú.

Los cuatro entraron a un hostal. Los atendieron con alegría y les dieron dos habitaciones, uno para los peruanos y otro para los alemanes.

- Ya regresamos con algunas cosas, esperen en su habitación -pidió Cusco.

Una vez solos, Alemania se acercó a su hijo.

- ¿Qué es lo que tienes? -le preguntó sin rodeos.

- No sé de qué hablas...

- Te noto extraño desde que vinimos

- ...

- Hijo, si te pasa algo, puedes decirme

- Lo sé, papá, pero no te preocupes, no es nada. Aunque me empezó a doler la cabeza

- Ahora que lo dices, a mí también...

Luego de unos minutos, los peruanos se acercaron a ver cómo estaban sus invitados y llegaron justo a tiempo. Ambos alemanes estaban con dolor de cabeza y cuerpo. Perú y Cusco se pusieron manos a la obra.

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⏰ Última actualización: Jul 26 ⏰

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Hijo de la luna (Perú Harem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora