Comenzaban a asomarse ya los primeros rayos del alba. Para Naurim era entonces muy difícil ver la luz de Riopeo. La estrella volvió a bajar del cielo, y le mostró a la Reina el lugar seguro al que la había guiado.
-Será este lugar tu nuevo hogar, oh Reina Naurim. No será por un largo tiempo, pero por el momento es el lugar más seguro. Nadie pensaría que una Reina se iría de su castillo para vivir en una cueva -le explicó Riopeo.
Pero Naurim aún no tenía en su mente la cueva. Ni siquiera la había notado. Ella seguía pensando en aquella mágica blanca luz que la había ayudado. No podía recordar bien su forma, así que decidió preguntarle a Riopeo, pues las estrellas ven mejor porque están en lo alto del cielo.
-Riopeo, necesito hacerte una pregunta -dijo Naurim.
-Pregúntame, oh Reina de Maldovia, Dama de los Mares -contestó Riopeo, y Naurim sonrió. Supo que las estrellas la reconocían como tal; como una Reina y como la Dama de las aguas saladas, a pesar de ese no haber sido el orden establecido por la ley de la Gran Magia, pues hombres y criaturas del bosque convivían bajo el único reinado del Señor de la Canción Verde, en los tiempos de antaño.
-¿Pudiste ver aquella blanca luz que convirtió en verdes arbustos las armas y armaduras de los soldados? -preguntó Naurim, con mucha duda y con mucha esperanza de obtener la respuesta.
-¡Oh, esa maravillosa blanca luz! No era solo una blanca luz. Aquello fue el melenudo rugido del Señor de los bosques de Maldovia -respondió emocionado Riopeo.
-¿Un melenudo rugido? -preguntó Naurim, imaginándose algo. -¿Quieres decir que aquella blanca luz era un león? -volvió a preguntar Naurim, pues quería estar muy segura.
-Aquella blanca luz que te protegió no era el león, pero tenía la forma del león. Su rugido es tan poderoso que podría convertir cualquier cosa en polvo, -afirmó Riopeo, y luego tomó una corta pausa -¡e incluso cualquier montaña! -exageró. -Pero él no usa su poder para violencia, sino para cuidar a todos los bosques y a todas sus criaturas. Él usa su poder con compasión -añadió Riopeo.
Naurim no pudo resistir preguntar lo siguiente:
-¿Quién es ese león? ¿Es acaso el dios de los bosques? ¿Cuál es su nombre? -y al hacer estas preguntas, una gran emoción de alegría floreció en todo su cuerpo. Quería saber el nombre del león que la había protegido y ayudado. Tal como Riopeo lo describía, debía ser alguien muy maravilloso.
Por un momento, en aquel lugar, Naurim se sintió como una pequeña e inocente niña. Comenzó a recordar los cuentos que también de niña le habían leído sus padres, y los cuentos que ella de grande leyó. Vinieron a su memoria hermosos y entrañables recuerdos de la nostálgica felicidad de su niñez. ¿Cuál niñez no es nostálgica? Deseaba poder estar sentada, echada sobre el tronco de un roble amarillo florecido, y a plena luz del día estar leyendo sus libros de cuentos. Y de entre las cosas que se acordó, logró hacer memoria de varios cuentos que leyó sobre un majestuoso y mágico león, pero ciertamente no lo recordó con claridad. Había leído muchos cuentos sobre un majestuoso león de Maldovia, y aunque amaba la idea de creer en ellos, temía a la absurdez de creer en dichas historias de magia.
-Él es el verdadero Rey de Maldovia -y de pronto, todos los cuentos que Naurim había leído se hicieron realidad: era verdad que había un único Rey en Maldovia. Todas las palabras que Riopeo decía eran la verdad danzando con regocijo -; el Rey de todos los bosques, y el Señor de la Canción Verde. No, no es el dios de los bosques, pues ya los bosques tienen sus dioses. Él es solo un Rey muy bueno; el hijo primogénito de los árboles de antaño; el Primer Príncipe de esta tierra -contestó Riopeo, e hizo una pausa antes de mencionar su nombre. Sucede que mencionar el nombre de un ser que posee una poderosa magia benigna causa temor, pero también gozo -Su nombre es Meslar -contestó finalmente Riopeo, y un dulce sabor a miel se paseó por sus labios.
-¿Y cuál es la Canción Verde? -preguntó inocentemente Naurim, como una niña curiosa.
-¡Oh Naurim! -exclamó Riopeo, muy contento, como un poeta que logra hallar las precisas palabras, aún antes de haberlas escrito. -No es solo una canción, ni es solo su color. Son cantos que la magia de este asombroso bosque hace brotar de los árboles, los ríos, las montañas y de todas las criaturas -contestó Riopeo. -Y él, como es el Gran León Blanco, es el Rey de todos los cantos verdes de todos los bosques de Maldovia -finalizó, al tiempo que Naurim danzó con sus pensamientos, imaginando la maravillosa belleza de un león blanco, sabio, bueno y mágico.
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El Señor de la Canción Verde
FantasyUn alma despreciada y rechazada por magia oscura; un ser apreciado y amado por magia benigna. Es una historia sobre rechazo, desprecio, inseguridad, soledad, magia negra y magia benigna que convierte todo lo malo en bueno. Es un relato en el que tod...