4- La magia de las reliquias

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-Nuestra misión es hallar las reliquias del león, porque en ellas se hallan la vida y la magia de Meslar. Él se alejó de su magia y de su poder para que la magia más poderosa pudiera funcionar en contra de la maldad de Duffimel y de Ridan. La magia más poderosa requiere depositar la magia de la esencia de la vida en cosas inmensamente mágicas y benignas -continuó Melgrim.

-Ahora comprendo por qué Meslar estaba tan débil... había entregado parte de su vida, excepto su último aliento. -Para Naurim, ahora todo tenía sentido. -¿Dónde se hallan las reliquias? -preguntó con aires de aventura y de desespero.

-Nada que es valioso es fácil de hallar, oh Reina. Pero nuestra encomienda es hallar las reliquias del león para que vuelva la Canción Verde al bosque, y con ella su Señor -añadió Melgrim.

-¿Qué son esas reliquias? Si al menos podemos saber lo que son, aunque no sepamos donde se encuentran, será mucho más fácil hallarlas -pensó Naurim.

-Solo Meslar lo sabía -dijo Melgrim en tono de desaire, y luego tomó una suspiro. -Así debía ser para que la magia más poderosa pudiera funcionar. La magia de las reliquias es una magia muy antigua que fue creada por los árboles de antaño, y que muy pocos conocen. Es una magia irrompible que fue hecha para guardar el bien por la eternidad. Muchos dicen que los árboles no hablan porque guardan secretos muy antiguos y muy mágicos, entre ellos, el secreto de la magia de las reliquias.

-Creo saber una de las reliquias... creo que es la espada del Gran Mago Guffingmel. Meslar me habló sobre ella cuando lo vi por primera vez, y me dijo que todo esto era parte de una profecía que hablaba sobre una espada -pensó Naurim con mucha viveza.

-Es imposible saberlo, querida. Y aunque tuvieras razón, no podríamos ir ahora y enfrentar a Ridan. Debemos esperar las señales de los dioses -dijo apaciblemente Melgrim, con paz, pero también con algo de desánimo. Ambos suspiraron, se miraron el uno al otro, bajaron sus rostros con desesperanza, y se adentraron en la cueva. Allí, Melgrim encendió una muy pequeña fogata con un mágico chasquido de dedos. Para su sorpresa, aún quedaba la comida que Naurim había dejado en su último día en la cueva. Sucede que no todas las bendiciones de un hoy son para un preciso hoy, sino que pueden ser para un preciso mañana.

Y así, por muy difícil que pareciera aquel panorama, Naurim y Melgrim se ampararon en las palabras de Meslar: "... los dioses del bosque tienen control de todo. Ellos siempre harán triunfar el bien, pero solo si hacemos las cosas correctamente. Deben estar atentos, para que vean sus señales". Sin embargo, son el temor y la duda la oscura magia que siempre se halla presente para nublar el pensamiento, pero son también la fe, el amor y la bondad la magia blanca que nunca nos abandona.

El Señor de la Canción Verde Donde viven las historias. Descúbrelo ahora